lunes, 31 de enero de 2011

Martín BAREA MATTOS


Martín BAREA MATTOS (Montevideo, Uruguay, 1978)


Poeta, compositor y artista visual. Aparece en el terreno de la literatura en el año 2000 para ya en el año 2008 haber publicado: Fuga de ida y vuelta ( 2000 ), Dos mil novecientos noventa y cinco ( 2003 ), Los ojos escritos ( 2003 ) y Por hora por día por mes ( 2008 ). En paralelo ha desarrollado obra visual y registros de sus apariciones públicas en ediciones de artista como Por hora… ( CD, 2007 ) y, Grey tres hits ( DVD, 2010 ). Desde 2006 a la fecha realiza el ciclo de recitales, lecturas y performances llamado Ronda de poetas, dedicado a la producción contemporánea, cada jueves en La Ronda café. En 2010, ha sido antologado por 2017 de Milena Cacerola ( Bs.as. ), Cuerpo Plural de Editorial Pre-textos e Instituto Cervantes ( España ), también ha participado del Festival Ibagué en Flor de Colombia, entre otros proyectos. La suma de trabajo y originalidad, lo han situado entre los poetas y artistas de ésta década de la nueva centuria.


POEMAS DE MARTÍN BAREA MATTOS



ES inquietante saber del espejo ante nuestro pie
naturalmente constituido
de cayos y lacayos
y yoes y yo
ser
la mezcla del futuro hidrocarburo
y otros compuestos orgánicos
donde ahora me encuentro
nativo
en el interior de la roca aguada
en la tierra
en la memoria fósil de las cosas
donde no hay extintos dinosaurios
sino ómnibus y fauces
y mañana un parking
nos dará descanso
combustión particular en nuestro viaje
hacia su definitiva escala
exenta al fin de humana
allí estacional
alma.


AFLUENTE abierto al océano atlántico

montevideo
ese barco huyendo del hambre
ciudad anclada en la garganta de su puerto
esperanza famélica de suerte y alimento
gris barco tizne
cacerola
guerra de sus nietos
hollín blanco y negro
inmigrando por esquinas
construyendo balcones a otro cielo
barco estacionado testimonio tapiado
memoria de parientes europeos
romance de bandoneón y tambor
hijo de doctos candomberos
esclavo de la luz
de la idea
del faro del recuerdo
vaga ebrio
fantaseando con fantasmas
la glorieta de su puerto
prontas las valijas
del vaivén de su abuelo
tendrán noticias mías
lo prometo
au revoir, abschied
arrivederci, goodbye

hasta luego.


EL DÍA nublado nos ha separado
como una pared hojarasca en blanco
y apenas flamea eclipsa una pobre bandera
sin tregua como esta posguerra de sol
el día nublado construye su muro
y abraza ciudades nuevas medievales
con su enredadera virtual nos encierra
no mires afuera no mires afuera
te ofrecen ventanas sin brisa
ni olfato sin tacto ni tregua

la nube es tan alta como la memoria
del hongo del humo de nombres extintos
por las chimeneas de industrias de historia
y el grito de guerra provoca
amores gigantes que gimen
derrotas gemelas

nuestros corazones son como fusibles
fusiles la herencia la tensa mirada
que apunta y dispara
no dudes no hay juicio no hay deuda
tampoco condena si rezas
te doy vida eterna, te doy vida eterna.



LA POESÍA imperante
imagina la muerte
pero
no puede matar
sólo con palabras

cuerpo sin palabra
ya está muerto
piensa

y blanquea cada día cada hoja
y renueva
el dominio interno.



ANTES era hogar
hoy
estacionamiento
antes solar
hoy sombra
lindando pintura y azulejos
al descascare de una adivinanza
de descansos y rutinas

un memorial ignorado se suspende

donde habita el poema.



EN EL parking
por hora por día por mes
la noche sostiene al hombre como un segundero
vigilando la vigilia
del automóvil que tiene miedo
que le roben y amanezca denunciado
por su dueño desde el sueño
su dueño.



SALTAR tras la almohada y cerrar la cama
trancar la luna
colgar la llave en la mandíbula
marcar la clave en la memoria
dejar los ojos activados y el iris
tintineando y revisar las sábanas
o dormir como un crío
o vigilar sombras en la noche
o monitorear cual satélite
la invasión de ensueños.


POR MESES por días por horas
sudando almanaques albañileaban
edificio rutina y familia
el edificio devino en baldío
y el baldío en parking
el parking en un baldío habitado
por neumática flía.


EN LA esquina de mi casa un gran baldío
entre la iglesia y mi casa
el gran baldío del gran éxito

fracaso pequeño
asolando el solar
de la gran obra

el océano es el baldío por donde llegó televisión empeñando
las joyas de mi abuela
saqueos familiares a control
remoto batallón
la tumba

ese baldío clandestino de la patria
del yingle himno y canción
o una casa profanada
de alarma sin patrón.



ESTE trago de agua que es curva y rambla y muro
y baba entre las rocas
este vaso con agua que es mesa y sueño y serpiente y sábana
que es río mineral océano y esclava
que es mi agua mi cuerpo y mi cama
este labio que es lluvia y palabra y paraguas
y baldosa salivada y medias mojadas
y lavarropas
y cuerda y azotea asfaltada
y playa y anzuelo y balde y arena y sirena encallada
y castillo sin siglos
y orilla con niños
y gotas iguales como chinos
y torturas y cambio de siglo
y grande la ola y el destino
y el suicidio y la nada a nado
y la espuma y el jabón y la ducha y el vapor
termina en caracol guardando
el sonido leído.



ÉL
nos mira a los dos
él
el tercero en discordia
él
en silencio
piensa como vos
piensa como yo
piensa en él
él camina
en tres direcciones
y nos da la espalda
él como yo perdió
el rumbo
de la conversación
él como yo
nunca supo
quién eras tú
él conversa con otros
que piensan

como él.



CÓDIGO

Honor
te doy mi palabra
te doy mi poema
te devuelvo el silencio
y la posibilidad
de ser traicionado
me das tu palabra
otro
poema
y el silencio

y no tengo opción

te doy mi palabra



LIRIO DE LIRIO

sumemos la edad
de cada ser humano vivo
para vivenciar que somos más útiles
que los señores que en nombre de dios
suman la edad de los muertos

sumemos la edad de los muertos
en nombre
de cualquier hombre de dios muerto

llamemos a los muertos por su nombre
y al dios
muerto

sumemos su vida
a nuestra única
vida

somos más
que la muerte
de dios.



La (E) resultó economía de lenguaje
la ecuación al sur y norte del ecuador
la edad del edén
la educación en efecto efímera

el ego el eje
ejemplo
el ejercicio

él
elástico
electo
como la electricidad

electrodoméstico
elefante
elegante
elemental

elenco elevado en ascensores
elipse de elite
elogio

ella
emancipada
embarazada como un emblema
embrionaria emergiendo emigrando
emitiendo emociones empíricas
empleando pobres empresas
enamorada

del encéfalo encierro enciclopédico
encuentra
la encrucijada encuadrada
enchufa
su endocardio a la endogamia parásita
al enemigo su energía

enero
enésima enfermedad
enfocado engaño engendra
engloba enhebra enhorabuena
el enigma

enlaza y enloquece
enmascara y enreda
enreja y enriquece
enriquecido enroca la ensalada
ensaya el ensayo de enseres
ensilla el ensueño
entalla el ente

entendido entente de entereza
entero entierro de entidad
entonando entrada y entraña

entrelínea entrenando entresijo
entrevista
entropía enunciando enzimas

epéntesis épica
epicardio
epiceno
epicentro épico

epidemia epidérmica
epígono
epigrama

episodio epistemológico
epíteto
epítome de época

epopeya de la equidad equidistante
equilibrio del equipaje del equipo
equis equivalente de la era

erección ergonómica
erógeno eros erosionado
erótico
erotismo errando

erudita escala escalonada
escándalo escapando a escarapelas
escena y escenario
escepticismo

esclavos de la esclerosis escolarizando escoltas

escollera hacia el escombro
escopetas y escoria
escorzo escrito

y escritorio y escritura

escroto sin escrúpulo
escrutando
mi escudo mi escuela
mi escultura escupida

esfinge esfínter
eslabón espacial
espacio de espada a espalda

especia especial
especialidad de la especie
espectáculo y espectro
espejismo y espejo
esperanza y esperma
espermatozoide espía

espira y espíritu
esplendor de espontánea espuma
esquela
esqueleto y esquema

de mi estadía estallando en estela estereoscópica
esterilizando al esteta
estigma de estilo por estima
por estrella estrenando
estructuras de estudio

éter eterno
etimológico
eufemismo

eureka el evangelio
la evolución sin exactitud de la exacta exageración

examen excarcelable excavando
existencia éxodo expansión
experiencia y explosión

exponente expresivo
éxtasis
de mi extraña y extraordinaria extrapolación

eyacula dios por fin

por fin logré estacionar.

FRANK BÁEZ POETA DOMINICANO

Frank Báez


Frank Báez, poeta dominicano, su poesía muestra desenfado, lirismo, humor; performancia de poeta viajero. La contaminación, la transculturación, el sincretismo y la mixtura de influencias se manifiestan en su obra como un territorio fronterizo y siempre cambiante.Un juglar urbano, que mete como si nada la literatura al interior de la vida de metrópoli. El poeta se expresa utilizando el slang y la jerga callejera que es común a los colectivos de jóvenes centroamericanos y antillanos que han tenido la oportunidad de vivir por largas temporadas en los Estados Unidos.

Las referencias al beisbol, al cine, y a la música permean sus escritos que mantienen de alguna manera su identidad caribeña, es decir, aunque estén llenos de referencias pop, modismos del spaninglish o algunos elementos de Code-switching; mantienen vivas las raíces del árbol que lo hace pertenecer a la noble tribu de los poetas centroamericanos y caribeños.

Una línea en donde la cultura se difumina en la vida misma, en la resistencia cotidiana del poeta, que se narra como ser marginal, inmigrante dentro del territorio del lenguaje; obrero de paso por las metrópolis del norte, con la mirada fresca e irónica del desplazado a fuerza y a voluntad. Unas veces se hace universal y otras veces recrea el refugio vital de los que habitan el lenguaje de la selva urbana y recogen los frutos de la travesía, al tiempo que siembran las semillas del idioma del exilio, en las riveras del imperio.

Frank Báez es además, ganador del premio nacional de poesía de su país y uno de los integrantes del colectivo musical y literario “EL HOMBRECITO”.


Algunos poemas:




UN T-SHIRT DE IRON MAIDEN


Empezarás a los dieciocho años cuando compres en las Pulgas


Tu primer t-shirt de Iron Maiden.

No eres fan de Iron Maiden.

Nunca lo serás.

Nunca escucharás una canción entera de Iron Maiden.

Pero tan pronto te pongas el t – shirt te sentirás malo

Como Robert de Niro en Taxi Driver

Chocando con el hombro a todo el que te pase

Por el frente.



Y a la semana sin darte cuenta estarás

Esperando una OMSA en la 27

Con un t-shirt de Iron Maiden,

Con unos pantalones de leather, con unas botas

Compradas a un guardia, con el pelo desrizado

Como el de tu hermana

Y sudando hasta derretirte como un muñeco

de nieve bajo el sol de las doce.



A los dos meses ya te habrás lesionado

La cadera en un mosh,

Sufrirás tortícolis y dolores de cabeza de tanto

Cabecear, perderás capacidad auditiva en un oído,

la policía te habrá confundido

Con un ladrón siete veces y por lo menos

Dos de esas veces habrás amanecido

En una celda con veinte pervertidos.

La mitad del barrio querrá verte preso

y la otra mitad amarrado a un palo de luz.

Los perros te ladrarán las veinticuatro horas

de los siete días de la semana.

Los barberos querrán escupirte la cara.

Los evangélicos blandiendo sus biblias

Te atacarán en manada.



Y todo esto seguirá hasta que un día

Cabeceando en un concierto te des cuenta

Que no hay metálicas. Que hay metálicos,

Muchos metálicos.

Pero metálicas, ni una.



Así que dejarás de ir a conciertos y de ponerte

Las botas y volverás a hacerte amigo de los barberos

Y una tarde ya no lucharás cuando tu mamá

Te diga que donó tu t – shirt de Iron Maiden

A los damnificados de una inundación o de un ciclón

Y ya no correrás al centro comunitario

Donde estarán recibiendo la donación

A bucear entre varias pilas de ropa

En busca de tu t – shirt.



Que se joda Iron Maiden.

Que se jodan Metallica y Megadeth.

Tendrás un carro del año y cada mañana

Le limpiarás el vidrio

Con lo que queda

De un t-shirt de Nirvana

O de Nine Inch Nails.

Pero claro, nunca con uno de Slayer,

De Pantera o de Sepultura.

¿Y de Iron Maiden?

No way.



ESCRITO EL 28 DE NOVIEMBRE DEL 2002 MIENTRAS TOMABA UNAS CERVEZAS CON VILLANUEVA

Es tan triste ser poeta

y tener veinte dedos

y dos orejas

y una nariz.



Quiero ser Papa en vez de poeta.

Quiero hablar con Dios.

Quiero hablar por teléfono con

Dios.



Pero ellos dicen que soy poeta.

Ellos dicen que soy el Baudelaire

de Santo Domingo.

Yo digo aleluya caracoles

globos de colores gallos

mientras entro monedas

en los teléfonos públicos.



A las monjas les advierto que voy a ser Papa.

Nada de metáforas.

Los Papas no utilizan metáforas.

Yo voy a ser Papa.



Yo digo zancos muelas

abuelo pitufo

niña soviética

abuelo pitufo.



Pero no.

Mis poemas son leones y te muerden

y te arrancan las piernas.

¡ Cuidado poetas!

¡ Cuidado!

Te van a despedazar.



Mis poemas están mordiendo a los peatones en el Conde

como sucedió en Roma

antes de que mataran a Julio César.

En esos tiempos no había papas

pero teníamos emperadores

y cada tarde los leones se comían a los poetas

en el coliseo

cuando los poemas eran mediocres.



En cambio, cuando los griegos

la gente veía a los dioses en las fiestas

y bebían con ellos y bailaban con ellos

y le hacían ronda

mientras ellos fornicaban con los mortales

y fornicaban con los animales

y fornicaban con los árboles.

Hoy la gente sólo ve televisión.

Los dioses no salen por CNN.

El Papa sale por CNN.



Yo digo diccionario herido

latas de sardina destornillador

termitas ataúdes gratis

tótem.

Me es tan difícil ser Papa.

Así que escribo y bebo cerveza y aguardo.

¡Rómpanme una silla en la cabeza que seguiré!

Y salga el sol en el este o en el oeste

yo voy a ser Papa.



Crean o no crean en mí.

Yo voy a ser Papa.

Y voy a poder hablar con Dios.

Y si no quiero que hables con Dios

no vas a poder hablar con Dios.



Yo Bela Lugosi pateando una vaca muerta.

Yo viendo lo que otros poetas de Santo Domingo

dicen haber visto.

Yo jugando al epiléptico en las aceras.

Yo leyendo en las esquinas mis manuscritos

para luego ir quemándolos

con un encendedor.

Yo desde mi cama escuchando los millones de perros

que buscan mis huesos en los basureros

de la ciudad.

Yo tonsurado.

Yo pecando en el asiento trasero de un carro

en medio de dos cueros

que se besaban.

Yo andando en la lluvia con un musgo

creciéndome en el cerebro.

Yo que quise traerle una iguanita

del zoológico a mi amor

y que por eso me la metí en el bolsillo

pero un vigilante me vio

y tuve que volver a ponerla en su sitio.



En fin, es inútil.

No hay nada afuera.

Sólo estoy yo.

Baudelaire murió hace mucho.

Y yo estoy aquí.

No sé por qué.

Ni para qué.



ESCUELA PRERAFAELITA


Pienso en una pintora prerrafaelista que recién finaliza

Su cuadro al óleo y se sienta satisfecha

Tras haber afanado por casi un año.



Nunca se imaginará que veinte años después

Un sobrino que desprecia venderá ese mismo cuadro para pagar

Una deuda de juego o de vicio o para pagar el collar

De perlas de una amante y el cuadro lo envolverán y lo llevarán en un

Barco a Nueva York

Donde lo colgarán en la pared de una mansión

Entre cuadros y daguerrotipos y hasta bustos de la época.

Luego alguien lo venderá a un judío que lo colgará

En otra pared y así pasará de pared en pared

Hasta que a principios de milenio

Acabará en un sótano de Queens, entre cachivaches y ratas,

Donde un montón de landlords, gringos y boricuas lo ignorarán

Hasta que una dominicana sin idea alguna

De arte lo recogerá y lo colgará en una pared cuarteada al lado

De un cuadro de la Virgen de la Altagracia.



Y que diría la pintora prerrafaelista si supiera que la dominicana

Lavará el cuadro y le pasará un blower.

¿Rompería el cuadro de una patada?



Y que diría la dominicana que vive del welfare

Si supiera que por el cuadro

Le darían más de veinte mil dólares en una subasta.



Pero ninguna de las dos sabe nada de esto.

Ahora baja el viento gélido de las montañas

Agitando el vestido de la pintora

Y haciendo rodar su sombrero

Mientras recoge sus pinceles y el caballete

Dispuesta a volver a casa con su cuadro

Al fin terminado.


LA PELOTA QUE LANCÉ CUANDO JUGABA EN EL PARQUE AÚN NO HA TOCADO EL SUELO.



Siempre quise ser el primer dominicano en la NBA.

Para entonces poner un dominicano en la NBA

era tan difícil como poner un dominicano en la luna.



Practiqué tiros libres, corrí, hice marineros,

sentadillas y lagartijas.

Parodié ganchos, donqueos.

Jugué veinticinco quintetos al día.

Mandé hacer una franela

con el número veintitrés y lloré

cuando Magic Johnson anunció que tenía sida.



Un día toqué la malla de un salto.

Luego toqué el tablero.

Nunca llegué a tocar el aro.



Conseguí esas pesas

que se amarran en los tobillos

y que incrementan el salto.

Pero no funcionaron y me las cambiaron

por unos Converse Magic con aire comprimido

que me robaron mientras jugaba bajo

un transformador en San Carlos.



Compré unos Reebook Pump

y me expulsaron del equipo nacional

de minibasket.

Me faltaba estatura, alegaron.

Ni empinado era lo suficientemente alto.



Dormí trece, catorce, quince horas al día

para acelerar mi crecimiento.

Comencé a comprar jarabes,

vitaminas, minerales, suplementos.

Luego de once meses

creo me estaba encogiendo.



Hice barras.

Ejercicios de estiramiento.

Le pedí a Jesus, a la vírgen

y al hombre elástico

unas míseras pulgadas de más.



Ya tengo treinta años y todavía necesito

dos pulgadas para alcanzar los seis pies.

En vez de llegar a la NBA me mudé de barrio

y ahora juego dominó

en donde da lo mismo si eres enano.



También escribo poemas

y se los dedico a quien se me ocurra.



Por ejemplo este, que dedico a los que ya no se quitan

la camiseta al jugar basquetbol

porque les ha crecido pelo en la espalda.

domingo, 30 de enero de 2011

Los caballos de la muerte o la reescritura de la poesía



Walter L. Bedregal Paz

Darwin Bedoya, Terminal terrestre, Grupo editorial Hijos de la lluvia, Juliaca, Perú, 2011, 36 pp.

¿Por qué anhelamos la muerte? ¿Qué nos mueve a poner nuestra vida al alcance de la nada, a dejarla en el centro de la oscuridad? ¿Acaso todo esto se trata únicamente de ponerle más vida a la muerte? O es que tal vez esto tenga que ver con un sobrecogimiento frente a la verdad de todas las cosas. Aunque no queda exento el razonamiento de que esto resulte ser una brumosa sugestión de otra vida, de una palabra a la vez extraña y familiar que nos conduce al poema. Estas preguntas y supuestos parecen estar acercándose y alejándose en la poesía de Terminal terrestre, el nuevo texto de Darwin Bedoya (Moquegua, 1974). El poemario empieza con un verso de El cristal, uno de los libros primigenios del mexicano Jorge Fernández Granados:

yo también soñé despacio los caballos de la muerte | mientras la poesía | incorregiblemente juntaba palabras dispersas | para comenzar a decir | yo soy quien puede hacer oraciones chorreando aves oscuras | yo soy quien puede atravesar silencios como un potro ya sin vida

( [1] yo también soñé despacio los caballos de la muerte, p.12)

Es a partir de este primer poema que se vislumbra esa pulsión reiterativa de la aniquilación y la fragmentación dentro de un tejer infinito de ecos cuyo concierto alcanza al poemario anterior del poeta, Leve ceniza (2010), es desde allí o desde Terminal terrestre que la muerte va cobrando mayor cuerpo y su efluvio se va acrecentando en cada verso, en cada poema y va, de ese modo, conduciéndonos a un lugar cuyo laberinto sin salida, a veces o en la mayoría de casos, quiere extraviar la sucesión del discurso al igual que la comprensión y la ubicación del lector. Desde esta refracción, la semejanza inicial de Terminal terrestre con Leve ceniza no resulta una suerte de casualidad, menos un asunto meramente superficial o anecdótico, sino más bien, esto demuestra que el autor ha pensado en escribir e inscribir su obra siguiendo un proyecto escriturario, un programa poético. Quizá Terminal terrestre sea una parte más de Leve ceniza o Terminal terrestre pudo haber sido el eje de Leve ceniza. Con todo, o fuere como fuere, la poesía de Bedoya nos permite percibir los límites en donde las cosas permanecen y se van; se tornan luz, espacio, movimiento, y así nos van mostrando que lo que llamamos vida o realidad, supera por mucho la idea preconcebida que de ella tenemos:

sólo quiero que mis huesos florezcan en el lugar donde moran los hombres | quiero señalar con un trébol al cielo y reinventar mi propia muerte | nada sucede cuando desvío manadas de oscuros potros salvajes hacia un barranco | nada es hambre | nada me llueve | polvareda inútil | caballos errantes más allá de mis ojos

( [8] nada me llueve, p.16)

Cada cosa, cada ser es otra razón, indefinidamente: la vida es un cuerpo que es un cadáver que es un cuerpo; su existencia es un palpitar que es un suspiro; el cual no es tal puesto que en vez de palpitar se cierra como una mirada; en cuanto al sueño y a la realidad, a la vida y a la muerte, en Terminal terrestre ya no se oponen pues se confunden entre sí, entonces aparece la duda. Surge la gran interrogante frente a los presagios:

¿qué será? | anoche sentí llover donde antes no había nubes ni cielo ni tierra | sólo un sonido como de una desaparición de caballos que venían por mí| ¿qué será? | esta mañana los charcos me hablaron de lluvia y tierra y cielo | ¿qué será?

( [9] una desaparición de caballos, p.17)

Todo esto no sólo está escrito en el poema, sino que también está urdido en algún lugar de la vida, del corazón mismo —si éste último aún existe debajo de los cascos de los caballos—; pero gracias a esa red vertiginosa de ecos que hemos intentado atisbar y que sólo puede ser tejida por la conciencia clara de lo que se quiere escribir, inclusive más allá de las visiones fantasmales, más lejos aún que los murmullos terribles que envuelven la vida, ese respirar a punto de eclipsarse:
baño mis pies en un río descomunal | en la otra orilla un niño azota las aguas con un animal muerto | las aguas comienzan a teñirse de rojo | el niño se toma las venas de la mano y llora consternado | el animal muerto se deshace | a lo lejos un puente se derrumba inexorable | un murmullo terrible aqueja el silencio | flotan caballos muertos en el agua

( [11] un niño azota las aguas con un animal muerto, p.21)

Uno, a veces, piensa o dice: Yo no le temo a la muerte. A mi propia muerte. Pero no tengo claro cómo voy a morir. Vi morir a un amigo. Ayer estaba y hoy ya no. Todo se volvió negro, como el carbón, y se fue para siempre. No tengo claro cómo voy a morir. Si pudiera elegir mi muerte, pediría que fuera común y corriente. O, mejor, que me duerma y no despierte jamás. Pero nunca desearía una muerte como la de mi amigo. Y, sin embargo, lo que sí sé y estoy seguro, es que con mi diagnóstico nadie puede durar mucho tiempo. Al menos sentiré que llega ese momento. Aunque prefiero morir quedándome dormido, para no sentir nada de nada. A veces pensamos así y la muerte nos crea mundos diferentes. Muertes diferentes. Morimos de otra manera, la menos pensada. Y es que se trata de mundos tan opuestos como el de la vigilia y el del sueño. Pero la muerte es una distancia sola y cabalga lentamente:

tanto he soñado con la distancia que se han gastado las madrugadas | ahora guardo oscuros caballos muertos en los dedos de mis manos | los sueños no pueden volver a ocurrir | las madrugadas no existen | y en un rincón de aquella casa que nadie recuerda | lloran terriblemente los caballos

( [12] ahora guardo oscuros caballos muertos, p.23)

Nada sucede cuando desvío manadas de oscuros potros salvajes hacia un barranco. Flotan caballos muertos. Ahora guardo oscuros caballos muertos en los dedos de mis manos: este exterminio de caballos puede ser una manera de querer alejar el presentimiento de la muerte. El desmoronamiento del galopar que se acerca. Cabestros, herraduras, galopes, relinchos, aparejos, crines, grupas, cascos, herraduras, bridas, espuelas, belfos, ijares, riendas. Potros, alazanes… Si bien, determinar el objeto radical del mundo poético operante en la obra de Bedoya supone encontrarse con la muerte —a caballo— cabalgando, no nos extravía sino que, Bedoya ha escrito este poemario —apartándose sutilmente de otro texto anterior titulado mi padre ojos de caballo (LagOculto Editores, 2010)— con una serie de glosas amplificadoras del discurso: en primer lugar, postula la necesidad de la muerte como un bien terrestre. En segundo lugar, el autor escribe sobre el sentido y valor de la vida o mejor dicho, la necesidad de la muerte, ambos asuntos parecieran surgir como una paradoja frente a la vida del poeta, y de ese modo resguarda una ontología poética en la que se puede decir una realidad que sólo es verdad en tanto se sitúa más allá de sus propios límites:

traigo un rosario de huesos | un sueño muerto que aún piensa en despertar | pienso en un caballo negro pastando en mis manos | tengo palabras como piedras | y mi boca es la de un animal | muerto también | un recuerdo inventado por los años | alguien cabalgando en un sueño profundo | un jinete de humo

( [13] un recuerdo inventado por los años, p.25)

Bedoya, tomando la muerte como existencia poética, la reescribe sagazmente, en respuesta a una necesidad de construcción formal a través de un lenguaje sencillo, elegíaco, pero, eso sí, con un rigor de palabras que encajan precisas en el lugar exacto para dar lugar a la poesía. No es difícil seguir el desarrollo orgánico del quehacer poético de nuestro autor, pues en su data ha estado empleando casi los mismos procedimientos de su poesía anterior, aunque a veces, cambia ligeramente un sistema expresivo, pero vuelve a su cauce, casi como una necesidad o patria, variando de este modo el constructo de la expresividad del hablante poemático:

esta melancolía terrestre | mi hueso terrestre | nada saben de la carne sin sangre | nada puede quedar de mi calavera | mi polvo terrestre | nada queda de la vida | salvo los caballos de la muerte | irrumpiendo como sueños | violentas humaredas | saliendo de un pocillo oscuro y profundo | terrestre

( [14] humaredas de un pocillo oscuro y profundo, p.26)

Creo que en la perspectiva de viaje, Terminal terrestre no es otra cosa que la representación, la simbología (Debemos pensar que todo símbolo, en cuanto signo, evoca una realidad que trasciende el objeto simbolizante y comporta un sentido oculto y misterioso que apela al fondo irracional del inconsciente, del sentimiento y la emoción. Por ello, en el término simbolizante no se podría percibir con absoluta certeza —ni tan siquiera el poeta, pensando sobre el caballo y la muerte, los podría percibir con exactitud— el verdadero término o concepto simbolizado, tal vez ahí radique la valía y la significancia de la poesía) de un cementerio, el paradero final, ese sitio donde todos vamos a llegar, tarde o temprano, es por eso que aquí, en estos versos, están escritos los signos únicos de la vida. En esta poesía habita la voz que esperamos nos llame y nos pueda guardar desde una reminiscencia insegura y a la vez contundente. Caballos. Cabestros, galopes, relinchos, aparejos, crines, grupas, cascos, bridas, espuelas, belfos, ijares, riendas. Herraduras. Potros, alazanes. Los caballos de la muerte. Una reescritura de la vida, de la poesía misma. Aquí en estos brevísimos poemas ocurre un espacio interior que nos gobierna y al que volvemos cada vez que llega o se quiere ir la vida, justamente para hallar las palabras necesarias y rotundas. Quizá por ello la obstinación de estos poemas no se detiene tanto en la muerte como tema y variación de la plenitud en la sucesión de los días, aquí la muerte actúa solamente como el mecanismo oculto de esas intrincadas mutaciones de la vida, como una recóndita representación que posee la certeza de nuestro destino, de nuestros días finales: la siempre condición humana, porque la muerte no es sino otra forma de vida lejos de la vida. Lejos de aquellos potros apocalípticos, sombras de bárbaros atilas.

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Publicado en el diario Los Andes - Puno. http://www.losandes.com.pe/Cultural/2011.

sábado, 29 de enero de 2011

Las nobles verdades sobre Umm el-qaab&kindle


Héctor Hernández Montecinos


I.- EL FIN DE LA CIVILIZACIÓN ES EL FIN DEL LENGUAJE


Esta frase apareció en mi vida como un susurro del inconsciente, como una obsesión que no dejaba de hacerme delirar. No sabía qué hacer con ella. Era un llamado pero un nudo en lo desconocido. Hasta que volví a este libro y me di cuenta que aquí había nacido la idea o al menos la intuición. Entonces, siendo así, aproveché el chorreo semántico de la palabra ‘fin’ para deshilar un nuevo mito, una historia fuera del tiempo, un oráculo paródico y anárquico. Para comenzar, podríamos leer en esta frase inicial que el propósito, o quizá, la consecuencia que nos defina como cultura, como homo sapiens, sea la del lenguaje, las múltiples y complejas formas de esos lenguajes, que ciertamente nos separarían del resto de las especies vivas, o dicho de otra manera, la comprobación real de la evolución, o más aun, la transferencia del código genético a un código de signos vivos. De hecho, tan solo el 2003 se pudo conocer el mapa de la estructura del ADN, del cual el gen HAR1 (Región Acelerada Humana) sería el distintivo de los homininos: la escritura, su sombra, su huella como triunfo de nuestra especie, como su real éxito en la escala de los cambios y adaptaciones a las condiciones de la naturaleza, y luego, a las de la cultura. La segunda posibilidad en este juego de sustituciones y polisemias sería la que nos propone pensar que el objetivo prioritario de lo que entendemos por historia es acabar con su propia inscripción, con el archivo, con la escritura. En este caso, uno regresa de inmediato a lo que significa, material y simbólicamente, la Guerra en Irak, y específicamente, las invaluables bajas culturales que han resultado ser, por ejemplo, las tablillas cuneiformes de barro, que no sólo han sido destrozadas en los ataques al país, sino que han sido saqueadas por el Imperio. De hecho, el Museo Nacional de Bagdad y la Biblioteca Nacional de Irak calculan en centenas de miles las piezas robadas y luego algunas de ellas encontradas en subastas principalmente en Estados Unidos e Inglaterra. No deja de ser impactante, ni mucho menos sintomático, esta transversal de la Invasión, en la que se arrasa con los primeros vestigios concretos que tenemos de la escritura mediante la fuerza bélica de un sistema enriquecido y hegemonizado desde la virtualidad, el interfaz, el hipertexto, el click. Exterminio de la escritura, del documento, del libro: grafocidio. Una tercera tentativa entendería que la extinción de nuestra civilización es lo que se propone el lenguaje, pensando en una irrupción total de lenguas, hablas, decires, jergas, slogans, que se repiten hasta el hartazgo, hasta la náusea, hasta la saturación. Una escena apocalíptica de Babel, pero ya no sólo de idiomas sino que de conjuntos de signos, series de enunciados, mensajes subliminales e incluso señales electromagnéticas, como sería el proyecto HAARP, que colapsarían el sistema central, ya sea el nervioso y el del propio proyecto moderno. En este caso, la publicidad, la prensa, los panfletos políticos, el engaño, entre otros, si bien es cierto no han acabado con la vida, sí lo han hecho con su calidad, tornándola paupérrima, más indigna y servil y sobre todo más objeto de control y manipulación.


Por último, la versión más pesimista, pero a la vez más esperanzadora es la que nos lleva a pensar que la muerte de la civilización es la muerte del lenguaje, y acá volvemos al comienzo. La humanidad es signo, su cultura es palabra. Desde las cuevas donde un primer tentativo hombre o mujer estampaba sus manos pintadas en las paredes de piedra o dibujaba el perfil de animales como una especie de rito, pasando por las complejidades de los miles de sistemas de lenguajes como el mismo cuneiforme, el jeroglífico, el ideográfico, logográfico, el alfabético, entre otros, hasta los actuales terminolectos de la virtualidad, Unicode o incluso el código binario. Es por eso que ciertamente a pesar de la borradura de la inscripción o de la hiper proliferación de señales comunicativas, es decir, de esa morbosa diferencia que existe entre el incendio y la destrucción de las bibliotecas y museos donde se conservan las primeras escrituras de la humanidad hasta, por ejemplo, la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos que ha comprado todos los mensajes de la red social Twitter, que según se calcula, son más de 50 millones al día, es que, el fin de la civilización, definitivamente, es el fin del lenguaje. O más dramático aun es que el fin del lenguaje es en efecto el fin de la civilización. Esa es la máxima ante la cual nos encontramos y ante la cual creemos que el lenguaje poético fue, es y será la principal operación que puede desarticular su propia genealogía, narrar la catástrofe y a la vez construir un futuro. Es el fin de la Prehistoria y el comienzo de la Historia y es posible que sea también el relato molecular de algo así llamado como una Posthistoria, o como señaló Julio Ortega hace unos días en una conferencia: “la memoria del pasado como modelo del porvenir”.



II.- TORMENTA 7, OCULTO VIENTO 7


No se puede hoy hablar con propiedad de poesía latinoamericana contemporánea, como se ha hecho hasta ahora, sin tener al menos las referencias de obras tan fuera de serie como la de los uruguayos Marosa di Giorgio y Julio Inverso, de los mexicanos Manuel Capetillo y Ulises Carrión, el peruano Gamaliel Churata, los bolivianos Arturo Borda y Jaime Sáenz, el guatemalteco Arqueles Vela, el colombiano Raúl Gómez Jattin, los hermanos Lamborghini de Argentina, el puertorriqueño José María Lima, los ecuatorianos David Ledesma Vásquez y César Dávila Andrade, los brasileños Roberto Piva y Wilson Bueno, ambos fallecidos este año, entre varios otros autores. O la de algunos poetas vivos que están en pleno trabajo escritural construyendo obras excéntricas, díscolas, rebeldes, únicas, como el salvadoreño Kijadurías, los cubanos Octavio Armand y Lorenzo García Vega, los uruguayos Roberto Echavarren y Eduardo Milán, el guatemalteco Francisco Nájera, el argentino Arturo Carrera, el ecuatoriano Roy Sigüenza, el dominicano León Félix Batista, el cubano José Kózer o incluso los ya casi centenarios Gonzalo Rojas y Nicanor Parra de Chile. También existen obras que escaparon a todas las expectativas del género lírico, monumentales y fulminantes, encantadas por la magia de la grandilocuencia en momentos en que el sistema quiere acallar toda forma de individuación, anular las posibilidades del genio artístico. Entre estas aventuras poéticas que sobrepasan las centenares de páginas se pueden encontrar Cantico cósmico de Ernesto Cardenal, Ética de Enrique Verástegui, La VidaNueva de Raúl Zurita, El final de los tiempos de Manuel Capetillo, Incurable de David Huerta o Naciste pintada de Carmen Berenguer. Libros que rompen la lógica del mercado, del trueque económico que existe entre un libro de poesía promedio y la desmesura. Libros difíciles de leer en el autobús o en el metro y que se burlan de los tamaños de bolsillo, pues no dudan exceder en todo a ese lector burgués que esconde y muestra el libro como señuelo de clase. No traigo a colación estos nombres a modo de una pedantería libresca sino con la finalidad de demostrar que cada vez que hablamos de poesía latinoamericana se abre una nueva brecha y un horizonte de lecturas que no teníamos cartografiado, pues estos nombres no sólo responden a un abanico personal de afinidades electivas, sino que ciertamente han pasado a convertirse en una nueva tradición, más bien rizomática y desterritorializada, que ya no se pregunta por biografías o nacionalidades, sino que por territorios en su libre nomadismo. Zonas autónomas de identidad y escritura. Nuevas formas de inscribir el delirio, la violencia, la ruina, el borde, pero también la esperanza, la fraternidad, las nuevas utopías, es decir, el propio mundo. Este fenómeno se hace mayormente visible tanto por la enorme cantidad de poetas y obras que durante el siglo XX y lo que llevamos del XXI vienen dándose de manera abrupta y total, como también por el hecho de que el conservadurismo y las vanguardias, como casillas nominativas, han operado en una especie de mancomunión que ha excluido a las propuestas que no se corresponden ni a una ni a otra. En efecto, uno podría dudar de la dialéctica negativa entre tradición y vanguardia, pues no se oponen, no se excluyen sino que se complementan, se reclaman y se necesitan mutuamente. La tradición es un flujo lento y más bien asociado a la concreción del Libro, mientras que la ruptura tiene que ver con una rapidez de la velocidad y se acerca a la idea de Obra. Una y otra son aceleración, a su modo, de las materialidades, de las operaciones textuales, de los tiempos ficcionales, pero principalmente de un nuevo lector, punto clave en la diferencia entre ambas: las escrituras no mutan mayormente y muchas de ellas que habían sido leídas desde la tradición pasan luego a ser leídas como ruptura, y viceversa. De allí que ese nuevo lector que puede hacer una lectura vanguardista del canon o una tradicionalista de las rupturas sea el amanuense que vendrá, o que ya está aquí, incluso llegando a pensar que las vanguardias del siglo XX serán el folclor del XXI, o lo que se pensó era el canon no era más que una construcción política en el fracaso que significa la fama, las altas ventas o el oportunismo.


De hecho, en Latinoamérica se viene dando un proceso sumamente interesante, en el cual no sólo se relee lo anterior sino que además se densifica lo nuevo a partir de estos marcos de recomposición y rescritura, lográndose un cruce de pulsiones que cuestiona las nociones de genealogía y devenir. Recordemos que Borges y Paz vieron a la tradición como un tema de futuro, incluso uno podría pensar que la ruptura se adhiere a la tradición de un mañana, tradicionalismo o canon del porvenir. Es así que se agradece por fin la aparición de estas nuevas formas de leer y entender la ficción, para obras tremendamente complejas, enormes y desestabilizadoras que en su tiempo de circulación fueron negadas o silenciadas por los mainstreams locales. Obras que llegan hasta hoy como reliquias de un delirio soterrado por el conservadurismo y el miedo de las épocas precedentes. Un ejemplo de esta fisura en la línea del tiempo sería la obra del argentino Antonio Porchia (1885-1968) que poetiza el género del aforismo emparentándolo con la literatura oriental, el venezolano José Antonio Ramos Sucre (1890-1930), precursor del surrealismo y antecedente directo en Latinoamérica de la poesía en prosa, la del chileno Pablo de Rokha (1894-1968) que inaugura el desborde monumental e imprecatorio o la del colombiano Luis Vidales (1900-1990) que con su Suenan timbres (1) en 1926 estrena un sentido del humor ácido y paródico. Pienso también en lo que fueron las grandes cimas de las vanguardias andinas con el inaudito 5 metros de poemas (2), el inclasificable El pez de oro (3) o El Loco (4) que suma alrededor de tres mil páginas. Obras que permanecieron en un estado de hibernación a pesar de su genialidad y del grado de radicalidad en su propuesta que, sin duda, pone en jaque lo que la oficialidad literaria llamó como vanguardia en el siglo pasado. El poeta y académico peruano Luis Fernando Chueca ha reunido en dos volúmenes, Poesía vanguardista peruana (5), a varios de los autores peruanos más experimentales tal como el mismo César Vallejo, Enrique Peña Barrenechea, Emilio A. Westphalen, César Moro, Xavier Abril, Alejandro Peralta o Alberto Hidalgo, entre varios otros.


En las cercanías del 2012 como fecha simbólica y límite de la civilización, la poesía vuelve a pensarse como una voz colectiva, aun numismática, sin la exageración del médium, pero sí con la pre-visión de una crisis que une algo que termina y algo que comienza. En ese sentido, estamos frente a la aparición de una nueva escena de poetas con propuestas radicales que vienen desde distintas tradiciones y lecturas, que de cierto modo, están inventando un horizonte donde podrían aparecer aún nuevas estrategias deconstructivas. Justamente su triunfo es la invención de un nuevo lector para estas escrituras, es decir: usted. Tal como el encuentro entre el Viejo y el Nuevo Mundo conformó un inédito paradigma, y también paradogma, a la vez creó una nueva forma en lo que significó la idea de lo conocido, el misterio y la aventura que se concretó en la relación del sujeto con el escribir(se). Hoy estamos como humanidad entera en un Nuevo Mundo Global, pero quizá ad portas de un Otro Mundo que podría resumir toda nuestra historia como la historia de la selección natural del artificio que es el lenguaje, y ciertamente no seríamos más que eso, apolíneo y dionisiaco lenguaje. Multiforme y heteróclito. Cambiante y único a la vez. Un crisol de condiciones de posibilidad del pensamiento.



III.- NO ES ANTOLOGÍA, NO ES PANORAMA, NO ES MUESTRA


Las antologías son un género literario extraño, son todas absolutamente distintas, pero todas absolutamente iguales. Hay algo en ellas que asusta un poco, y es el hecho de que el correr de nombres, ya sean muchos o pocos, terminan siendo una agenda telefónica para saber a quien llamar y a quien no. Además, este género siniestro y maquiavélico en sí no disfruta hasta que el escándalo y la tirria se apoderan del medio donde aparece, pues por así decirlo, toda antología se alimenta del odio de los que no fueron incluidos y del dedo de quien la hace. Antología sin batahola, no es antología, sino que una muestra, una selección o un panorama como les gusta decirle a esos que le tienen miedo al movimiento y la fricción. Así comencé un artículo sobre Nosotros que nos queremos tanto(6) hace un año y medio atrás. Ahí quería expresar más o menos lo que veía como el ánimo de una antología en el sentido de su coeficiente de provocación y remanencia. No son imprescindibles, pero son necesarias. Nunca son muy bien reseñadas, pero son leídas. Pasan a la historia o al más silencioso olvido en un descuido. Suele haber una desproporción entre el número de sus páginas y su tiempo de vida útil, pues aparece una nueva o mejor y ya todo ese papel se convierte en polvo. Cuando menciono la palabra ‘antología’, sé que es una noción problemática y a menudo causa de arrepentimiento y de dar excusas innecesarias por parte de ese antologador. Reconozco que no me gusta el término, pero citarlo me obliga a dejar en claro un par de aspectos que sinceramente quería eludir, pues me parecen que su discusión se ha tornado un tanto nebulosa y bizantina debido a la estrechez crítica, la mala intención o el resentimiento, del mismo modo pasa con conceptos como ‘generación’, ‘margen’, ‘lo político’ o ‘representatividad’. Si bien es cierto no titulé este libro como antología, de algún modo lo es, es decir, una selección de lo más apropiado y meritorio en cuanto a la línea editorial que me propuse como recopilador. Es una antología, pero una antología de mis lecturas en casi cinco años, varias de ellas fueron iluminaciones y otras llanamente no aportaban nada nuevo ni interesante. Pues en este sentido, y lo reitero, ya que algunos quieren que uno escriba lo que ellos desean ver, este libro es la antología de lo que pude leer de poesía latinoamericana reciente y no de un momento histórico determinado o un corte generacional.


De las antologías de poesía latinoamericana, digamos, canónicas y menos abrumadoras, la primera que se me viene a la mente es la Antología de la poesía hispanoamericana contemporánea 1914-1987 (7)de José Olivio Jiménez, que data de 1971 (revisada en 1977 y ampliada en 1988). Otra menos conocida pero que para mí fue clave es 24 poetas latinoamericanos (8)de Francisco Serrano, pues de hecho fue la primera que leí hace poco más de diez años. Luego, otra que es insoslayable, incluso hoy pese a la distancia temporal, es la de Julio Ortega, Antología de la poesía hispanoamericanaactual (9), que data de 1987 y lleva hasta hoy más de una decena de ediciones. No obstante, Ortega ha publicado nuevas selecciones, actualizadas y quizás las más arriesgadas en cuanto a oferta poética, como por ejemplo la Antología de la poesía latinoamericana del siglo XXI: El turno y la transición (10) que ya va por su tercera edición. Dos de las más voluminosas antologías de poesía latinoamericana están publicadas en México separadas por un margen de diez años. La primera es Nueva poesía latinoamericana (11) del poeta peruano Miguel Ángel Zapata que ofrece una serie de autores no vistos en otras antologías por diversas razones y la segunda es Antología crítica de la poesía del lenguaje (12)del español Enrique Mallén que pretende ser un derrotero de las poéticas neobarrocas, o del lenguaje como el mismo título lo sugiere. Sin embargo, quiero tener como piedra angular, y de manera simbólica para este libro, dos antologías. La primera de ellas no ha circulado mayormente pese a la creciente fama de su autor, me refiero a Muchachos desnudos bajo el arcoíris de fuego (13) de Roberto Bolaño. La otra es Medusario(14) compilada por Roberto Echavarren, José Kozer y Jacobo Sefamí. Si Deleuze proponía una lengua extranjera dentro del idioma, quizá el mérito de estos dos libros sea justamente el de haber ayudado a construir ese estado intersticial del lenguaje, anómalo, escrito desde la excepción, desenfadado, en y contra la lengua madre en momentos señeros. En el primero de estos libros aparecen entre otros Jorge Pimentel, Orlando Guillén, Enrique Verástegui, Mario Santiago, Bruno Montané; en el segundo destacan Gerardo Deniz, Rodolfo Hinostroza, Eduardo Milán, Néstor Perlongher, David Huerta, Marosa di Giorgio, Raúl Zurita, Haroldo de Campos, Arturo Carrera, Reynaldo Jimenez, entre varios otros. Se podría pensar tal vez que sumando los autores de ambos libros tenemos el corpus de las obras más extremas, radicales y desmedidas del último cuarto del siglo XX. Por otra parte, hay antologías que han visibilizado y ayudado a cartografiar nuevas escenas poéticas como es el caso de Monstruos (15)en Argentina, Cantares (16) en Chile, Generación del 2000(17) en Perú, Cambio climático(18) en Bolivia, Divino Tesoro(19) o la “Red de los poetas salvajes”(20) en México, Aldeas mis ojos(21) en Guatemala, Años de jugo loco (22) en Paraguay, Una madrugada del siglo XXI (23) en El Salvador, Novísimos (24) en Nicaragua o Antología de la nueva poesíacubana1970 - 2010 (25), sólo por citar algunos ejemplos en los cuales el rango etario en que cierran sus selecciones está ya a finales de los 80 o concretamente a inicios del 90.


Algunas pocas ayudan a ampliar el panorama en cuanto tensionan ciertas escenas y proponen autores y obras que dialogan críticamente con éstas, de algún modo una compensación a las miopías editoriales de turno, como por ejemplo, Los cuatro puntos cardinales son tres: el sur y el norte (26), panorama de la poesía chilena editada en Cuba por Damaris Calderón, que quizá, en esta índole, sea la selección más completa de las que se hayan hecho hasta ahora, y donde además aparecen autores no reconocidos por la oficialidad literaria como Violeta Parra o Víctor Jara. O el caso paralelo de Perú, que según creo, es el país con más antologías poéticas nacionales, tanto editadas dentro como afuera. En efecto, a mi mano tengo más de una veintena de estos libros, de los cuales destacan La mitad del cuerpo sonríe (27) del mexicano Víctor Manuel Mendiola, 21 poetas peruanos (28) de Miguel Ildefonso, que se pretende como un derrotero anómalo de autores, La letra en que nació lapena (29) de MaurizioMedo y Raúl Zurita o incluso 2+, que de algún modo es una parodia al concepto de antología y se exhibe como resultado del amiguismo y la parranda de bar. También México cuenta con una gran cantidad de antologías de poesía nacional, quizá las más recordadas sean El manantial latente (30) de Ernesto Lumbreras y Hernán Bravo Varela, donde aparecen autores como José Eugenio Sánchez, EnziaVerduchi, León Plascencia Ñol, Sergio Valero, Mónica Nepote, Luigi Amara, Julián Herbert, María Rivera, Alejandro Tarrab, Luis Felipe Fabre, entre otros. Del mismo año es Árbol de variada luz (31) de Rogelio Guedea y coincide en varios de los autores recién mencionados, no obstante agrega un apéndice con algunas artes poéticas y reflexiones sobre el propio quehacer literario. Como decía antes, son muchísimas las antologías de poesía mexicana, tanto por el espesor de su tradición como por el fantasma omnipresente que ésta misma representa en la actualidad. Otro caso destacado es la ecuatoriana Antología del siglo XX. Poesía (32) seleccionada por Raúl Pacheco e Iván Carvajal, que si bien es cierto cubre un espectro de 90 años, no soslaya a autores que en su momento no fueron considerados y que ahora son referentes de las nuevas generaciones como Hugo Mayo, Efraín Jara o Javier Ponce. Abarcando más de doscientos años de poesía guatemalteca en dos tomos, Los nombres que nos nombran(33), de Francisco Morales Santos se convierte en uno de los más portentosos trabajos antológicos de Latinoamérica. En Chile, la editorial LOM está publicando una serie de antologías poéticas de diversos países que hasta la fecha cuenta con Antología de la poesía boliviana(34)de Mónica Velásquez Guzmán, Antología de la poesía peruana(35) de Carmen Ollé, Una antología de la poesía argentina(36) de Daniel Fondebrider y Las palabras necesarias (Antología venezolana) de Arturo Gutiérrez Plaza(37) . Un proyecto similar, pero en menor escala es Cuatrocuartetos del poeta y editor argentino Cristian de Nápoli, que consiste en cuatro libros con cuatro poetas de un país, dentro de los cuales ya están publicados Cuatro cuartetos I. Cuatro poetas recientes de Chile (38) y Cuatro cuartetos II. Cuatro poetas recientes de Brasil (39).


En Centroamérica tenemos los casos de Construyamos un puente: 31 poetas panameños nacidos entre 1957 – 1983(40) compilado por Salvador Medina Barahona y Enrique Jaramillo Levi, libro que recorre buena parte de la última producción poética de Panamá. En Cuba existen varias antologías, quizá una de las más importantes sea Las palabras son islas (41)que comprende a autores nacidos desde mitad del siglo XIX hasta Norge Espinosa Mendoza nacido en 1971. Dos antologías también publicadas en Cuba son El arcano o el arca no (42) y Poesía contemporánea venezolana(43) , la primera de poesía argentina y la última de Venezuela evidentemente. Algunas tienen el valor de haberse hecho en tiempos difíciles, con poca circulación y recepción en su momento, pero que nos llegan hoy como documentos históricos y referentes, tal es el caso de la antología de poesía boliviana Fosa común(44) hecha por Humberto Quino que data de 1985, o del mismo autor, Álbum de la nueva poesía chilena (45), donde aparecen ya tempranamente, y en el extranjero, autores como Juan Luis Martínez, Carmen Berenguer, Paulo de Jolly o el enigmático Gonzalo Santelices. La misma Zurdos(46) de Yanko González y Pedro Araya que cuenta con dos ediciones fuera de Chile, quizá sea el primer intento o el único de una antología de poesía latinoamericana hecha por chilenos, exceptuando la de Bolaño. Un caso interesante es lo que sucede con Brasil. Tengo conmigo tres antologías de poesía brasileña, que de un modo u otro complementan el mapa de lo que entendemos por Latinoamérica. La que cubre más extensión temporal es Visión de la Poesía Brasileña (47) de Thiago de Mello, que va desde la poesía colonial hasta la posmodernista, es decir, del siglo XVII al XX. La siguiente es Másque carnaval(48) de Miguel Ángel Flores que empieza con algunos autores que participaron en la histórica Semana de Arte Moderno de 1922 hasta la llamada ‘generación del 45’, es decir Carlos Drummond de Andrade, Oswald de Andrade, CecíliaMeireles o Ferreira Gular,


Algunas antologías tiene su propia temática, que excede la mera recopilación de poemas, como pueden ser la Antología de la poesía surrealistalatinoamericana(50) de Stefan Vaciu que reúne material poético de los surrealistas de Perú, Chile, México, o la fundamental Hora Zero: Los broches mayores del sonido(51) de Tulio Mora que consigna las obras y proyectos de dicho grupo y sus relaciones con otros artistas como los Infrarrealistas en México. Un caso sumamente interesante es el ideado por el poeta argentino Alejandro Méndez de las “Afinidades electivas”, que se propone como una curatoríaautogestionada en la cual poetas van recomendando a otros poetas para que su obra sea subida a un portal de internet, y luego éstos a otros. Es tanto así que el fenómeno ya se da en varios países y ha cubierto una real necesidad de circulación, discusión y contingencia con los beneficios y dificultados que permite la web. Jacobo Sefamí, uno de los compiladores de Medusario, afirmaba en un artículo de “Letras Libres” (Septiembre, 2005) a partir de El decir y el vértigo (52) que “casi todas las antologías de poesía hispanoamericana contemporánea publicadas en los últimos veinte años incluyen a escritores nacidos de 1910 a 1950”. Las salvedades, continúa, serían el libro recién nombrado cuyo autor más joven nació en 1979, la Antología de la poesía hispanoamericana del siglo XXI/El turno y la transición(53) que cierra con un poeta de 1975 y, por último, Prístina y última piedra (54) de Eduardo Milán y Ernesto Lumbreras que concluye con uno de 1965. Otra antología que corta en 1979 es Cuerpo plural(55) (2010) compilada por Gustavo Guerrero y que por su cercanía temporal vendría a ser una suerte de hermana mayor de este libro. Finalmente, dos antologías importantes publicadas el mismo año también en España son Una gravedad alegre(56) de Armando Romero que comprende a destacados poetas nacidos entre 1940 y 1977 como Roger Santiváñez, Rodolfo Häsler o Silvia Guerra, y Pulir huesos(57) de Eduardo Milán con autores que nacen a partir de 1950 hasta 1965. Acá aparecen varios desclasificados en sus países locales como Diego Maquieira, Maurizio Medo o Eduardo Hurtado. Otras dos últimas antologías que quiero mencionar por su singularidad son Las ínsulas extrañas(58) , ya que es una de las pocas, por no decir, quizá la única que conozco hecha por cuatro compiladores, además del hecho de ser la mitad de ellos españoles y la otra mitad latinoamericanos, y quizá la antología más abarcadora, monumental y expansiva que sería The Oxford book of Latin American Poetry (59), editada por la poeta y artista visual chilena Cecilia Vicuña y el argentino Ernesto Livon-Grosmanque reúne el trabajo de ciento cuarenta y dos autores del continente desde la escritura maya hasta las experiencias de poesía visual, sonora y land art. Se presenta como una visión multilingüe de la poesía latinoamericana de los últimos quinientos años escrita en español, portugués, quechua, náhuatl, maya quiché, guaraní, mapudungún, entre otras.


Como se ve, son bastantes los proyectos antológicos que se han llevado a cabo en Latinoamérica y evidentemente existen muchos más que no he podido consignar aquí por cuestión de espacio, algunas han querido abarcar grandes márgenes de tiempo, otras a muchos o pocos autores en una cantidad limitada de páginas. En síntesis, la mayoría de ellas pretende visualizar cierta tradición y/o cierta vanguardia, y he allí un verdadero riesgo. No son sólo filias y fobias el caldo de cultivo de una antología, sino también la efectividad de un super lector que está consciente de que siempre el corpus restante, el suplemento, lo que queda fuera será lo más interesante y esto no como un defecto de la propia antología, sino como un síntoma del estado de salud de la poesía latinoamericana, la cual se potencia, se densifica, se propaga a diversas zonas de manera vertiginosa y audaz.


Ciertamente, tanto las antologías, como los panoramas y las muestras querrán visibilizar un estilo determinado, una generación, una comunidad e incluso una nación, sin embargo algo las une más que la buena o mala fe, y es la urgencia de su lectura más allá de su estilo, de su generación, de su comunidad y de su país. En efecto, no es tan curioso el hecho de que las antologías se estén publicando de manera gravitante en países donde la poesía ha mantenido su carácter de bien decir, su talante de tradición más que de innovación y alejada de los excesos del desborde y la ruptura, quizá por la necesidad de acelerar procesos en un medio conservador, o por el contrario, como un museo de la posmodernidad.



IV.- MI LUCHA


Este libro es el resultado y la comprobación de un espíritu de época, de un corpus poético al que he ido acercándome desde hace más de media década, tiempo en el cual he podido viajar y conocer a una gran cantidad de poetas, poéticas, libros y obras deslumbrantes, alucinadas y atópicas. Los 40 autores acá seleccionados han nacido entre los años 1976 y 1986, fechas que he tomado como umbrales coincidentes con un movimiento de fractura en el quehacer de la poesía latinoamericana de hoy, llamada ‘novísima’, no sólo por la edad de sus autores, sino por la novedad de muchas de sus propuestas. Vale señalar que el concepto se ha prestado a malos entendidos, ya sea por ignorancia o mala intención. Cuando hablo de novísimo, no pienso sino en lo más nuevo que ha aparecido hasta este preciso momento, sin entender esa novedad como una categoría fenomenológica, estática o fija. Ha habido cientos de novísimas generaciones y espero que haya cientos más. No es poesía joven, pues la poesía no es joven, ni vieja, ni femenina, ni homosexual, ni negra, ni judía, estas son sólo características de lectura, y no de escritura; a lo más se podría señalar que es poesía escrita por jóvenes, pero ante eso prefiero el término novísimo por la superlatividad del desafío. Profundamente solitarios, casi no se conocen entre ellos, están en los márgenes de los núcleos de irradiación neoliberal, alejados de los brillos de los mercados editoriales y de las famas de papel en vida, estos autores están trabajando a profundidad el lenguaje poético, tanto como deconstrucción del idioma y su (des)traducción visual y fónica. La lengua ya no sólo sirve para nombrar sino que también para verse y oírse. Las letras se convierten en objetos que producen ruido al arrastrarse sobre el papel y la escritura de sí mismo en exterioridad y materia. Estas obras hacen delirar al lenguaje, estrujan su comunicabilidad y proponen las posibilidades de su exterminio, quiero decir que, sólo desde el lenguaje es posible su desastre trágico, lo cual también significaría su momento de mayor lucidez. También crean una nueva comunidad dentro del imperio lingüístico del idioma, inventan nuevas ciudadanías gramaticales, descubren nuevas multitudes léxicas, abren las puertas del lenguaje a su propio nomadismo, su fuga y su trashumancia.


La mayoría de estas escrituras están pensadas como obras, y ya no como libros ni menos conjuntos de poemas. Son obras como propuestas, y desde allí aparece su radicalidad, pues rompen la linealidad del progreso, tienen un carácter insular, se ponen en tensión ellas mismas y al circuito de su aparición. Estas escrituras aceleran los procesos de cambio en los sistemas donde emergen, alteran el estado ‘natural’ de la poesía, atribulan la quietud del canon conservador. La radicalidad invalida al resto de las obras, las deja en vergüenza, ridiculiza al lector burgués, se burla del poco riesgo, quiebra las expectativas del género. Escrituras catárticas, postchamánicas, corpus de ruinas, ruinas de la lengua, de los lenguajes, de las hablas. Así unidas monumentalizan el fracaso de un idioma, pero el punctum de su ficción. No se pretende dar vuelta la página, sino que agregarle hipervínculos. No están a favor de la historia, son puro devenir. No son genealogía, sino interrupción. Bicentenarios, cambios climáticos, terremotos, internet, la postpoesía aparecen en estas series de textos a modo de intersticios en movimiento de una obra que no cierra una etapa, una comunidad o una vectorialidad del discurso poético latinoamericano, sino que la abre. Al momento de elegir a los 40 autores y su obra que están aquí he optado por lo más problemático, crucial y emocionante de lo que hasta el día de hoy he podido leer. Lo más insólito, más novedoso, más cercano al futuro que al pasado, es decir a esos despuntes de una tradición que aún no existe y que por tanto se descalzan de los canones locales como quiebre y de los manidos tópicos universales como el amor o la depresión, o el lirismo meloso. Híbridos, mutantes, subjetividades que deambulan entre protocyborgs y lo postporno, entre el biopoder y las nuevas épicas o cantos deconstructivos. Si la ironía fue la manera de ridiculizar en cierto momento la suntuosidad del mundillo literario, ahora que este mismo campo es en sí una ironía dentro de la sociedad de mercado y la suntuosidad se ha convertido en mercantilización es que nuevos procedimientos estilísticos y nuevas operaciones han sido necesarios para visibilizar las facetas internas de un oficio milenario pero al mismo tiempo absolutamente actual. No hablaré aquí de los autores en particular o de una visión panorámica de sus países respectivos, pues ellos no representan en nada al promedio poético de sus lugares de origen, de hecho son los raros, los ‘anormales’, pura interdicción. En este sentido prefiero referirme a algunas zonas textuales transversales, como por ejemplo, el coloquialismo poético que comienza en los cincuenta que nunca me pareció tan así, es decir, que el ‘escribir como se habla’ nunca se cumplió del todo. Ya sea por la imposibilidad gráfica con respecto al sonido o porque las hablas no quieren ser archivadas y se resisten en su bamboleo prostibular. Ni el programa de Parra o Cardenal llegaron a ser una koiné, una lengua del pueblo, o un pueblo en una lengua. Tampoco los intentos de la poesía social, ni menos el forzado neopopulismo de la cumbia y el arrabal posmoderno. Los cuestionamientos de si una imagen visual o un relato pueden ser poesía o no ya parecen tan obsoletos, no sólo por todos los vericuetos de las vanguardias, sino también por el hecho de que en una comunidad global tecnográfica la transferencia de las posibilidades de los discursos se hace más que necesaria. Los géneros literarios hasta hoy determinados se contaminan, se permean, se desean, tanto así que por ejemplo la poesía viene a ser en conjunto la novela de su tiempo, la más transparente narratividad de una época, o visto de otro modo, las novelas más logradas en cuanto a idioma, densidad psicológica y posibilidades de lectura son las que tienen de protagonista al propio lenguaje. Ciertas materialidades resultan desgastadas y anémicas, como por ejemplo, lo que se ha llamado poesía urbana, rearmada localmente desde el formato objetivista en la tradición angloamericana que insiste con su tesis taxativa y moral de ‘decir mucho en poco’, o incluso fascinados en la contemplación de un espacio material y simbólico como la ciudad sin darse cuenta de la ruina cultural que ésta significa hoy en día. Digamos un contemplar pasivo, sospechoso, mudo mientras que el sentido de la intervención cobra una nueva fuerza y una nueva necesidad. También se siente un exceso en cierta poesía de género de reforzar ciertos mitos, arquetipos, personajes y signos culturales mediante apropiaciones de un yo máscara o de un yo otro. Asimismo, existe cierta sobre discursividad en torno al (neo)barroco que antes de leerlo resulta un tanto agotador, pero quizá esa sea su fractura, es decir, modificar los tiempos, los espacios escriturales, el convenio social de la comunicación y la expresividad. No quiero decir que aquí exista un corte abrupto con lo anterior, pero sí una relectura crítica, activa, de muchos de los tópicos que han prevalecido en la poesía de los últimos años. Por lo mismo, no estoy seguro de si esta poesía podría encasillarse en lo experimental, en la postvanguardia o algún mote de esta índole. Tengo la sensación de que entre los autores y autoras el coeficiente de dispersión y radicalidad no es un fin, sino un medio para tensionar sus propias obras, y de inmediato, el lugar que éstas tienen en los campos culturales respectivos.


Quizá la colectivización sea otra de las nuevas concreciones de esta escena situada en esta primera década del siglo XXI. Me refiero a un sentido colectivo de la enunciación, a un nosotros que en tiempos de ruina y mercado vuelve a ser peligroso y problemático, pues huele a desacato, complot y sedición. En efecto, varias son las aristas de este proceso, por un lado la realización de festivales y encuentros de poesía latinoamericana que se han venido dando últimamente, tales como ‘Salida al Mar’ de Argentina, ‘Poquita fe’ de Chile, ‘Novissima Verba’ o ‘País Imaginario’ de Perú, ‘Vértigo de los Aires’ de México, ‘Flap’ de Brasil, entre varios otros, y de manera paralela la proliferación de las editoriales independientes cartoneras tales como Eloísa Cartonera (Buenos Aires, Argentina), Sarita Cartonera (Lima, Perú), Yiyi Yambo (Asunción, Paraguay), Dulcineia Catadora (SãoPaulo, Brasil), Yerba Mala Cartonera (La Paz, Bolivia), Matapalo Cartonera (Riobamba, Ecuador), Santa Muerte Cartonera (DF, México), La Cabuda Cartonera (San Salvador, El Salvador), La Propia Cartonera (Montevideo, Uruguay), Atarraya Cartonera (Puerto Rico), La Ratona Cartonera (Cuernavaca, México) y la itinerante Hasta la vista baby cartonero, entre muchas más. Por último, el hecho de que en este libro haya poetas de la totalidad de países de Latinoamérica no responde a un afán de representatividad irrestricto ni impuesto, sino a la real oferta que existe de obras afines a los objetivos que me propuse. Este libro me gustaría fuera más parecido a una película que a una fotografía, seguramente en algunos años irá mutando en su devenir e historia y se hará necesaria una segunda parte o una reedición ampliada. Es un libro fagocitador, se come a sí mismo y quiere más, más autores, más textos. Una especie de virus, de allí la interacción de letras y números de su título aludiendo al H1N1, que en un juego de letras quise leer como N1H1 (Nada), y al HAR1 nombrado al principio. Nuevas palabras para nuevos acontecimientos, nuevas siglas para un nuevo siglo. A diferencia de otras antologías que comprenden varias décadas entre la fecha de nacimiento del poeta mayor y el menor, 4M3R1C4 sólo abarca una. Esto se explica por el hecho de que desde el 2000 comienzan a publicar, a socializarse y a repensarse estas poéticas en sus campos culturales respectivos, por lo cual 4M3R1C4 se pretende como un libro del siglo XXI, no revisionista sino que creacionista en el sentido huidobriano. Me hubiese gustado borrar los nombres de los autores y hacer de todos los poemas uno solo, pero ya no sería un corpus inconscientemente colectivo, ni un espíritu neosecular. De hecho, su multiplicidad, su diferencia y sus micropolíticas de desajuste han venido a coincidir con el establecimiento de las hiperdictaduras en Latinoamérica, termino con el cual he pensado la instauración, post S 11, de severas biopolíticas de control y vigilancia, de restricciones a los derechos individuales y colectivos mediante una neurosis por la seguridad y la consumación de un estado policial. No se pretenden nuevos manifiestos ni viejas insurgencias, sino provocar desde y con el desacato del lenguaje. Esta es la razón de 4M3R1C4, poder reunir a una parte de esas escrituras que comparten y se caracterizan por un alto grado de experimentalidad, de riesgo en sus paisajes gráficos, nuevas formas de entender el oficio actualmente y que de algún modo son una suerte de avanzada en la catástrofe o luces en esta inmensa noche que es la poesía en Latinoamérica, llena de cuerpos celestes, estrellas, hoyos negros y cometas. Aunque debo reconocer que si bien es cierto, para algunos países la selección de autores fue casi de manera instantánea, para otros tuve que indagar, investigar, preguntar a amigos para poder llegar a los que finalmente aparecieron. El hecho de que algunas obras no tuvieran cabida, como por ejemplo, las de Willni Dávalos (Perú, 1988), Víctor Ibarra (México, 1988) o Alexander Correa (Chile, 1991), sólo responde al corte de edad, siendo que de algún modo también pertenecen a algo que podríamos llamar ‘generación’. En este aspecto aprovecho de apuntar una última idea. Creo que sí se puede hablar de una generación, entendiéndola como el campo de redes, experiencias y circulaciones que un grupo puede llegar a tener mediante el encuentro entre ellas, tanto por las coincidencias en espacios de socialización cultural, como por el mero acto de escribir tensionando las partículas elementales de los cánones, los géneros o al mismo campo cultural. Una generación sería, de este modo, la visibilización de fuerzas individuales, pero sobre todo colectivas en un medio donde la circulación sería el factor principal, más allá del estilo, la edad o la pertenencia a una comunidad determinada.


Que yo sepa, somos el primer trabajo de este tipo que comprende a poetas de absolutamente todos los países hispanoparlantes de Latinoamérica, además de una paridad de género que coincide con el nivel y la aventura de cada una de las obras en general, y como conjunto. Estas líneas son sólo una somera explicación del origen de este libro que, sin duda, es una provocación al fascismo, al silencio cómplice del mercado y los medios, pero sobre todo al conservadurismo que impera en nuestro campo cultural. 4M3R1C4 se pregunta por la historia de la civilización mediante la historia de su lenguaje. 4M3R1C4 es un virus fractal de la poesía latinoamericana más reciente. 4M3R1C4 es la comprobación de que la vida le copia a la poesía, y no al revés.


Santiago-La Habana-Ciudad de México.


NOTAS


(1)Vidales, Luis. Suenan timbres. Bogotá: Colcultura, 1976. Segunda edición.

(2)Oquendo de Amat, Carlos. 5 metros de poemas. Lima: Editorial Minerva, 1928.

(3) Churata, Gamaliel. El pez de oro. La Paz: Canata, 1957.

(4) Borda, Arturo. El Loco. III volúmenes. La Paz: H. Municipalidad de La Paz, 1966.

(5) Chueca, Luis Fernando. Poesía vanguardista peruana. II volúmenes. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 2009.

(6)Nosotros que nos queremos tanto: Poesía contemporánea de México. Ciudad de México: El Billar de Lucrecia, 2008.

(7) Jiménez, José Olivio. Antología de la poesía hispanoamericana contemporánea 1914-1987. Madrid: Alianza editorial, 1971.

(8)Serrano, Francisco (Selección y prólogo). Ciudad de México, Coedición Latinoamericana, 1997.

(9) Ortega, Julio. Antología de la poesía hispanoamericanaactual. Ciudad de México: Siglo XXI, 2004.

(10) Ortega, Julio (Compilador). Antología de la poesía latinoamericana del siglo XXI: El turno y la transición.Ciudad de México: Siglo XXI, 2005.

(11) Zapata, Miguel Ángel (Prólogo y selección). Nueva poesía latinoamericana. Ciudad de México: Universidad Nacional Autónoma de México y Universidad Veracruzana, 1999.

(12) Mallén, Enrique (Compilador). Antología crítica de la poesía del lenguaje. Ciudad de México: Aldus, 2009.

(13) Bolaño, Roberto. Muchachos desnudos bajo el arcoiris de fuego. 11 jóvenes poetas latinoamericanos. Ciudad de México: Extemporáneos, 1979.

(14) Echavarren, Roberto. Kozer, José. Sefamí, Jacobo. Medusario. Muestra de poesía latinoamericana. Ciudad de México: FCE, 1996.

(15) Carrera, Arturo (recopilación y prólogo). Monstruos. Antología de la joven poesía argentina. Buenos Aires: FCE, 2001.

(16) Zurita, Raúl. Cantares. Nuevas voces de la poesía chilena. Santiago: LOM, 2004.

(17) Claroscuro (Selección e introducción). Generación del 2000?. Muestra de poesía joven. Lima: Círculo Abierto editores, 2006.

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(19) Fabre, Luis Felipe (Selección y prólogo). Divino Tesoro. Muestra de nueva poesía mexicana. Ciudad de México: Libros de la Meseta, 2008.

(20) http://reddelospoetassalvajes.blogspot.com dirigida por YaxkinMelchy.

(21) Mills, Alan. Aldeas mis ojos. 10 poetas guatemaltecos después de la posguerra. Ciudad de Guatemala: C.C. de España/ X Festival del Centro Histórico de Guatemala, 2007.

(22) Bogado, Cristino. Años de jugo loco 1996-2007 (Última poesía paraguaya). Asunción: Jakembó editores, 2007.

(23) Amaya, Vladimir (Selección, prólogo y notas). Una madrugada del siglo XXI. Poesía jovensalvadoreña. San Salvador: Autoedición, 2010.

(24) Cordero, Irving; González, Marta Leonor (Compiladores). Novísimos: Poetas Nicaraguenses del Tercer Milenio. Managua: 400 Elefantes, 2007.

(25) Heraud, Raúl. Antología de la nueva poesíacubana1970 – 2010. La Habana: Elefante Editores, 2010.

(26) Calderón, Damaris. Los cuatro puntos cardinales son tres: el sur y el norte. Panorama de la poesía chilena. La Habana:Editorial Arte y Literatura, 2009.

(27) Mendiola, Víctor Manuel (Prólogo, selección y notas). La mitad del cuerpo sonríe. Antología de la poesía peruana contemporánea. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 2005.

(28) Ildefonso, Miguel (Prólogo, selección y notas). 21 poetas peruanos. Lima: Ediciones Altazor/ Zignos, 2004.

(29) Medo,Maurizioy Zurita,Raúl (Compiladores). La letra en que nació lapena. Muestra de Poesía Peruana (1970-2004). Lima:El Santo Oficio, 2004.

(30) Lumbreras, Ernesto; Bravo Varela,Hernán (Selección, prólogo, notas y apéndices). El manantial latente. Muestra de poesía mexicana desde el ahora: 1986-2002. Ciudad de México: Conaculta, 2003.

(31) Guedea, Rogelio. Árbol de variada luz. Antología de poesía mexicana actual. Colima: Universidad Autónoma de Colima, 2003.

(32) Pacheco, Raúl; Carvajal, Iván (Selección). Antología del siglo XX. Poesía. Madrid: Alfaguara, 20009.

(33) Morales Santos, Francisco. Los nombres que nos nombran. Panorama de la poesía guatemalteca de 1782 a 2007. Tomo I y II. Ciudad de Guatemala: Magna Terra editores, 2010. Segunda edición.

(34) Velásquez Guzmán, Mónica (Selección y estudio).Antología de la poesía boliviana: ordenar la danza. Santiago: LOM, 2004.

(35) Ollé, Carmen (Selección y prólogo).Antología de la poesía peruana: fuego abierto. Santiago: LOM, 2008.

(36) Fondebrider, Daniel (Selección, prólogo y notas).Una antología de la poesía argentina (1970-2008). Santiago: LOM, 2008.

(37) Gutiérrez Plaza, Arturo. Las palabras necesarias (Antología venezolana). Santiago: LOM, 2010.

(38) De Nápoli, Cristian. Cuatro cuartetos I. Cuatro poetas recientes de Chile. Buenos Aires: Black &Vermelho, 2005

(39) De Nápoli, Cristian. Cuatro cuartetos II. Cuatro poetas recientes de Brasil. Buenos Aires: Black &Vermelho, 2006

(40) Medina Barahona, Salvador; Jaramillo Levi, Enrique. Construyamos un puente: 31 poetas panameños nacidos entre 1957-1983. Ciudad de Panamá: Universidad Tecnológica de Panamá, 2003.

(41) Arcos, Jorge Luis (Selección, introducción, notas y bibliografía). Las palabras son islas. Panorama de la poesía cubana siglo XX. La Habana: Letras Cubanas, 1999.

(42) Muxica, Daniel (Selección, prólogo y notas). El arcano o el arca no. Poesía argentina de fin de siglo. La Habana: Casa de las Américas, 2006.

(43) La Habana: Arte y cultura, 2005. Se señala que la selección la hizo Monte Ávila editores de Venezuela.

(44) Quino Humberto. Fosa común. Antología. La Paz: Ediciones del taller, 1985.

(45) Quino Humberto. Álbum de la nueva poesía chilena. La Paz: Libros del poeta cautivo/ Topo de mar ediciones, 1993.

(46) González, Yanko; Araya, Pedro. Zurdos: Última Poesía Latinoamericana. Madrid: Bartleby, 2005.

(47) De Mello, Thiago (Selección y notas). Visión de la Poesía Brasileña. Edición bilingüe. Traducción de Adán Méndez. Santiago: RIL, 1996.

(48) Miguel Ángel Flores (Selección, traducción y presentación). Más que carnaval. Antología de poetas brasileños contemporáneos. Ciudad de México: Aldus, 1994.

(49) Do Valle, Camila y Cecilia Pavón (Selección). Caos Portátil. Poesía contemporánea del Brasil. Edición bilingüe. Traducción de Cecilia Pavón. Ciudad de México: El billar de Lucrecia, 2007.

(50) Vaciu, Stefan. Antología de la poesía surrealista latinoamericana. Ciudad de México: Joaquín Mortiz, 1974.

(51) Mora, Tulio. Hora Zero. Los broches mayores del sonido. Lima: Fondo Editorial Cultura Peruana, 2009.

(52) Cerón, Rocío; Herbert, Julián; Plascencia Ñol, León. El decir y el vértigo. Panorama de la poesía hispanoamericana reciente1965 – 1979. Ciudad de México: Filodecaballos y Conaculta Fonda, 2005.

(53) Ver nota 9.

(54) Milán, Eduardo; Lumbreras, Ernesto. Prístina y última piedra. Antología de poesía hispanoamericana presente. Ciudad de México: Aldus, 1999.

(55) Guerrero, Gustavo. Cuerpo Plural. Antología de la poesía hispanoamericana contemporánea. Valencia: Pre Textos, 2010.

(56) Romero, Armando. Una gravedad alegre. Antología de poesía latinoamericana al siglo XXI. Valladolid: Difácil, 2007.

(57) Milán, Eduardo (Selección y prólogo). Pulir huesos.Veintitrés poetas latinoamericanos.(1950-1965). Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2007.

(58) Milán, Eduardo; Sánchez Robayna, Andrés; Valente,José Ángel; Varela, Blanca (Selección). Las ínsulas extrañas. Antología de poesía en lengua española (1950-2000). Madrid:Galaxia Gutenberg, 2002.

(59) Vicuña, Cecilia; Livon-Grosman, Ernesto. The Oxford book of Latin American Poetry.A BilingualAnthology. Nueva York: Oxford UniversityPress, 2009.