jueves, 6 de octubre de 2011

EFRAIN MIRANDA “el runa”




José Luis Velásquez Garambel


Un hombre se levanta desde la muchedumbre y alza la voz intempestivamente: “¡no me grites de calle a aplaza Cholo! grítame de selva a cordillera ¡indio!... “ es Efraín Miranda y transcurre el año 1997, año del centenario del nacimiento de Gamaliel Churata, se trata de un congreso internacional al que asistieron escritores de varias regiones de nuestro país.

Conocí a Efraín en ese año, las pocas veces que lo frecuenté en el año 98 se lo debo a Feliciano Padilla, quien en dicha ocasión me invitó a su cumpleaños, en el que ambos, el agasajado que era Chano y Efraín, tocaron a dúo hermosos huayños puneños y no era para menos, Chano tenía (aún conserva) una bien ganada fama de delicioso jaranero, además de compositor, arreglista musical y buen cantor. En cambio Efraín no se quedaba atrás, la única canción que se recelaba en cantar era ese huayño tan famoso de Putina, porque de algún modo él se sigue reclamando Azangarino.
Y de pronto un bailarín endemoniado irrumpía en pleno escenario, estirando los brazos arriba, mirando el bello cielo puneño, tarareando las notas musicales, bailando un sikuri, era, sin ninguna duda Omar Aramayo, esas conversaciones me nutrieron siempre, debo agradecer a la vida por haberme dado la oportunidad de ganarme la amistad generosa de estos maestros.


Por esos años no tuve consciencia de la valía poética de Efraín Miranda ni de Omar Aramayo, los dos poetas vivos más importantes de Puno, ambos creadores de tendencias y de voces inconfundibles en las poéticas del Perú, pues bien, en esta nota hablaré del Efraín que recuerdo.

Transcurría el año 1998 en el que el feliz Mario Mayhua y un grupo de mi salón decidimos crear los juegos florales de la especialidad de lengua y literatura, lo recuerdo bien porque hasta ahora me duelen los hombros porque tuvimos que cargar unos parlantes de madera por más de 15 cuadras, a falta de dinero aprovechamos las fuerzas que la juventud nos brindó, el recorrido lo hicimos con Samuel Ayma, a quien recuerdo por sus lecturas heréticas y parquedad en la amistad soluble que él posee.
Los jurados del concurso de poesía fueron Efraín Miranda y Omar Aramayo; en Cuento Feliciano Padilla, Jorge Flórez-Áybar y Cronwell Jara, un jurado de lujo, de los ganadores de los juegos florales en ambas categorías no quiero acordarme porque el viento se llevó sus nombres, a excepción de Mayhua, el mismo reservista de la poesía, desde ahí surgió una amistad entre Mayhua y Efraín, siempre los veía juntos por las calles de Puno, por las subidas del Arco Deustua, por el mercado Central o la Avenida la Torre.

Efraín era un pícaro por naturaleza y por experiencia, solía enamorar a las señoras que vendían pan en el costado del Mercado Central y algunas veces solía encontrarlo dando serenata a las señoras que solían vender mazamorra de quinua en Laykakota, esa imagen tierna y jaranera del poeta Miranda lindaba mucho con la visión que él tenía del mundo andino, su voz bronca hablando del indio y de sus sufrimientos, de su voz tierna y hasta melancólica en la soledad de su Jachawinchoqa y en la de su habitación llena de recuerdos.

Mayhua le devolvió vitalidad y lo animó a publicar “Padre Sol”, lastimosamente el mismo Efraín (según lo recuerdo) renegaba de esa edición, porque no había tenido los cuidados que el editor se había comprometido en otorgarle. Esa es otra historia, de la que él, de pura cólera terminó obsequiándome las placas metálicas de su libro.
Cada vez que yo deseaba visitarlo nunca lo hallaba, él siempre estaba de viaje y en el momento menos pensado me lo encontraba en el parque Pino y lo abrazaba, me contaba que se había ido a Lima, para aprovechar el clima y visitar a sus amigos, luego terminaba hablando de “Birakocha”, lo escribo de ese modo, porque él lo concebía así y hablaba de la poca esperanza de cambio que tendría el Perú, alguna vez le hice una entrevista y la gravé, mi poco cuidado para con los archivos de esa naturaleza hoy no me permiten recordar el ambiente en el que se hallan. Recuerdo que me llevaba a la radio cultura y realizaba coordinaciones con alguien por encargo de Omar Aramayo y se disponía a dejar unos papeles para que sean leídos en la radio.
Tenía, don Efraín, una cajita de cassettes de audio que las había hecho copiar Omar, en el había una colección de poemas suyos, algunos leídos por él personalmente y otros leídos por un profesional, bajo la supervisión suya, con una ironía fina solía decir “nos hemos demorado una barbaridad de tiempo en hacer eso, sabes…! Y lanzaba una sonrisita socarrona y tierna. Efraín siempre fue un amigo dispuesto a brindar tiempo a todos, recibí en varias conversaciones algunos consejos suyos, esa es la voz que recuerdo de él.





Hace ya varios años entre Walter Paz y quien escribe editamos TOTORIA, un suplemento cultural en el diario Los Andes, espacio que por cierto se abandonó por ciertas indisposiciones de carácter, el segundo número está dedicado a Efraín Miranda, el gran poeta de “Muerte Cercana”, “Choza” y “Padre Sol”, ese fue uno de nuestros homenajes al poeta mayor, al amigo y al maestro que siempre fue y seguirá siendo. Por otra parte la última edición de “El Pez de Oro” que editaban Luis Pacho y Víctor Villegas le hicieron un homenaje muy hermoso y tierno; del mismo modo esa caravana de homenajes de la Universidad Mayor de San Marcos iniciadas por iniciativa de Gonzalo Espino Relucé, Mauro Mamani y Guissela Gonzales nos dan una muestra de la estatura de este poeta nuestro, y claro la edición de “Dios, Hombre, Runa” con un magnífico estudio de Gonzalo Espino, a él Puno le agradece por este homenaje a nuestro poeta Miranda.

El jueves (29 de setiembre pasado) lo visitamos en Arequipa, acudimos René Calsín, Luis Pacho, Pio Chambi, y una amigo. El poeta no me reconoció y sentí un dolor muy fuerte que me contrajo el corazón, me miró y me dijo “pasa hijito, no tengas miedo, así nomas estoy viviendo… esa maldita viene y me desordena todo, incluso sobre escribe en mis poemas y yo ya no puedo entenderlos…” y el alma se me paraliza, la dimensión del poeta ha crecido y este país se me viene abajo una vez más. Efraín reconoció a René y a Luis Pacho, de no ser por ellos no me habría reconocido y mucho menos me habría recibido. Ese es el recuerdo vivo que tengo de Efraín Miranda, el poeta que conocí y cuya imagen es perenne… y el hombre que conozco…

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Tomado del blogs: http://lasmillenguasdeldiablo.blogspot.com/

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