darwin bedoya
El poeta leyendo textos suyos en la presentación de la muestra de poesía Hijos de puta, 15 poetas latinoamericanos |
C E R O: LAS AGUAS DE LA
UBICACIÓN
Estos tiempos que vamos atravesando en nuestra literatura son
los años de liquidación y consolidación de algunos libros y nombres en las
letras de la poesía puneña. Para empezar, se reducen a cinco los nombres
importantes de los poetas que alguna vez conformaron la Generación de Fin de
Siglo o los años ‘90 en la poesía puneña. Entre estos cinco está el nombre de
Luis Pacho, uno de los últimos en conformar y tener filiaciones, identidades y
lecturas con aquel conjunto que, hasta hace un par de años atrás, era una lista
de más de diez poetas, a partir de ahora se contará un antes y un después en
este periodo de la poesía puneña.
U N O: CONTRACANTO DEL
HUALAYCHO Y LA IMILLA
En la ya considerable Colección
de poesía Letras de la Poesía Latinoamericana —van siete títulos
publicados en esta colección— dirigida por Walter L. Bedregal Paz, conformando
el segundo número de este repertorio, el poeta Luis Pacho ha publicado Horas
de sirena, Grupo Editorial Hijos de la lluvia, 2010, 54 pp. Segundo libro
del autor puneño. En este poemario el poeta brinda un homenaje a sus raíces
altiplánicas a través de un mito nacido de un resquicio, quizá telúrico, que ha
permitido un sincretismo genuino en el vasto altiplano. Estos son poemas en los
que el mito, la mujer andina, el paisaje del ande y la poesía misma adquieren
decisiva importancia y permanecen en la escritura de este poeta que empieza a
consolidar su obra.
En Horas de sirena el
poeta contempla un paisaje al que se ha fundido por determinadas vivencias. En
cada poema se rescatan los sentimientos producidos durante la contemplación y
la vida transcurrida del poeta. Se transmiten los pensamientos originales que
cruzan por su mente. Luis Pacho recupera un tiempo olvidado y casi perdido en
los pliegues de la oralidad del mundo andino. Esta presencia constante de la
naturaleza altiplánica en estos textos tiene un sentido amplio, trascendente y
va generando atmósferas que, sin duda, pertenecen genuinamente a un espacio
mitológico que trata de explicar un suceso que alguna vez pudo haber ocurrido
en la vida andina. La mayoría de estos poemas se caracterizan por el movimiento
en el tiempo, ya hacia el futuro, ya hacia el pasado; pero en ellos siempre
prevalece la idea de la unión. Es una poesía que une al hombre con la misma
mitología y lo enfrenta con los enigmas de Huaquina, allá en las faldas del
cerro Sapacollo, en Juli, con el misterio y con sus propias posibilidades como
ser humano que piensa y siente.
En las dos últimas
partes de Horas de sirena —las más logradas e intensas del poemario—,
hace su aparición el hualaycho —alter ego del autor— y empieza su
cántico dedicado a las imillas, es entonces que se da el lirismo desbocado,
aquel que predomina junto a las referencias nativas-culturales y los nombres
propios de cada imilla juleña. Aparecen también elementos que aluden al ande
citado en Huaquina. Así, el poeta escarba en una extensión altiplánica de su
tierra natal para volver a encontrarse con sus raíces o con un escenario donde
alguna vez las imillas o el paisaje mismo marcaron su vida. En estos poemas la
melancolía temporal constata el recuerdo sentimental de las cosas. Son las
presencias humanas contra las que se estrella toda ilusión humana de
permanencia y eternidad. Es entonces que el poeta, frente al canto de sirenas,
empieza a entonar sus poemas, produciéndose así el contracanto entre las sirenas y el hualaycho.
D O S: MEMORIAL DE
ENCANTAMIENTOS
Es verdad que la entusiasta aceptación de las ventajas de la
escritura impidió, hasta épocas recientes, comprender la magnitud de sus
limitaciones, y produjo una desvalorización apresurada y acrítica de la
oralidad, cuyas sutilezas técnicas recién están siendo estudiadas en toda su
complejidad. Pero el vehículo fundamental de la cultura no es la escritura,
sino la lengua. Ella, de por sí, ha sido capaz de permitir la trasmisión
cultural durante siglos y milenios hasta llegar a nuestros días. La tradición oral
andina —la que empieza con los mitos y leyendas abarca también las costumbres,
rituales y fiestas y alegorías— tiene especialmente, en su larga lista de
protagonistas, a un personaje mítico femenino: la sirena. Este es un personaje
que vive/opera normalmente en las pakarinas, ojos de agua, ríos, cataratas,
lagos andinos, etc., y tiene como objetivo fundamental encantar a los seres que
estén a su alcance o que irrumpen en su territorio, para su hechizo se vale del
canto que sólo sin oírlo se alcanza la inmunidad a su hechizo irreversible.
El personaje mítico
sirénido como tal, es conocido en distintas geografías peruanas, en cada lugar
tiene sus propias formas de presentación, sus historias, sus conjuros, desde
sus cantinelas, sus apariencias de musa, su lugar de residencia, su larga
cabellera, el fulgor de sus ojos, la extensión de sus uñas, las flores que le
gusta, las vestimentas usuales, su eternidad, su elasticidad al danzar, su
perfume, su manera de k’aik’ear*, etc. Quizá humano, tal vez animal, anfibio o
ave, las sirenas han existido desde tiempos antiguos. Empero, las sirenas de
Luis Pacho son seres humanos femeninos, recientes; sin embargo no por ello
dejan de ser un mito, un símbolo, un emblema y un indicio o encantamiento. Este
ser que está presente en las culturas primitivas y contemporáneas del mundo
tiene ciertas atribuciones. A su embrujo o k’aik’eamiento no han escapado las
artes secuenciales, la historieta o la animación cinematográfica. Escritores,
poetisas, dramaturgos, músicos, fotógrafos, pintores y cineastas la han
retratado en sus lienzos, revelado en sus cuartos oscuros, bocetado en sus
hojas en blanco o graficado sobre papel pautado. Para representar el mito de la
sirena, los cultivadores de las bellas artes se han valido de todos los soportes
posibles para conservarlo en el imaginario colectivo.
En el reino de la
literatura tiene presencia en la novela, el cuento, la poesía, el drama y el
ensayo; otras expresiones como el cine, la pintura o la artesanía popular
también adoptaron a esta figuración. En cada uno de estos géneros, artes y
formatos de exposición adquirió una significación particular, ya para
conservarla, ya para modificarla. La permanencia, la continuidad y el cambio es
el sino de este personaje reconvertido en tema por las incontinencias del arte.
En el simbolismo que genera el bestiario, de origen cristiano, con caracteres
hispanos, religiosos y moralizantes; la sirena significa lujuria,
libidinosidad, y es que el simbolismo de la lírica popular es sexual. Por esa
ruta es que merodean las sirenas andinas de Pacho.
T R E S: EL ARTIFICIO DEL K’AIK’EADO
En los presentes textos la sirena recupera su simbolismo mítico
que entremezcla en su origen y desarrollo el culto a los muertos y a las diosas
del agua; al enfrentamiento de la pureza con la maldad; al erotismo y a la
seducción donde la imaginación del poeta convierte a la sirena en personaje que
no tiene su culmen en el encantamiento, y es que no sólo es deseo, sino también
ternura, pasión que manifiesta una soledad que la aparta de todo mortal y la
acerca a lo imposible con un mensaje, menos de perdición, más de fascinación,
porque el artificio del k’aik’eado que logran las sirenas es en verdad un arte,
tal como lo muestran los poemas de este libro. Quizá los poetas sean el plato favorito de las sirenas.
Horas de sirena es un tratado sobre las
sirenas andinas —en realidad son mujeres que en este libro pueden ser
profesoras, cantantes, danzarinas, imillas, etc.— con su simbología y atributos
adquiridos. Ella es una figura de la seducción; un ser excepcional que tal vez
devendría en metamorfosis del sujeto; renuncia; objeto del deseo; personaje en
ascenso socioliterario: de figura secundaria en episodio único, a papel
protagónico, poético; paradigma de la belleza; encarnación del mal que se asume
como bien en la poesía; rito de inicio a la vida adulta; en fin, una enseñanza
recubierta de moraleja. Cada uno de estos símbolos y atributos enunciados,
encuentran su correlato en las invenciones/experiencias poéticas de Luis Pacho,
el cazador de sirenas k’aik’eado.
C U A T R O: LA CÓPULA CREADORA Y EL LUGAR DEL
LIBRO
Aunque en la historia del arte es común que las nuevas obras
sean incomprendidas y que sólo con el transcurso del tiempo lleguen a encontrar
un público adecuado. Este libro prescinde de los hartos manidos derroteros de
la poesía puneña contemporánea y resulta ser una obra singular —a pesar de que
no dista mucho, casi nada, o se mantiene en el mismo horizonte en estilo,
cierta conocida propuesta y calidad con respecto a Geografía de la distancia, libro anterior del poeta— porque el
sujeto lírico no se limita a cantar estrictamente a la mujer amada, si no que
más bien combina su canto o lo erige desde un mito ancestral, lo utiliza como
medio discursivo para lograr sus tendencias estéticas. De este modo cada poema
es una suerte de oración y fetiche que se llena de matices sugerentes y alcanza
una nueva significación en el libro. Los versos cargados de simbologías, son
fragmentos, elementos metafóricos que en el plano de la imagen deben producir
analogías infinitas con un fulgor inusitado. Para Luis Pacho la poesía es una
forma de conocimiento, es una cópula creadora con una potencialidad sin
límites, por ello, para poder develar
su obra hay que ir trazando analogías sucesivas, escuchar y transmitir el
eco de su ontología poética, quizá acumular comparaciones hasta lograr una gran
alegoría. Estos poemas marcan con tenacidad el desahogo de la existencia e
importancia de la belleza originada y detenida en Huaquina, y el poeta renueva
así, con estos versos k’aik’eados,
el vigor del mito andino y el engrosamiento de la poética puneña.
Portada del poemario Horas de sirena, Nº 2 de la Colección Letras de la poesía latinoamericana |
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* K’aik’ear
es un vocablo aymara que significa encantar, hechizar, hipnotizar, embrujar,
inmovilizar. Los mitos narran que las sirenas y algunos otros seres fantásticos
del bestiario mitológico tienen el poder de k’aik’ear para poder lograr sus
propósitos. Se sabe que el k’aik’eamiento se da en base a ciertos rituales que
ocurren con una canción, un rose de piel o el simple hecho de oír de una voz
sirénida, inclusive el movimiento de una extremidad del ser mitológico que
pretenda k’aik’ear.
AQUÍ ALGUNOS POEMAS:
1.
Cuando
descubras el olvido, posiblemente crecerán espinas en tu cuarto, y una luna
llena como tu corazón, esparcirá su silencio. Serás aquella desconocida que
arrulló mi cuerpo extranjero y apagó una vela cuando todos arrojaban piedras en
tu camino.
2.
Lo que hoy guardo, no es un pájaro que anuncie el rumor de la
despedida que nos asedia cada madrugada. Es ese tiempo que ya no circula en las venas, esa travesía
que se enfría en los huesos y se
pierde en el bullicio arcilloso de las noches. Dime ¿todavía encuentras mis palabras a cada paso? ¿Aún
arde la luz que huye de tus ojos y vuelve cuando te toca el frío? ¿Todavía
pronuncias mi nombre cuando callan todas las respiraciones?
3.
En aquel tiempo eras real. Como las gaviotas que han envejecido desde
entonces o como las pocas palabras que dijimos camino a Huaquina. No repetiré
esas palabras. Mañana caminaré bajo otro cielo, entre otros
bombos y helicones, y con otra botella de ron en el bolsillo. Seré libre como
un pez o como el día que descubrí tu sonrisa. Mi suerte será una luciérnaga amenazando incendiar
los pastizales de Juli.
4.
Aquella
vez poseíamos todo el amor del mundo: su humus nos cubría el cuerpo y los
sentidos. Pero nada podía escondernos completamente. Al día siguiente otra luz
nos inventaba en cualquier calle del vecindario repitiendo las mismas palabras: “Ata mi cintura con esa
trenza desconsolada y escribe mi nombre en tu cuarto sin ventanas. Abriga el
aire helado, que languidezco como un colibrí entre las ortigas. Recuerda que
yacía olvidado en las aguas del Río Salado”.
5.
A tu lado mi apariencia se ha extendido como la forma de tus sueños. Ha sido purificada
en las mágicas ceremonias que se consuman en las cimas y faldas de aquellas
cordilleras que cobijaron mi corazón nómada. Al fragor de las fiestas
patronales, aquel mismo día, sin una palabra que redima tu amor esquivo, te
dejé en la hornacina de mármol que construí en silencio, para que algún día
otros peregrinen en tu nombre desde lugares remotos.
6.
Ahora,
no sé si el asfalto de una ciudad lejana queme tus pies y tu corazón persista en la turbación de los instantes
iniciales. O volvamos
de pronto, locos y
libres como orugas en el pajar. (Todo es posible. Como la invención de las
noches y los días a tu lado). Imagino
las bancas vacías de la plaza, tus cabellos destrenzados por el viento y tu
silueta dibujada por la locura de la lluvia. Pero ya no seremos los desterrados
hijos de Eva cuyo silencio cómplice era hermoso como el paisaje y blanco como
la nieve, parecido a los ojos de los que hablaba Dina, en cualquier fiesta del
pueblo.
9.
Hoy,
veinticuatro de este mes, tengo ese olor a hierba silvestre que no me atreví a
tomar y dejé que el viento la tendiera entre los peñascos. Ya no soy el que
llama a los vientos como los cernícalos de la tarde sólo para que cobijes tu
rostro entre mis brazos, ni somos ese remolino pasional llevándonos al mismo cielo. Pero basta un minuto de silencio para que pronuncie
lentamente tu nombre y oiga tus palabras que sobreviven, pese a las piedras
abandonadas por el tiempo.
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