lunes, 21 de julio de 2008

Arequipa esperó el libro...


Escribe: Walter L. Bedregal Paz

Primeramente tengo que dar las gracias a los amigos que hicieron posible mi presencia en la ciudad blanca de Arequipa, tierra que viera nacer a mis queridos padres. Agradecer a Filonilo Catalina (el poeta) porque Luis Rodríguez (sencillamente lleva su cuerpo), por el despliegue en la organización e invitación de los comentaristas del libro Aquí no falta nadie, la antología. Un agradecimiento especial a José Gabriel Valdivia (UNSA) y a José Luis Ramos Salinas (UNSA) por sus comentarios, los cuales espero colgarlos pronto en este blog.
Porque ya sabemos que nadie sabe para quién trabaja. Como tampoco, por supuesto, - ahora - para quién uno escribe. Lejos de las paredes que resguardaron la presentación del libro en la Alianza Francesa de Arequipa, el 11 de julio del presente, sentí la presencia de amigos que a uno lo hacen cada vez más deudor de amistad, a todos ellos les doy las gracias por acompañarme en esta travesia.
A la mañana siguiente caminamos con el poeta Eddy Oliver Sayritupa por las calles del barrio de Yanahuara, en esa Arequipa fría de medio año, perseguidos por unos cuantos aforismos que hacía un par de meses interpreté del libro Choza cuando terminaba una selección de poemas para la antología; esa mañana fuimos en busca de su autor, el poeta Efraín Miranda, era en efecto un hombre-poeta, igual como lo descifraba su libro, nacido en las mejores entrañas del ande peruano, sólo que su libro flaco, aunque también muy gordo, contenía kilos de sabiduría larga y entrañable, destilada a partir de un ingenio arrollador. Aquel libro lo encontré en el lugar que siempre esperé encontrarlo en casa de un gran amigo: Henry Esteva y desde ese momento me aquejó la tentación de antologar parte del libro entre aquellas sus perlas indispensables. La promesa esta ahí: Efraín Miranda poeta, se la entregaré a los amigos del diario Los Andes de Puno, el medio escrito decano de la prensa altiplánica ( no me gusta ya la frase puneña), en cuyas páginas disfruto de cálido asilo.
Estoy tras el artículo ahora, de regreso de la ciudad imperial, luego de terminar un artículo para la revista La rama torcida, donde me temo que escribí sin querer líneas pertenecientes a mi blog personal. Creo que todo el mundo debería leer los poemas de Efraín Miranda, no solamente para entender mejor lo inentendible de indio que tiene dentro, sino también para cumplir con el primer deber del lector, que consiste en otorgarse placer y en lo posible multiplicarlo. Vayan, pues, las palabras del poeta, por el puro placer de reproducirlas; y escriban si realmente lo que sigue es o no poesía. Sino, comentaré un nuevo artículo, iniciando como reza la última frase.


M N

A una tienda de la plaza festiva
entra la bulla forrada de calor
y siento con suspensión terrosa.

Tomo cerveza con mi mujer
y mi suegro, alcol, con mi tía.

Mi cabeza flota y mis pies pesan.
"Este es un auténtico indio alienado" oí, dicho discretamente;
miraban mi camisa nilón,
mi pantalón petroquímica,
mi sacón USA de tercer uso
y mi cerveza germánica.

Di un golpe a la mesa
y toda la tienda crujió.
Yo también soi sociologista, ingeniero,
militar, boticario, genesista. Vendo cronómetros,
bibliotecas, helicópteros, diplomas;
¡Y que mierda!

Di un puntapíe a algo cercano
y mi mujer se colgó del brazo
arrastrándome a la puerta
¡Que salga cualquier hijo de puta!
Me han insultado "alienado". Y ellos ¿qué son?

Rezan a dioses hebreos en iglesias romanas,
se casan en municipios romanos,
son regidos por un ordenamiento forense romano,
estudian en colegios de inspiración arcaico-helénicos,
y hablan el español celta-iberico-latino-morisco,etc.

¡Que salgan esos de trasfusión sanguíneo-extranjera!
¡Qué carajo: y todo el comercio de esta feria
también es de ultramar.

¡Soy indio; bien indio; verdadero; legítimo, puro!

¡Y qué mierda!

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