jueves, 31 de diciembre de 2009

Novedades: Serie narrativa breve "Presagio"

Entre las novedades del Grupo Editorial “Hijos de la lluvia” & LagOculto Editores
de este último mes, están las novelas breves y cuentos que han aparecido aquí y allá y que, -estamos seguros que los lectores también de aquí y de allá- estarán pillando para leer casi a contrapelo de la tranquilidad.

Para llamarles la atención los amigos que presiden las editoriales se han propuesto publicar ahora en un nuevo formato y en la nueva Serie de narrativa breve Presagio, los libros que ya los podemos anunciar:


“Pamoslake”, de Walter L. Bedregal Paz, que con esta singular historia nos lleva a un mundo donde pareciese que existen personajes escapados de los más extraños sueños que bordean la locura, al tiempo que transgreden cualquier tipo de convenciones sociales o amorosas, en un espacio geográfico tan común, donde todo está ordenado y prefijado.















“Es que hacías tanta falta”, de darwin bedoya, texto que persiste en la búsqueda casi alcanzada de la significación estética, estructural y poética parece haber confluido en esta historia llena de magia y vigor imaginativo, a través de los cuales se podrá notar una voluntad enorme de la organicidad del discurso y la postulación a la imaginería inteligible de sucesos sin fisuras, como un primer rasgo que se puede embanderar el autor.














“Salomé y otros cuentos”, de Javier Núñez, el erotismo no imita la sexualidad, «es su metáfora.» El texto erótico es la representación textual de esta metáfora. Con esta posición opuesta de formas de amor es que Javier Núñez nos narra historias perfumadas con un tono sicalíptico, casi como una estela que alumbra ésta su ópera prima. En estas páginas el erotismo toma en cuenta hechos de orden subjetivo, de placer, de apetito o de necesidad claramente sexual, pero también ligados al ejercicio de funciones comúnmente consideradas como no sexuales.

Bien por ellos.

miércoles, 30 de diciembre de 2009

Narrativa breve en Puno

Luego de un certero análisis de la nueva narrativa puneña y cursar por las corrientes teórico literarias, hasta llegar al discurso narrativo, los autores puneños contemporáneos tendrán en la Serie de narrativa contemporánea, la posibilidad de hacer conocer su gusto e imaginación que luego se convertirá en debate en torno a la narrativa nuestra.

Las causas, los orígenes y hasta cierto punto la cronología de los narradores del altiplano son difíciles todavía de fijar. Sin embargo al unir esfuerzos editoriales por un lado el Grupo Editorial “Hijos de la lluvia” y LagOculto Editores que publicarán periódicamente lo nuevo de nuestra narrativa, significará que la visión hacía la consecución de los objetivos propuestos encontrarán su modo preferido de expresión. Las ediciones ya están al alcance del público lector en las principales librerías del país.

Si tomamos en cuenta una fecha clave, al año 2007, nos daremos cuenta que allí se encuentra la línea de partida de la nueva narrativa puneña contemporánea que divide la ya tradicional.

Nuestro altiplano tiene una milenaria tradición literaria, que parte desde la riqueza exhuberante de la oralidad. Si echamos una mirada de conjunto - hasta ahora-, tropezaremos, en primer lugar que , "La ciudad de los vientos", Juliaca, no estuvo exenta de una gran variedad de acontecimientos culturales; mas hoy, por su estratégica ubicación geográfica se constituye en eje económico, comercial, social y cultural.

Haremos algunas consideraciones preliminares que explicarán, en alguna forma, algo de lo que se intenta llevar a cabo en esta Serie de narrativa contemporánea, sin recurrir a la maledicencia y desdén táctico de festivales de libros y antologías que conllevan en sus antiprólogos.

La única intención es, precisamente, recoger una muestra de la literatura escrita en este lado de tierra sur-peruana, - en parte olvidada por la crítica – y siempre dispersa, que merece atención y memoria, tarea que constituye una de sus expresiones principales. (WB).





El Grupo Editorial "Hijos de la lluvia" & LagOculto Editores Anuncian el lanzamiento de la Serie de Narrativa Contemporánea, con los primeros tres títulos:
Mi hermana menor/ Walter L. Bedregal Paz
Aunque parezca mentira/ Darwin Bedoya
De picnic y otros relatos/ Miguel Ángel Cáceres Calvo




Mi hermana menor
Walter L. Bedregal Paz
Grupo Editorial “Hijos de la Lluvia”
&
LagOculto Editores
Pág. 52 (Lima - 2008)


Mi hermana menor, es un cuento escrito con la sencillez y la ternura de quien sabe de estas cosas que no necesitan ser secretas. Es una historia en la que la ausencia de un hermano, en este caso una hermana, hace que esté presente constantemente en cada línea, casi como un tatuaje en los huesos que celosamente escribe el otro, el hermano – ficcionado, a su vez, por el narrador – con aliento nostálgico que, sin duda, el lector reconocerá como insustituible.

Desde las primeras líneas hasta el final es posible palpar muerte, tristeza, búsqueda, decepción; drama, tensión, desolación y, sobre todo, soledad que en una coherente distribución, el autor maneja magistralmente con motivos reiterados, casi obsesivos por su reincidencia y su manera de estar o aparecer en el texto. Una historia de ficción como esta es humana y, reiteramos, casi confesional. Los reinos de la esperanza comienzan a fluir en cada página continuada, como hilo invisible e irrompible, conduciéndonos con asombro a través de un sueño ininterrumpido hasta aquellas imágenes o evocaciones que traspasan los intrincados vericuetos de nuestra memoria.


Darwin Bedoya






Aunque parezca mentira
Darwin Bedoya
Grupo Editorial “Hijos de la Lluvia”
&
LagOculto Editores
Pág. 64 (Lima - 2008)




Aunque parezca mentira, muestra la vitalidad de la perniciosa falsedad de la ilusión. A veces la delgada línea que las divorcia, a la realidad y a la mentira, parece desaparecer en los matices articulados en este universo narrativo de lenguaje transparente y llano que amalgama cada historia, cada frase, cada palabra. Esta perniciosidad es permisible, primero por la brevedad de los relatos y, por el protagonismo que se va ganando, poco a poco, la voz del narrador que, a la vez, se constituye en el personaje principal del libro.

En este conjunto de textos breves, la composición de los puntos de vista nos procuran una visión panóptica del, a veces, intrincado discurso textual que a menudo se desdobla en una polifonía de quiebres de planos, de enunciaciones y transposiciones cronotópicas que se condensan, con una muy acendrada frecuencia, en el final estructural del relato: el clímax. Sucede esto con mayor notoriedad en Variaciones mínimas, mientras que en las dos partes finales, no se dan los mismos efectos, al menos no con la misma frecuencia.

Gustavo Alonso de Mora Fernández






De Picnic y otros relatos
Miguel Ángel Cáceres Calvo
Grupo Editorial “Hijos de la Lluvia”
&
LagOculto Editores
Pág. 64 (Lima - 2008)



Sé que la mirada y atención de los lectores, especialmente del altiplano nuestro, han estado centradas en la poesía escrita por las hornadas contemporáneas, sin embargo la narrativa estuvo un tanto alejada de la puesta en escena, casi como desplazada de nuestras costumbres literarias, a pesar de trabajos que encontramos de las voces diríamos mayores (el caso de Feliciano Padilla, como solitario narrador considerable). Los antecedentes y el momento narrativos, en este caso del cuento, no tendrían mayores referentes, los textos cuentísticos que se conocen son realmente escasos por dos cuestiones fundamentales: valía de los textos y medios de difusión. Estas pueden ser tal vez las explicaciones de que haya pocos cultores considerables de este género.

En estos tiempos publicar cuentos es un acto heroico, y si uno está enamorado de este género literario, no tiene otro camino que destruir los textos una vez escritos o – como decidió en algún momento Miguel Ángel Cáceres Calvo – difundir sus trabajos en forma tan compleja como esta, en De picnic y otros relatos.



Walter L. Bedregal Paz

lunes, 28 de diciembre de 2009

Recuento de las letras puneñas


Escribe: darwin bedoya
Quiero empezar estas líneas con un tono casi bíblico: en el principio fue la poesía, esa esquiva avecilla que Oquendo llegó a domesticar. Luego fue Churata, quien en medio de la maleza verbal se abrió paso hasta encontrar su único libro que hoy tantos sabuesos buscan a rabiar. Al tercer día vinieron, como una dolencia, todos los demás (Peralta, Armaza, Nava, Miranda, Aramayo, Zaga, Espezúa, Rodríguez, etc.), luego fueron llegando los otros, los irreconocibles, aquellos que trajeron bajo su brazo una hambruna terrible de poesía o de cualquier cosa parecida a la literatura. Nadie escribía tan bien que digamos. ¿O eran solamente algunos?

En cierto libro olvidado por todos, alguna vez leí lo siguiente: «al granuja que se sabe buen escritor se le reconoce inclusive por la manera de andar». No sé si esta frase sea absolutamente cierta o comprobable; sin embargo, hay otras formas de comprender o comprobar eso de «buen escritor». Por ejemplo, cuán cierto es que el escritor de verdad no necesita colgarse de nada, ni de nadie. No necesita ganar ningún concurso, no requiere de ningún tipo de publicidad, ni de tarjetas, ni de críticos, ni reconocimientos. En el buen escritor no se instalan las ideas de grandeza con la publicación de un libro o de dos. La alimaña que escribe bien siente un endemoniamiento terrible solamente por crear e imaginar algunas cosas que Dios olvidó hacer o decir. El extremo de esa sabandija llamada buen escritor es que la vida únicamente le alcanza para escribir. Este bicho raro, cuando escribe, siente que tiene alas, pero no se echa a volar apenas se entera que las tiene; por el contrario, las mueve hasta pulverizar la imaginación y se ve por los aires sin mover esos brazos alados, y entonces vuelve pavorosamente a hacer lo suyo: escribir, escribir. Aparte de ello, este infeliz escritor, debe estar conciente de que su vicio de escribir en soledad es una enfermedad pandémica y sin remedio. Nadie lo va a curar de ese terrible mal de letras, ni siquiera una columna de ángeles llegando a este terrestre suelo, ni siquiera un harem de vírgenes desnudas.

Parece que en Puno, después de una reflexión honda y verdadera, algunos que creían ser escritores de verdad, de pronto han comprendido la dimensión de sus alas, pues lo de granujas o de bichos les ha quedado como una designación muy inalcanzable. Al concluir este año 2008 y al realizar este necesario balance de la literatura puneña, nos damos con la grata sorpresa de que no hay poetas por docenas, tampoco hay libros, revistas, boletines ni plaquettes por doquier como quiso aparentar el año anterior; este año, empero, la ausencia de esas avalanchas es una buena señal. Es un indicio de que están detenidos en meditar que lo que uno escribe no es inmediatamente publicable. No.

Mientras tanto, el hecho destacable de este año que ya concluye, sólo será y quedará para memoria de muchos: ese intento de Walter Bedregal por reunir a las mejores voces de la poesía puneña en un libro titulado «Aquí no falta nadie», ese texto del que muchos reniegan, incluso algunos sin haberlo leído siquiera. Sus más de 300 páginas serán la señal de que algunos han andado un poco lejos. El tiempo se encargará de decir si verdaderamente valió la pena o no publicar esta antología. En síntesis: un libro para la discusión, que se atreve a mantenerla en tiempos de temperancias, connivencias, mariconadas, vilezas y silencios. Ojalá, cuando aparezca por ahí la razón, esta antología sirva para propiciar el fuego de una discusión alturada que se hace necesaria no sólo para el género de la poesía, aunque, sin duda, muy prioritariamente para ella; sino también para hacer reformulaciones en el proceso de creación literaria en Puno.

Por otro lado, no se conoce ni se ha presentado otro libro que tenga alguna relevancia. No ha habido eventos mayores donde haya triunfado la literatura, salvo el homenaje a Efraín Miranda Luján y el Encuentro de Escritores Sur peruanos realizado en Lampa. No se trata de una cuestión ajustada a las preocupaciones de ciertos «especialistas», sino de un foco que comienza a iluminar prácticamente todos los rincones de las aspiraciones del escritor joven o, de ese maestro hasta cierto punto conocido, a tal punto que tendremos que poner el telón de fondo que siempre fue un nombre y un libro, o, en todo caso, los «poetas malditos» que ya no quieran escribir, tendrán que salir de este loquerío usando la puerta de emergencia, rompiendo los cristales y llamando a los bomberos, porque en los últimos años la literatura puneña se ha convertido en un prisma a través del cual se podía ver, descubrir, comprender y examinar un cierto proceso decadente de consolidación literaria. No es fácil determinar si esto está ocurriendo para bien o para mal de nuestra tradición literaria; pero lo que puede decirse es que responde a pulsaciones reales cuyo origen es la necesidad de escribir algo de verdad publicable y que, sin ser prioridad vital o necesaria, desde fuera pueda ser vista con dignidad.

Finalmente, para conservar el tono bíblico, concluyo con estas líneas casi apocalípticas, casi proféticas: la construcción de una verdadera literatura —en el buen sentido de la palabra— es relativamente posible, y se logró en etapas anteriores a la actual, por ello, es aceptable afirmar que la construcción de textos auténticos será una peculiaridad, quizá dentro de la postmodernidad, como respuesta a la individualización exacerbada que sufren algunas sociedades, particularmente (aunque no únicamente) la nuestra. En este país donde el arte no paga, ni pagará nunca, las cuestiones literarias tienen otro lugar. Ocupan una muy importante jerarquía cuando se trata de hacer algo en serio. Tal vez por ello, en los próximos días se tenga noticias verdaderas de un texto que justifique el tiempo perdido y la pasión y la seriedad y la preparación y la información y la imaginación. Y la innovación y la propuesta. Tal vez. Quiero citar aquí las palabras de un granuja de raro nombre que decía esto sobre la poesía: «Me aterra la poesía. Es como si repentinamente tuviera que decidir la suerte del mundo y yo nunca he querido decidir nada, peor la suerte del mundo. Para esas cosas desagradables está Dios. A mí, por Dios, que me dejen tranquilo. No se diga en este sanatorio, que es como un lago donde se reproducen las pesadillas de todos los hombres; no se diga que yo escribí algún poema, jamás entraría a tamaña vastedad, tampoco haría tan terrible mal». ¿Puno era tierra de poetas? ¿Es?

Por eso habrá que desgarrarse el alma y descubrir la esencia natural de las cosas. Habrá que alcanzar la vida del granuja y saber conservar las alas porque nuestro andar todavía tiene defectos que son posibles corregir. Tal vez un día encontremos las palabras mejores que el silencio.Por: Darwin Bedoya (*)

Quiero empezar estas líneas con un tono casi bíblico: en el principio fue la poesía, esa esquiva avecilla que Oquendo llegó a domesticar. Luego fue Churata, quien en medio de la maleza verbal se abrió paso hasta encontrar su único libro que hoy tantos sabuesos buscan a rabiar. Al tercer día vinieron, como una dolencia, todos los demás (Peralta, Armaza, Nava, Miranda, Aramayo, Zaga, Espezúa, Rodríguez, etc.), luego fueron llegando los otros, los irreconocibles, aquellos que trajeron bajo su brazo una hambruna terrible de poesía o de cualquier cosa parecida a la literatura. Nadie escribía tan bien que digamos. ¿O eran solamente algunos?

En cierto libro olvidado por todos, alguna vez leí lo siguiente: «al granuja que se sabe buen escritor se le reconoce inclusive por la manera de andar». No sé si esta frase sea absolutamente cierta o comprobable; sin embargo, hay otras formas de comprender o comprobar eso de «buen escritor». Por ejemplo, cuán cierto es que el escritor de verdad no necesita colgarse de nada, ni de nadie. No necesita ganar ningún concurso, no requiere de ningún tipo de publicidad, ni de tarjetas, ni de críticos, ni reconocimientos. En el buen escritor no se instalan las ideas de grandeza con la publicación de un libro o de dos. La alimaña que escribe bien siente un endemoniamiento terrible solamente por crear e imaginar algunas cosas que Dios olvidó hacer o decir. El extremo de esa sabandija llamada buen escritor es que la vida únicamente le alcanza para escribir. Este bicho raro, cuando escribe, siente que tiene alas, pero no se echa a volar apenas se entera que las tiene; por el contrario, las mueve hasta pulverizar la imaginación y se ve por los aires sin mover esos brazos alados, y entonces vuelve pavorosamente a hacer lo suyo: escribir, escribir. Aparte de ello, este infeliz escritor, debe estar conciente de que su vicio de escribir en soledad es una enfermedad pandémica y sin remedio. Nadie lo va a curar de ese terrible mal de letras, ni siquiera una columna de ángeles llegando a este terrestre suelo, ni siquiera un harem de vírgenes desnudas.

Parece que en Puno, después de una reflexión honda y verdadera, algunos que creían ser escritores de verdad, de pronto han comprendido la dimensión de sus alas, pues lo de granujas o de bichos les ha quedado como una designación muy inalcanzable. Al concluir este año 2008 y al realizar este necesario balance de la literatura puneña, nos damos con la grata sorpresa de que no hay poetas por docenas, tampoco hay libros, revistas, boletines ni plaquettes por doquier como quiso aparentar el año anterior; este año, empero, la ausencia de esas avalanchas es una buena señal. Es un indicio de que están detenidos en meditar que lo que uno escribe no es inmediatamente publicable. No.

Mientras tanto, el hecho destacable de este año que ya concluye, sólo será y quedará para memoria de muchos: ese intento de Walter Bedregal por reunir a las mejores voces de la poesía puneña en un libro titulado «Aquí no falta nadie», ese texto del que muchos reniegan, incluso algunos sin haberlo leído siquiera. Sus más de 300 páginas serán la señal de que algunos han andado un poco lejos. El tiempo se encargará de decir si verdaderamente valió la pena o no publicar esta antología. En síntesis: un libro para la discusión, que se atreve a mantenerla en tiempos de temperancias, connivencias, mariconadas, vilezas y silencios. Ojalá, cuando aparezca por ahí la razón, esta antología sirva para propiciar el fuego de una discusión alturada que se hace necesaria no sólo para el género de la poesía, aunque, sin duda, muy prioritariamente para ella; sino también para hacer reformulaciones en el proceso de creación literaria en Puno.

Por otro lado, no se conoce ni se ha presentado otro libro que tenga alguna relevancia. No ha habido eventos mayores donde haya triunfado la literatura, salvo el homenaje a Efraín Miranda Luján y el Encuentro de Escritores Sur peruanos realizado en Lampa. No se trata de una cuestión ajustada a las preocupaciones de ciertos «especialistas», sino de un foco que comienza a iluminar prácticamente todos los rincones de las aspiraciones del escritor joven o, de ese maestro hasta cierto punto conocido, a tal punto que tendremos que poner el telón de fondo que siempre fue un nombre y un libro, o, en todo caso, los «poetas malditos» que ya no quieran escribir, tendrán que salir de este loquerío usando la puerta de emergencia, rompiendo los cristales y llamando a los bomberos, porque en los últimos años la literatura puneña se ha convertido en un prisma a través del cual se podía ver, descubrir, comprender y examinar un cierto proceso decadente de consolidación literaria. No es fácil determinar si esto está ocurriendo para bien o para mal de nuestra tradición literaria; pero lo que puede decirse es que responde a pulsaciones reales cuyo origen es la necesidad de escribir algo de verdad publicable y que, sin ser prioridad vital o necesaria, desde fuera pueda ser vista con dignidad.

Finalmente, para conservar el tono bíblico, concluyo con estas líneas casi apocalípticas, casi proféticas: la construcción de una verdadera literatura —en el buen sentido de la palabra— es relativamente posible, y se logró en etapas anteriores a la actual, por ello, es aceptable afirmar que la construcción de textos auténticos será una peculiaridad, quizá dentro de la postmodernidad, como respuesta a la individualización exacerbada que sufren algunas sociedades, particularmente (aunque no únicamente) la nuestra. En este país donde el arte no paga, ni pagará nunca, las cuestiones literarias tienen otro lugar. Ocupan una muy importante jerarquía cuando se trata de hacer algo en serio. Tal vez por ello, en los próximos días se tenga noticias verdaderas de un texto que justifique el tiempo perdido y la pasión y la seriedad y la preparación y la información y la imaginación. Y la innovación y la propuesta. Tal vez. Quiero citar aquí las palabras de un granuja de raro nombre que decía esto sobre la poesía: «Me aterra la poesía. Es como si repentinamente tuviera que decidir la suerte del mundo y yo nunca he querido decidir nada, peor la suerte del mundo. Para esas cosas desagradables está Dios. A mí, por Dios, que me dejen tranquilo. No se diga en este sanatorio, que es como un lago donde se reproducen las pesadillas de todos los hombres; no se diga que yo escribí algún poema, jamás entraría a tamaña vastedad, tampoco haría tan terrible mal». ¿Puno era tierra de poetas? ¿Es?
Por eso habrá que desgarrarse el alma y descubrir la esencia natural de las cosas. Habrá que alcanzar la vida del granuja y saber conservar las alas porque nuestro andar todavía tiene defectos que son posibles corregir. Tal vez un día encontremos las palabras mejores que el silencio.


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Fuente: El Katari Nº 13-14. (Boletín de letras). Puno diciembre 2008. Dirige: Víctor Villegas.

El libro del año



Escribe: Luis Pacho (*)



Se puede discutir su ampuloso prólogo. Se puede no estar de acuerdo con la herramienta teórica utilizada. Incluso se puede objetar la ausencia de tal o cual escritor tradicional, mayor o joven, o disentir respecto de los que sobran en el libro. Se puede cuestionar los criterios adoptados por el autor, e incluso los errores de edición. Pero si algo en el que tirios y troyanos estarán de acuerdo es que, AQUÍ NO FALTA NADIE, ha desatado polémica, y es el libro que mayor crítica sana o insana ha recibido en el decurso de los últimos años. Y claro, ha trascendido fácilmente las fronteras de Puno, y ha sido leído con fruición en casi todos los círculos de la literatura peruana.


Hay que recordar que importantes y reconocidos críticos y estudiosos de la literatura peruana y regional han dado su opinión en torno al libro, todos aparentemente elogiosos. Caso Ricardo Gonzáles Vigil, Juan Zevallos Aguilar, José Gabriel Valdivia, Ricardo Virhuez, José Luis Córdoba, Percy Zaga, Juan Luis Cáceres Monroy, entre otros. Y no es para menos, se trata de un recuento desde los fundacionales Alejandro Peralta y Carlos Oquendo de Amat, pasando por el gran poeta vivo Efraín Miranda Luján, hasta concluir en la llamada Generación del ´90. Sólo 21 poetas para un periodo de cien años.


Ocurre, sin embargo, que un sector de la literatura puneña cree porque pertenece al establishment literario local (¿si existirá?) o porque creen que tienen el respaldo académico, pueden hacer sacrosantas evoluciones del proceso literario puneño en un ensayo y/o una antología. Dicen que no hay peor ciego que el que no quiere ver o que no hay peor sordo que el que no quiere oír. En este mundillo literario local, ya lo dijimos, es fácil engatusar, falsear, despistar o callar las bondades de un libro. Por eso, quedará para la anécdota los resquemores, las pataletas y las rabietas de algunos de nuestros escritores mayores de Puno y aquellos jovenzuelos que, dándose de grandes estudiosos y conocedores de la literatura y la historia puneña, traten de silenciar mediocremente en uno que otro cursito de capacitación docente o en cuanta entrevista son “invitados”. Pero el asunto siempre ha sido bastante sencillo: el tiempo y los lectores, son y serán los mejores críticos.

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Fuente: El Katari. Boletín de letras, Nros. 13-14. (Director Víctor Villegas), Puno diciembre 2008.



Continúa la votación (hasta el 10 de enero) en:

http://www.encuestaliteraria2008.blogspot.com/


sábado, 26 de diciembre de 2009

Lejos del alcance de los niños



Por: Darwin Bedoya



Forjar una antología puede ser más peligroso que hacer gárgaras con alfileres. Pero, si bien es cierto, las antologías nunca fueron ni serán completas, a pesar del enorme esfuerzo del antólogo, considerando inclusive que, a veces los riesgos son los únicos medios que nos conducen hacia un buen punto de partida o una meta codiciada. Sin duda, esta antología viene a cubrir un hondo vacío–olvido que alguien por ahí debió perpetrar. Parece que ahora ya no hará falta, porque ésta de Walter Bedregal Paz (Tacna, 1969), no sólo llena ese vacío, sino que también lo cubre pulcramente. El antólogo de «Aquí no falta nadie», antología de poesía puneña, Grupo Editorial Hijos de la lluvia & LagOculto editores, 2008, 302 pp., nos muestra una verdadera labor sin referentes en el medio. En este texto obvia la historia de los diversos movimientos y épocas o estilos poéticos (poquísimos realmente en Puno) y, en cambio, asume los postulados de Genette y Deleuze–Guattari, quienes enrumban teorías y estéticas hacia otros horizontes, su visión literaria se pretende distinta, llegando a unos espacios que tienen rasgos o aperturas de conexión, heterogeneidad y principios de multiplicidad, tal como se señala en los núcleos que configuran los capítulos vertebrales de «Rizomas» y «Mil mesetas» de Deleuze–Guattari. Este es un libro al margen de toda adversidad. Lejos de esos terribles ánimos de rasgarse las vestiduras o de dimes y diretes que en los últimos tiempos se a vuelto pan de cada día en las letras puneñas; y peor si de incluidos y excluidos se trata, más vale, en el caso de la presente antología, terminar con lo que dice Bedregal en su, por cierto, espacioso prólogo, «están los que deben estar». En este punto también hay que anotar que cada antólogo, desde el momento en que publica una antología, estará al corriente de justificar a sus seleccionados, sabrá valorar los textos que estructuran su volumen, sólo así será un genuino antólogo. Si estamos convencidos de que no existe arte sin malentendidos, también creemos que una antología poética debe multiplicar ese malentendido. Malentendido o pura semiosis, se puede elegir el término, al fin y al cabo, uno sabrá cómo denominar este espacio. Un lector–artista (y al revés) construirá sus lecturas, sus significados dentro del campo semántico que prefiera porque al final, ésas también serán lecturas en plena ebullición, y como sabemos, mientras más lecturas existan sobre un único texto, mejor.


En una edición muy cuidada y con una presentación que deja mucho lugar para la envidia, esta antología reúne 21 poetas, con una breve bio–bibliografía de cada uno de ellos, más una especie de «poética» y una amplia, muy amplia selección de textos merecidamente seleccionados. El prólogo, curiosamente titulado: «Las puertas se han cerrado» (a pesar de poseer cierta desorganización o, según Bloom, «desajustes» para el trabajo necesario del lector. O tal vez se haya tomado la propuesta de Cioran y sus postulados de caos infinito, antes que orden), ese preludio es una extensa cavilación sobre la poesía y sus vínculos demostrados a través de la intertextualidad–fractalidad, además de una breve combinación de la temporalidad o proceso de la tradición poética puneña, incluida una interpretación de los textos de los seleccionados, obviamente según el autor de la antología, y he aquí que se puede hallar el mérito de Bedregal, el haber ensayado una teoría de la poesía en las voces puneñas que parten desde Alejandro Peralta y Oquendo hasta llegar a Luis Pacho, Rubén Soto, Edwin Ticona, Walter Paz, Filonilo Catalina y otros poetas de los noventa. Haber iniciado un nuevo itinerario para seleccionar textos poéticos y no haber claudicado en el intento como otros, cuenta muchísimo en este volumen de poesía puneña.


La antología de Bedregal, creemos, sitúa en el lugar que les corresponde a las voces de Peralta, Oquendo, Miranda, Aramayo, Zaga, y una larga lista que conformarían los 21 elegidos (al margen de que quien firma estas líneas pudiera haber sido incluido o no por cuestiones de «geografías», según los «eruditos»). Lo que Bedregal hace es alejarse, de esos despieces generacionales consuetudinarios que la crítica literaria o aquella común manera que los estudiosos han convertido en canon para elaborar una selección, él renuncia a ese tan conocido modo: clasificar unos textos, ponerle unas cuantas palabritas como prólogo y listo, ¡antología hecha! Pero no, aunque parezca mentira, y como se puede comprobar, el antólogo de «Aquí no falta nadie» emplea nuevos mecanismos. En este contexto deseamos ocupar nuestro discurso en cuatro aspectos que se desprenden de la antología de Bedregal: uno, el carácter intertextual y/o fractal de los textos de sus seleccionados, dos, la ausencia de voces femeninas, tres, de la poesía misma, especialmente de su actual situación y su proceso evolutivo. Finalmente, es muy necesario hablar de la selección de los poemas incluidos en la antología.


U N O:

En primer lugar hablemos del carácter intertextual y/o fractal de los textos de la antología ANFN. Este es uno de los primeros libros de Bedregal, es decir uno de sus primeros sueños cumplidos. Porque la escritura parte de un sueño, de una aspiración que también tiene que ver con la poesía, no hay poeta que no haya basado su poesía en sus ilusiones, en sus sueños dormidos que un día despiertan en el papel a través de versos. Porque como dice el autor de ANFN: No existe otra forma para hablar de poesía sino aquella única que se llama sueño. Y la literatura, la narrativa o la poesía son solo sueños. En el texto «Habla memoria» el escritor Vladimir Nabokov dice: «he saqueado mis sueños más antiguos en busca de llaves y claves». Nathaniel Hawthorne en «Cuadernos de notas» escribió: «un hombre, en la vigilia, piensa bien de otro y confía en él plenamente, pero lo inquietan sueños en los que ese amigo obra como enemigo mortal. Se revela, al fin, que el carácter soñado era verdadero. La explicación sería la percepción instintiva de la vida», en el libro «Un sueño de Armageddón» del celebrado escritor H.G. Wells podemos leer el siguiente diálogo: «ese libro –repitió él, señalando con un dedo enjuto– trata de sueños […] supongo…– dijo titubeando». El carácter de los sueños según Nabokov y este fragmento sería la búsqueda de destinos y sinos en los mismos sueños. Mientras que para Nathaniel Hawthorne los sueños suponen el presentimiento de lo que va a suceder; en el caso de H.G. Wells, más cercano a nuestra visión, los sueños serían el contenido de los libros, puro sueños alcanzables y palpables como éste de Bedregal. Coincidiendo con los planteamiento de Genette y su intertextualidad de parodia y homenaje, por ejemplo, el viejo Borges parodiaba a Poe. «El Aleph» es una parodia general de la poesía, por eso parodia a Whitman como a Poe, a quienes Borges consideraba como sus referentes más cercanos. ¿Homenaje? Ese es el rasgo intertextual y/o fractal de los textos. Bajo los postulados de Genette o las explicaciones de Deleuze-Guattari, ¿qué pueden significar estos versos de Walter Paz?: «La nostalgia es una abeja que vuela mil novecientos noventa y nueve veces para crear una rosa» frente a los versos de Luis Pacho que dicen: «La lluvia era una gota que giraba mil veces para hacer una fiesta después de los crepúsculos». ¿Son comportamientos aleatorios?, ¿dinamismos de parodia?, ¿plagio, pastiche, homenaje? O simple y llanamente intertextualidad y nexos fractales. ¿Importa quién escribió antes o después? En el muy citado libro titulado «Hipertexto 2.0», George Landow dice: «Foucault, Derrida, Deleuze y Guattari entienden el texto como un universo de letras que coincide, en horizontes y limitaciones, con el hipertexto que ha desarrollado la información virtual». Esta misma idea es revalidada por Carlos Soler en «Teoría literaria virtual: análisis del hipertexto». También Bakhtin, en sus planteamientos sobre la polifonía, analiza aspectos referentes al texto literario, coincidiendo en las ficciones hipertextuales en la que las voces individuales se asemejan a las lexias, sin permitir la existencia de una voz única y tiránica. Landow dice a respecto: «más bien, la voz siempre es la que emana de la experiencia combinada del enfoque del momento, de la lexia que uno está leyendo y de la narrativa–poética en perpetua formación según el propio trayecto de lectura». Esto supone que los textos y las consecuentes lecturas van formando una trama que al final hace una espiral llena de referentes y constantes aleatorias.


La irrupción de la teoría posmoderna, basada esencialmente en la filosofía, de esa que, tácitamente, nos habla Bedregal a través de los referentes de Venturi, Vattimo, Derrida, Lyotard, Jameson, Deleuze, Guattari, Almoror, Ducaren, Foucault, Althusser, Serres, Faye, Châtelet, etc., (incluyendo sus no pocos excesos y arbitrariedades frente a sus proposiciones) nos hace ver el otro lado de la realidad, esa con las fronteras y los territorios que se desplazan. Donde se dan los cambios y los «sucederes» porque, en efecto, llegada la posmodernidad acontece lo que se da en llamar «la muerte del sujeto moderno» para emerger el «sujeto posmoderno». Con ello, caen también las teorías estéticas clásicas. Célebre es aquella frase de Vattimo que dice: «si con todo esto lo que hemos perdido es el principio de realidad, no es a fin de cuentas una gran pérdida». Su correlato en la ciencia se halla en el aparecer de lo que podríamos llamar «ciencia posmoderna», compuesta por diversas ramas como teoría de sistemas complejos, teoría del caos, teoría de las catástrofes, nexos de los fractales, etc., en las cuales el lector acreditado ha asumido que el modelo determinista, la «verdad» exterior al hombre que la ciencia debía encontrar, por utópica, es simplemente falsa: otro «gran relato». Al mencionar esto, hablamos de la necesidad inminente de un cambio un tanto radical, como en su día lo operaron las vanguardias, en el espacio de la creación poética y de donde justamente nacieron Huidobro, Girondo, Borges o Vallejo. Se pretende o plantea la necesidad de que los estudios sobre la poesía o narrativa puneña no sean canonizados. Que quienes pretendan hacer una revisión de la literatura puneña empleen nuevas herramientas de tratamiento del texto, para que de ese modo se pueda proyectar una nueva visión, una auténtica lectura que pueda desvelar la intención del autor. Hablamos, en este caso, de la validez de este ensayo literario hecho por Bedregal, un ensayo con la aplicación de la intertextualidad–fractalidad, pero esta vez en la comarca de la poesía puneña.


D O S:

En segundo término está el caso del acierto con la no inclusión de voces femeninas (lejos de una acusación de machismo, como se podría verse a simple vista, si nos salimos del texto). Sucede que el acto literario, no es sólo producción, sino también recepción, por lo que se puede afirmar que uno de los aspectos atinadamente logrados y que llama la atención positivamente en la antología de Bedregal es el silencio poético de las mujeres, lo cual, sin duda, no se debe a que ellas no hablen, sino que a veces no se las escucha o simplemente a que, en Puno, carecen del rigor necesario en la construcción poética. Porque otras antologías hechas en Puno han considerado no solamente a Gloria Mendoza, sino también a otros nombres femeninos, casi por compromiso o amistad. La recepción de la poesía puneña femenina se ha caracterizado por su insuficiencia de trabajo con la palabra y por una desmesurada dispersión, incluyendo esa especie de anonimato del que parecieran gustar las poetas de Puno. Entonces, esto supone que, a diferencia de otras antologías, la de Bedregal rompe esa especie de consenso de incluir a todas las voces de este grupo, sin mayores exigencias y pretensiones. Hablamos por ejemplo de la necesaria ausencia de Mercedes Bueno y Mílida Castillo, además de otros nombres de la actualidad. Más allá de lo que pudiera parecer un discurso patriarcal, y que las poetas de estas generaciones podrían ser llamadas «escritoras» y, en cambio, su arte poético no pueda decir lo mismo, esto no es más que un postulado valedero cuando de antologías serias se trata. Creemos que a ellas, las poetas, les faltó concluir su obra, dejaron su labor sin cubrir ciertos resquicios que permitan reconocer el poder de la palabra y les pueda dar creaciones nuevas y rotundas, tal vez un poco más lejos de aquel discurso de las poetas del 70 (María Emilia Cornejo, Carmén Ollé), plagada de posiciones de sujeto, temas del cuerpo como objeto de placer y de deseo, fórmulas trilladas del amor sin trabas, etc, etc. Sino, que debió darse la creación de un espacio discursivo propio, poblado de autenticidad y propuesta.


La revisión de Bedregal se convierte así en reconocimiento de invenciones culturales con nombre propio, esta revisión es el rescate –sobre todo el redescubrimiento de voces olvidadas y, también, de textos no considerados propios de la poesía peruana–, la formulación de un tiempo no lineal con la aparición de un eterno presente, la permeabilidad del ser y la reciprocidad desjerarquizada en la relación con el otro son algunas de las claves que se desprenden de este volumen con las voces de 21 poetas. Sin duda, una antología como ésta, permitirá que los estudiosos del futuro dispongan de un material muy valioso para sus investigaciones. Eso nadie lo puede negar, por muy ciego que sea.


T R E S:

El aspecto más importante es la visión que uno puede tener de la poesía puneña después de leer ANFN. Esa poesía fraguada desde antes de la vanguardia hasta nuestros días. Desde esa antesala se puede alcanzar una visión muy importante, justamente debido a este aporte antológico. Voces como las de Alejandro Peralta y Oquendo son sin duda los nexos con la anterior y reciente poesía puneña, la cual nos permitirá discernir el proceso que ha tenido en todos estos años, casi un siglo, la existencia de una tradición literaria en Puno. Nos aventuramos a decir, por ejemplo, que no ha habido cambios sustanciales desde Peralta y Oquendo, considerando el tiempo transcurrido, la poesía puneña se ha mantenido dentro de un «continuum», a pesar de los mínimos altibajos con dos o tres nombres. No hemos sido testigos de nuevas propuestas, de nuevos paradigmas o de voces descollantes. Todo parece haber acabado en las vanguardias, inclusive este síntoma puede alcanzar a la poesía de todo el Perú. No hay, volvemos a insistir, la presencia de un nuevo impulso, de experimentalidad o propuesta. Por el contrario, hay cierto conservadurismo. Nos hace falta, después de Oquendo, un Martín Adán o un Eielson puneño, por ejemplo. Con leves oscilaciones: Filonilo Catalina es a la poesía de los 70, con una añadidura de cierto lirismo, sólo eso; mientras que los demás, casi todos, transitan por una poesía neovanguardista con matices extremados del aire intimista que por momentos alcanza una concreción híbrida, debido a sus rasgos retóricos, oníricos y hasta tradicionalistas. Todos parecen girar perpetuamente alrededor de un sol que podría ser Oquendo. Soto estaría un tanto alejado de lo consuetudinario con su minimalismo poético y su tratamiento rotundo del lenguaje como lingüista que es, nada más. Los otros (incluido el autor de estas líneas que, por cierto, sigue blasfemando de su inclusión en esta antología), mantienen un estatus metafórico insistente y, a veces, reiterativo. Tal vez, en Puno, no tengamos más de cinco o seis poetas para una antología genuina. Para que nadie diga nada en el mundo entero.


C U A T R O:

La selección de textos para esta antología, en pocas palabras, es simple y llanamente la mejor, se ha considerado los poemas que verdaderamente han exigido un arduo trabajo a sus autores. Cualquier lector que se precie de haber leído buena parte de la producción poética puneña, indudablemente que nunca podrá decir, en su sano juicio, que Bedregal no ha seleccionado textos que merezcan estar, perpetuamente, en una antología. Serán los propios lectores quienes puedan dar su juicio al concluir con la lectura de esta selección.


En resumen, hay que reconocer el ensayo intertextual–fractal de Bedregal (inclusive habría que hablar que en esta antología, efectivamente: no falta nadie, porque, como se podrá leer, desde el prólogo hasta los apuntes bibliográficos, están, aunque mencionados, todos los poetas del mundo, incluido el patriarca Homero y los alemanes, y los ingleses, y los italianos, y los argentinos, y los suizos, etc. En otras palabras, todos los poetas de antología), este es un nuevo estudio de la poesía y la propuesta del debate serio. Resulta atinado el detenimiento en la no inclusión de voces femeninas. Acertado y conveniente para el corpus. Hay sapiencia y gusto estético en la selección, igual que interés por mostrar la calidad y la realidad de la poesía puneña. El sueño o, el libro de Bedregal, deriva de lo que Borges, en su Arte poética decía: «Sentir que la vigilia es otro sueño / que sueña no soñar y que la muerte / que teme nuestra carne es esa muerte / de cada noche, que se llama sueño. »


Para concluir estas líneas, el título de este comentario obedece simplemente a lo que alude Bedregal en su prólogo, cuando dice: «los poetas del dos mil en adelante todavía no han hallado su sueño». Sin embargo, parecen estar muriéndose, insisten en golpear las puertas del cielo, desde las cantinas, o desde las cabinas de Internet, al saber que su nombre no está en las páginas de ANFN. Al concluir la lectura de estas líneas, ojalá no se sepa de un próximo velorio. Por eso hay que poner esta antología lejos del alcance de los niños. Muy lejos o en una parte alta. No vaya a ser que les suceda algo malo de tanto estar al corriente de que no existen en este mapa, ni en los seleccionados, ni en la bibliografía, ni en ningún lugar. Como les ocurrió a ciertos escritores ya reconocidos... Ojalá entiendan, algún día, que estar o no estar en una antología importa un carajo. A pesar de la antología. A pesar de la poesía.

viernes, 25 de diciembre de 2009

FERNANDO IWASAKI, ESCRITOR PERUANO AFINCADO EN SEVILLA



Iwasaki en dos palabras

Nació en Lima, Perú, el 5 de junio de 1961. Se recibió como licenciado e hizo una maestría en Historia en la Pontificia Universidad Católica del Perú, donde dio clases entre 1985 y 1989, año en el cual fijó su residencia en Sevilla. Allí dirige la revista literaria Renacimiento. Publicó una docena de libros, elogiados por escritores como Mario Vargas Llosa, Guillermo Cabrera Infante, Jorge Edwards y Antonio Muñoz Molina.


Cuentos:

—Tres noches de corbata (Ediciones AVE, Lima, 1987)
—A Troya, Helena (Los libros de Hermes, Bilbao, 1993)
—Un milagro informal (Alfaguara, Madrid, 2003)
—Ajuar funerario (Páginas de Espuma, Madrid, 2004)
—Helarte de amar y otras historias de ciencia-fricción (Páginas de Espuma, Madrid, 2006)
—Inquisiciones peruanas (Páginas de Espuma, Madrid 2007)

Novela:

—Libro de mal amor (RBA Libros, Barcelona, 2001)
—Neguijón (Alfaguara, Madrid, 2005)

Ensayo:

—Nación peruana: entelequia o utopía (Centro Regional de Estudios Socio Económicos, Lima, 1988)
—El comercio ambulatorio (coautor, Instituto Libertad y Democracia, Lima, 1989)
—Extremo Oriente y el Perú en el siglo XVI (Mapfre, Madrid, 1992)
—Mario Vargas Llosa, entre la libertad y el infierno (Estelar, Barcelona, 1992)
—El descubrimiento de España (Peisa/Arango, Lima, 2000)
—Mi poncho es un kimono flamenco (Alfaguara, Madrid, 2006)

Crónicas:

—El sentimiento trágico de la Liga (Renacimiento, Sevilla, 1995)
—La caja de pan duro (Signatura, Sevilla, 2000)


«Lo más importante es el tono
de la narración, que el lector lo
perciba como una confidencia
o una revelación»


Tiene 46 años, nació en Lima y desde hace dos décadas vive en la capital andaluza. Allí desarrolló una obra literaria que incluye cuentos, novelas, microrrelatos, crónicas, ensayos y textos históricos. Publicó una docena de obras, pero se define como un creador aquejado por la escasez de un recurso no renovable: el tiempo. Por eso, no hace borradores ni versiones preliminares, y su última novela lleva casi dos años a la espera de que su autor retome la pluma. «No hay elección», dice Iwasaki, optimista: «Seré un jubilado que escriba».

Por: Cristian Vazquez
cristianvazquez24@yahoo.com.ar

Ecléctico, divertido. Dos adjetivos, dos cualidades, que le van muy bien al escritor peruano Fernando Iwasaki Cauti. Ecléctico, porque muchas de sus obras abordan géneros y temáticas de lo más diversas, desde los cuentos tradicionales (reunidos en Un milagro informal) y la novela supuestamente autobiográfica (Libro de mal amor) hasta el compendio de historias de personajes reales del Perú colonial (Inquisiciones peruanas) y la colección de microrrelatos de suspenso y terror (Ajuar funerario), pasando por las recopilaciones de ensayos y crónicas. Divertido, porque es imposible recorrer la prosa de Iwasaki sin una sonrisa en los labios, cuando no se deja directamente estallar la carcajada. ¿El método? Un manejo del lenguaje certero (que le permite combinar, por ejemplo, sin mayores estridencias, costumbrismos peruanos con el habla coloquial española) y un sentido del humor afilado para hablar de temas en los que, cuando no hay temblores y conmociones, ay risas: el miedo y el amor.

Iwasaki nació hace 46 años en Lima. Allí estudió Historia y luego se dedicó a la docencia universitaria. A principios de los 80 llegó a Sevilla para terminar su tesis doctoral, y desde fines de esa década se afincó para siempre en esa ciudad. Es allí donde formó su familia, da clases, dirige la revista literaria Renacimiento y planea vivir el resto de sus días. Aquella tesis doctoral por la que cruzó el Atlántico nunca la terminó; por eso la última edición de Inquisiciones peruanas lo define —parodiando el estilo de los viejos catecismos y libros religiosos— como un «antiguo colegial de los muy reverendos Hermanos Maristas de la noble Provincia de Lima, Maestro de Historia y Artes en la Pontificia Universidad Católica del Perú y Doctorando por la de Sevilla, hasta que el Ministerio le reconozca sus títulos de Ultramar». Desde la capital andaluza, que es su ciudad desde hace dos décadas, el escritor respondió, vía correo electrónico, a las preguntas de Teína.

Cuando uno piensa en tu formación como historiador, el primer beneficio en que uno piensa son los conocimientos adquiridos. ¿En qué más te ayudó?
El primer beneficio no tiene nada que ver con la Historia sino con la formación académica, pues como filólogo, filósofo o arqueólogo igual me habrían beneficiado el rigor, la metodología y la curiosidad bibliográfica. En cuanto a la Historia en sí como disciplina, el único beneficio es que he sabido orientar mis ficciones hacia los temas que yo mismo he trabajado como historiador, pues si quisiera escribir una novela sobre cátaros y templarios, sobre nazis y tenores o sobre etruscos y romanos, te aseguro que haber estudiado Historia no me serviría de nada.

¿Cómo combinás, si es que se combinan de alguna forma, tu trabajo para vivir y «pagar la hipoteca» con tu trabajo literario?

De mi trabajo «para vivir» depende mi familia. Del trabajo literario sólo depende mi equilibrio emocional. Así que no hay elección: seré un jubilado que escriba.

«Pagar la hipoteca» aparece en distintas entrevistas que le han hecho a Iwasaki como la síntesis de la dificultad a la que se enfrenta el escritor que quisiera dedicarse tiempo completo a la literatura pero debe trabajar diez o doce horas diarias para ganar el sustento. De ahí la pregunta. La respuesta deja lugar para pensar que, para proyectarse como un futuro «jubilado que escriba», la docena de libros que ya publicó son —al menos— un buen prolegómeno.


«Lo que escribo, cuando por fin escribo, es lo que queda»

Debido a que no dispone de mucho tiempo para escribir, Iwasaki explicó un método de trabajo que se vio en la «obligación» de utilizar en más de una oportunidad: pensar y tomar apuntes para sus obras, y luego dedicar un período intensivo de trabajo a la redacción final de sus textos. Sin embargo, en los textos se nota un tratamiento profundo del lenguaje, juegos de palabras y un estilo que, al menos en la superficie, parece «trabajado». ¿Cómo es ese proceso de escritura?

—Aquellas respuestas en las que hablaba sobre apuntes y meses en el congelador —dice el autor— se referían a los microrrelatos de Ajuar funerario (2004), pero ese método no es extrapolable a mis otros libros. Cuando escribí Neguijón (2005), el lenguaje era otro protagonista de la novela y eso me supuso una compulsa permanente, pues todas las palabras empleadas en aquella novela eran de uso corriente en los siglos XVI y XVII. Con Libro de mal amor (2001) me ocurrió algo parecido, pues a veces un solo párrafo me ocupaba semanas. Lo que sí es cierto es que no hago ni borradores ni versiones preliminares, de manera que lo que escribo, cuando por fin escribo, es lo queda.

Hay escritores que se obsesionan con la corrección. ¿Corregís mucho los textos? ¿Hay algo de eso en el porqué de que un párrafo te lleve semanas de trabajo?
Es una cuestión de relación con el tiempo: como nunca tengo plazos perentorios para entregar un manuscrito, me puedo permitir el lujo de miniar una frase o un párrafo hasta quedar absolutamente satisfecho. Eso sí, una vez que pienso que ya está, no la vuelvo a revisar. Por eso digo que no hago borradores.

¿Qué hay de la autobiografía en tus relatos? Es decir: Libro de mal amor se presenta como «bastante autobiográfico». ¿Cuál es la relación entre realidad y ficción en general en tu obra?

Todos los escritores utilizamos nuestra vida y la de otros serviciales desprevenidos como insumo literario, pero no a todos nos interesa la «autoficción» y no todos los que jugamos con nuestra biografía lo hacemos al mismo nivel. La tía Julia y el escribidor, de Mario Vargas Llosa, La Habana para un infante difunto, de Guillermo Cabrera Infante, y Tu rostro mañana, de Javier Marías, son tres ejemplos diferentes de escritura autobiográfica, pues van desde la más explícita hasta la más sugerente. A mí me interesaba que el lector supiera de antemano que Libro de mal amor es explícitamente autobiográfica, porque después no se lo va a creer. Y esa perplejidad también me interesa.

BIEN PENSADO Y ATADO

A la hora de hablar sobre procedimientos y técnicas de escritura, que cada escritor tiene los suyos, una de las cuestiones más interesantes suele ser cuánto conoce el creador de la historia que se propone narrar. Por ejemplo, Julio Cortázar escribe en la «Nota» final de Los premios: «Para mi maravilla y gran diversión, la novela se cortó sola y tuve que seguirla, primer lector de episodios que jamás había imaginado que ocurrirían a bordo de un barco de la Magenta Star. ¿Quién me iba a decir que el Pelusa, que no me era demasiado simpático, se agrandaría tanto al final?».

Iwasaki se posiciona en las antípodas del escritor argentino. «Nunca escribo nada sin tenerlo todo antes muy bien pensado y atado», afirma. «Admiro y envidio a los escritores que juran que sus personajes se les rebelan o a los que aseguran que simplemente no saben cómo van a terminar sus libros, pero yo debo ser o muy autoritario o muy maniático, porque hasta ahora mis personajes siempre han hecho lo que he querido».

Eso me recuerda a una frase de Raymond Chandler, que decía que cuando empezó a escribir no sabía cómo hacer entrar a un personaje a una habitación. ¿Cómo fue tu aprendizaje como escritor?

Para mí lo más importante fue encontrar el tono de la narración. Es decir, un tono que el lector percibiera como una confidencia o una revelación. Como algo personal, aunque se trate de una ironía.


En esa búsqueda, ¿cómo influyó el hecho de irte de Perú?

No me fui del Perú para ser escritor, sino para investigar en un archivo porque estaba trabajando en mi tesis doctoral de Historia. Lo que ocurrió fue que luego no me dediqué, como pensaba, a la enseñanza universitaria. No obstante, seguro que si me hubiera quedado en el Perú sí habría seguido enseñando en una universidad y no habría publicado ni la décima parte de lo que he publicado hasta hoy, aunque estoy convencido de que sí habría continuado escribiendo.

LAS INFLUENCIAS Y LA ACTUALIDAD

Cuando lo consultan por sus influencias, a Iwasaki se le hace inevitable hablar de Jorge Luis Borges. Dice que el autor de El Aleph es el autor que le permite «ordenar» todas sus lecturas. También menciona a muchísimos otros escritores, como para hacer justicia con todas aquellas horas y horas de placer que, como a todo buen lector, los libros le proporcionaron. Pero el caso de Borges parece ser especial, y le dedica un lugar importante en el cuento «El derby de los penúltimos», incluido en el libro Un milagro informal.

Ese relato transita por tres ciudades y con personajes (peruanos, españoles, argentinos) variados, hasta que al final uno de ellos, Cocolucho, pide que lo llamen Jorge Luis. ¿Lo pensaste como un homenaje a Borges, o es un invitado más en la trama?
El protagonista del cuento en realidad es Félix del Valle, un escritor peruano tan olvidado… Todo el cuento es un homenaje a él, aunque aparezca Borges. Más bien, invité a Borges a que participara en el homenaje a Félix del Valle, como en los conciertos de los rockeros viejos.

Entre tus preferidos e influencias también mencionás a Cortázar y la colección Robin Hood. ¿Qué relación tenés con la literatura argentina, más allá de Borges?
Sin la literatura argentina yo sería un pichiruchi. Mi madre coleccionaba Billiken y yo leí maravillado aquellas revistas antiguas, pero llenas de cosas nuevas para mí. También tuve los cuentos de la colección Nueva Atlántida de Constancio C. Vigil —Chicharrón, El mono relojero, etc.— y los libros de Bomba, el niño de la selva de la editorial Robin Hood. Y no puedo dejar de mencionar mi colección de Mafalda y mi lectura semanal de El Gráfico, pues todo eso me preparó para comenzar a leer a Cortázar y a Borges. No obstante, también soy un gran lector y admirador de Sábato, Osvaldo Lamborghini, Di Benedetto y Marco Denevi. Procuro estar al día de las novedades de Aira y Piglia. ¡Me encanta Ana María Shua! Quise y leí mucho a Fontanarrosa (aunque yo soy «leproso»), así como leo y quiero a Rodrigo Fresán, Guillermo Martínez, Alan Pauls, María Fasce, Alfredo Taján, Pablo de Santis, Claudia Piñeiro, Marcelo Birmajer, Gonzalo Garcés y Andrés Neuman. Argentina es un continente literario donde uno todavía puede descubrir autores raros, geniales y olvidados como Alberto Ghiraldo, Manuel Forcada Cabanellas, César Tiempo y Conrado Nalé Roxlo. Por lo tanto, mi deuda literaria con Argentina es más impagable que la deuda externa peruana.

Para cerrar, ¿en qué estás trabajando actualmente? ¿Podés adelantarnos algo de tus proyectos futuros?
En septiembre de 2006 escribí las primeras 42 páginas de una novela que abandoné por falta de tiempo y que todavía no he podido retomar. Esto es algo que siempre me ocurre y contra lo que nada puedo hacer. Mientras tanto, repaso y corrijo algunos ensayos que podría publicar a lo largo de 2008, porque no todo en la vida es ficción.


Tomado de: revistateína Nº 17. (Valencia - España).

jueves, 24 de diciembre de 2009

Inventario del silencio





Cuento





Escribe: Darwin Bedoya







I

Eternidad

Leímos todo cuanto había sido escrito sobre el amor.



Pero cuando nos amamos descubrimos



que nada había sido escrito sobre nuestro amor

M. Denevi

“Tal vez seremos la escritura rebelde que el agua no se lleva.

O tal vez estemos condenados para siempre a vivir como locos de remate

entre las cuatro paredes de este mundo.”

A. Rodríguez

REPENTINAMENTE ELLA EMPEZÓ A LLORAR con un sentimiento increíble. Parecía un manantial que manaba la más cristalina de las aguas. Y las pequeñas aguas no podían estar calmadas. Esa noche, después del cine hindú, regresaban a casa acomodados en los asientos finales del bus. Extrañamente ese manantial tenía manos, eran unas manos que buscaban otras manos, las de su amado, quizá queriendo encontrarlas como antes o buscando perpetuarse en ellas. Confundida con su llanto, logró sacudir esas manos varoniles que sostenía y preguntó: Cariño ¿Si yo muriera, tú llorarías por mí? Le miraba fijamente a los ojos. Era su clásica manera de ponerlo entre la espada y la pared. ¿Si no estuviera más contigo: sufrirías, llorarías…igual que la protagonista de la película?

Él, que también era muy sentimental, estaba a punto de llorar viéndola así como estaba, pero hizo un esfuerzo, sacó de algún lugar esa extraña tranquilidad, encontró en alguno de los bolsillos su pañuelo y secándole las lágrimas, con cierta serenidad respondió: “No, yo no pensaría en llorar. No podría llorar por ti”. Apenas terminó la frase, ella lo miró desconcertada, le soltó las manos que hasta entonces sostenía con ternura. Amaba tanto a Rafael que no le parecía verdad lo que estaba escuchando. “No podría llorar por ti”. Aquellas palabras comenzaron a tener un sabor a lejanía.

Habían estado casi una vida juntos, en las buenas y en las malas fueron un solo sentimiento. Ella había hecho tantas cosas por él, tenían mil proyectos por realizar y hasta se habían comprado un pequeño departamento y, ahora, aparentemente estaba frente a un cristal roto, uno de aquellos que ni siquiera uniéndolos con el mejor pegamento pueden quedar iguales. ¿Pero si anoche juramos que nunca nos separaríamos, que tú y yo seriamos una eternidad, fue ayer nomás, casi entre lágrimas juraste amarme hasta el final de nuestras vidas; acaso mentiste?

Luego de un prolongado silencio, él sacó un cigarrillo de uno de los bolsillos de su chaqueta, lo encendió con lentitud; quiso demorarse un siglo. Volvió a secarle las lágrimas y antes de fumar, miró en todo su alrededor y habló: No sabes lo mucho que te amo ¿verdad?- la abrazó fuertemente contra su pecho mientras el cigarrillo caía al suelo sin haber sido empezado y, finalmente concluyó: “Quiela, si tú murieras, no tendría tiempo para llorar, yo moriría contigo”.

(*) Estos cuentos integran el volumen AUNQUE PAREZCA MENTIRA, la colección de textos breves de narrativa contemporánea.

Aquí no falta nadie CANDIDATO A "MEJOR ANTOLOGÍA POÉTICA 2008"



Aquí no falta nadie

Antología de poesía puneña

Walter L. Bedregal Paz

Grupo Editorial “Hijos de la lluvia” & LagOculto Editores

2008-305 pp.





Hay poetas a los que Dios ha de expulsar del paraíso

para que no le hagan sombra.

E. G. Ordorika





La fractalidad en la poesía

Los libros y más si son antologías, tienen – y de eso, ya lo he comprobado – un momento mágico, su tiempo extraordinario que irrumpe casi sin darnos cuenta, ese tiempo para su espera, pero que definitivamente convoca toda una gama de comentarios y estos conformados por textos de diversa temática que aparentemente los alejan pero que en realidad los acercan y se aproximan para constituir el resultado del nuevo enfoque crítico literario – en esta oportunidad del sur peruano -, donde hacía tiempo no se notaba -al unísono-, desde un criterio simple y académico hasta mediocres análisis, de cómo la crítica literaria toma su papel como tarea casi de la imperfección; con palabras de José Miguel Oviedo: Una perpetua cacería que busca su presa mediante sucesivas aproximaciones y asedios.

La antología de poesía puneña, Aquí no falta nadie fue creada por un impulso interno irresistible, como el amor; pero cuando ya estuvo lograda, comprendí en la necesidad de protegerla, como a un hijo. Y entonces. Llega el momento de tropezarte con esa gran muralla: el crítico.

Es ahí donde entendí que las opiniones de los críticos no modifican ninguna obra, no le añaden ni quitan un milímetro; después de las alabanzas más desmedidas, como ataques enconados, la antología permanece igual, con sus mismas virtudes y sus mismos defectos. (WB).





Breves comentarios del libro, por algunos entendidos en poesía:



Pero la antología de Bedregal ha levantado más que polémicas, más allá de su buen gusto o no, del buen o mal análisis de la obra escogida, ha provocado una suerte de huracán que atrae a su centro a todos los actores de su empresa (antologados, no antologados, lectores, críticos, estudiosos y curiosos) y desde el ojo de ese huracán cada quien opina sobre si la mirada de Bedregal fue la correcta. Y el libro en sí, será sometido a la mirada fractal de cualquier otro estudioso, que busque explicaciones técnicas, éticas o estéticas a la poesía escrita alrededor del lago.

Alfredo Herrera Flores.



«La antología de poesía puneña Aquí no falta nadie es uno de los libros más importantes de la literatura puneña de los últimos tiempos. Nos sorprende su aparición. En su selección hubo muchísimo cuidado para considerar a los autores y a los textos, dos aspectos que nos parecen notables pues su autor, Walter Bedregal, nos muestra un tremendo gusto por la buena poesía, lo cual, seguramente se debe a sus infatigables lecturas que, además, debido al prólogo de este libro, nos permite saber que está informado ampliamente sobre las últimas tendencias de la crítica literaria, los presupuestos teóricos empleados en este libro que, reitero, son ciertamente notables.

Juan Luis Cáceres Monroy





«Esta antología es una visión nueva, un enfoque diferente, una propuesta distinta, fundamentada en presupuestos teóricos actualizados y tamizados en un esfuerzo globalizador de todo el proceso poético puneño. Así, vamos a encontrar ejes temáticos que reúnen a poetas de la primera década del siglo pasado con poetas «novísimos» o de fin de siglo. O también estilos o escrituras similares, sesgadas en el tiempo por elementos inubicables para ojos menos visores que los de Bedregal.

Percy Zaga





Esta antología viene a cubrir un hondo vacío
olvido que alguien por ahí debió realizar, parece que ahora ya no hará falta, porque ésta de Bedregal, no sólo llena ese vacío, sino que también lo cubre pulcramente. El antólogo de Aquí no falta nadie obvia la historia de los diversos movimientos y épocas o estilos poéticos (poquísimos realmente en Puno) y, en cambio, asume los postulados de Genette y Deleuze–Guatari, quienes enrumban hacia otros horizontes su visión literaria, unos espacios que tienen rasgos o aperturas de conexión, heterogeneidad y sus principios de multiplicidad, tal como señalan en los núcleos que configuran los capítulos vertebrales de Mil mesetas.

Darwin Bedoya





Las antologías siempre darán que hablar, porque no son todos los que están, ni todos los que están son. Pero la que reseñamos, ha sido petardeada desde todas las ínsulas lacustres, aun por los propios antologados. Y ello, según el autor, está bien, porque así declaran la existencia de su trabajo ante el registro civil literario.

Desde el título tiene un espíritu provocador, porque si no falta nadie, las ausencias están demás. Sin duda que esto ha llamado la atención de los puneños y han enfilado contra el libro sus lanzas coloradas.

José Gabriel Valdivia





De ahí que no hay nada que reclamar a Walter. ¿Quemar el libro?, ¿recomendar que no se compre, o no se lea? No, nada de eso, pues parafraseando lo que le dijo a través de una carta César Vallejo a uno de los seleccionados, la antología ya está caminando, y «lo demás está en los estantes y eso nos tiene sin cuidado”.

José Cordova



Lo que quiero decir es que aquí los pacifistas no son bienvenidos, los conciliadores pueden tomar su lugar entre los conformistas, es decir los mediocres, la poesía es un espacio para guerreros y este libro tiene aroma a batalla.

José Luis Ramos Salinas





La antología tiene un extenso prólogo donde se hace hincapié justificativo de los poetas que se han seleccionado, considerando de cada uno de ellos méritos y singularidades que hacen posible merecerse el espacio del antologador. Así mismo en dicha presentación desde el título “Las puertas se han cerrado” se opta por una postura diríamos preclusiva, donde se cierra no sabemos con claridad la razón, la voz de otros poetas.



Boris Espezúa Salmón







Por otra parte, lamento que en Puno todavía no tengamos una noción clara de qué es una presentación de libros; no distingamos aún cuándo una situación comunicativa exige un diálogo espontáneo o protocolar; y que continuemos utilizando dichos espacios para manifestar nuestras propias frustraciones personales, narcisismos excéntricos sin propósitos crítico-valorativos.

Bladimiro Centeno Herrera





Me parece que la polémica ha degenerado. Se quiere retorcer la lógica y se pone atención a detalles con el único fin de alargar el juicio y aburrir a la opinión publica. Están creando cortinas de humo para evitar la discusión sobre el tema de fondo: tu intento de reordenar el canon regional de la literatura puneña con un nuevo modelo teórico.

Me parece legitimo de tu parte la utilización de la teoría de los fractales.

Juan Zevallos Aguilar





A menudo las antologías son famosas por los nombres de los ausentes, excepciones que confirman las motivaciones que las producen. Es decir, no todas las antologías están hechas para poner en vitrina a los más queridos, los más aptos, los más conocidos, sino para señalar derroteros, bucear en los caminos que construyeron la pasión literaria de un espacio cultural y geográfico. La gran poesía puneña, en 'Aquí no falta nadie', antología poética de Walter Bedregal Paz, puede darse el lujo de reconstruir un itinerario de voces que coinciden, se contradicen, suman. Se trata de una antología inteligente y sustentada en una tesis tan sencilla como perentoria: no es antología de poetas, sino de poemas. Es decir, el libro batalla con la poesía y lanza el reto de su selección. Su primera consecuencia es la divulgación de esa poesía, que sin querer se vuelve canon por su propia naturaleza selectiva. Y también, como al revés dice el título de su prólogo, abre puertas en lugar de cerrarlas, pues el inútil sueño de toda antología es cerrar el círculo y ceñir laureles, cuando siempre abre puertas simplemente, señala caminos, seduce e invita con su presencia temporal. El título del libro es excelente, pues desnuda el móvil de toda antología. Los resultados siempre son provechosos, como este libro tan atrevido como necesario.



Ricardo Vírhuez Villafane

Director de la Revista Peruana de Literatura