Por: Darwin Bedoya
“Un día emprenderemos una excursión a donde apunte el viento”.
Ahora habita entre nosotros, José Watanabe (Laredo, 1946-Lima, 2007) es sin duda una de las voces más destacadas de la poesía hispanoamericana de estos últimos años. Cercano, quizá, al único grupo poético que congregó a las voces más talentosas de la poesía peruana de los últimos tiempos, el grupo poético de mayor resonancia en el ámbito literario del Perú e Hispanoamérica: HORA ZERO.
Esa irrupción durante los años 70 en la literatura peruana que se inicia con Álbum de familia (1971), hasta la edición de varias antologías que empezaron con Path through the canefields (1997), hasta la más importante que hiciera, tres años después, la editorial Norma: EL GUARDIÁN DEL HIELO, este último es, tal vez, uno de sus libros más conocidos y que reúne su obra plena. La apertura del fuego que traía aquella publicación rotulada PALABRAS URGENTES, texto que marcara el nacimiento de HORA ZERO y que denunció, con un lenguaje subversivo, la falta de una poesía que le hiciera justicia a la experiencia marginal, al nuevo paisaje urbano, fruto del desborde popular de la época y la vida de aquel entonces, cuando los provincianos llegaban a la Capital en una búsqueda de ellos mismos y de una mejor vida. Hubo una implicancia de conexiones naturales entre lo que por aquel entonces sucedía en países como EE.UU. e Inglaterra donde también aparecían nuevos iconos poéticos, tales como los punk, y los beatnik, quienes proponían una nueva época en la poesía, (el imaginismo) a partir de sus propuestas, rechazando, en el caso de HORA ZERO, los vestigios de la poesía nerudiana y su pegajosa verborrea romanticona; es entonces que empiezan los parricidios, los manifiestos, los recitales y las posturas e inclusive las antologías que no se hicieron esperar, especialmente esa famosa colección de poemas de autores de los 70, titulada: ESTOS 13, volumen firmado por el crítico José Miguel Oviedo.
“De vez en cuando nos ponemos trágicos
y nos preguntamos por la muerte”.
En estos días han sucedido muchas cosas, incluyendo la publicación de EN EL HOCICO DE LA NIEBLA (2007), poemario del líder de HORA ZERO, Jorge Pimentel, y, esta lamentable desaparición física de José Watanabe, miembro más cercano aún del afamado grupo setentero ESTACIÓN REUNIDA que con sus libros y su propuesta literaria marcan un antes y un después en la literatura peruana.
Es justamente la poesía de Watanabe la que ocupa una especial atención en este periodo de más de 30 años de rotundo ejercicio poético, su poesía es esa corriente de agua que trae las flores, los aromas y las demoradas canciones. La poesía de Watanabe es música secreta, balance entre la desesperación y la serenidad reivindicación, artificio, templanza, estética, transparencia, lucidez, nostalgia, melancolía, vida, ausencia y eterna presencia. En Historia natural (Peisa, Lima 1994), el poeta aspiraba a ciertas fábulas con animales. Según explica Watanabe, "de alguna manera, la parábola es una forma de conocimiento y allí aplicaba la técnica del Hayku: decir las cosas que he visto, pero con una cierta complicidad para que se entienda otro nivel debajo de lo dicho". Por ejemplo en el poema El gato, nos dice: “Los gatos son peligrosos para la poesía, pronto/ acumulan adjetivos, mucho provocan, mucho seducen”. En el poemario titulado Cosas del cuerpo (Caballo Rojo. Lima, 1999) en palabras del mismo Watanabe, “de alguna manera, planteo que el cuerpo es nuestra única patria, la única posesión real que tenemos. Bromeo diciendo que antes yo llevaba a mi cuerpo donde yo quería, hoy es mi cuerpo el que me lleva a donde él puede llegar, que ya no es muy lejos. El cuerpo me impone sus reglas y a veces su lastre..." Unos versos siempre antologados son los del poema El lenguado, allí el poeta dice: “Soy/ lo gris contra lo gris. Mi vida/ depende de copiar incansablemente/ el color de la arena”.
Es justamente la poesía de Watanabe la que ocupa una especial atención en este periodo de más de 30 años de rotundo ejercicio poético, su poesía es esa corriente de agua que trae las flores, los aromas y las demoradas canciones. La poesía de Watanabe es música secreta, balance entre la desesperación y la serenidad reivindicación, artificio, templanza, estética, transparencia, lucidez, nostalgia, melancolía, vida, ausencia y eterna presencia. En Historia natural (Peisa, Lima 1994), el poeta aspiraba a ciertas fábulas con animales. Según explica Watanabe, "de alguna manera, la parábola es una forma de conocimiento y allí aplicaba la técnica del Hayku: decir las cosas que he visto, pero con una cierta complicidad para que se entienda otro nivel debajo de lo dicho". Por ejemplo en el poema El gato, nos dice: “Los gatos son peligrosos para la poesía, pronto/ acumulan adjetivos, mucho provocan, mucho seducen”. En el poemario titulado Cosas del cuerpo (Caballo Rojo. Lima, 1999) en palabras del mismo Watanabe, “de alguna manera, planteo que el cuerpo es nuestra única patria, la única posesión real que tenemos. Bromeo diciendo que antes yo llevaba a mi cuerpo donde yo quería, hoy es mi cuerpo el que me lleva a donde él puede llegar, que ya no es muy lejos. El cuerpo me impone sus reglas y a veces su lastre..." Unos versos siempre antologados son los del poema El lenguado, allí el poeta dice: “Soy/ lo gris contra lo gris. Mi vida/ depende de copiar incansablemente/ el color de la arena”.
“Mi cuerpo no es mucho.
Soy una palada de órganos enterrados en la arena”
Soy una palada de órganos enterrados en la arena”
En casi toda la poesía de Watanabe se percibe la búsqueda de un algo que es la poesía misma, por ejemplo en Habitó entre nosotros (PUCP, Lima, 2002), habla de aquel hombre celeste cuando hace más de dos mil años, un hombre excepcional, con su prédica y su muerte, unió para siempre el cielo y la tierra. De Él, de Cristo, trata este poemario. Hay poemas brillantes y meditativos, por ejemplo en “El endemoniado” cuando dice: “Cúrame,/ pero no totalmente,/ déjame un pelo de demonio en la mirada”, Este notable y singular libro da cuenta de la vida de Cristo entre nosotros. El lenguaje impecable y preciso que el autor nos tuvo acostumbrados, nos acerca a un Cristo a quien sentimos en su conmovedora y humana intimidad. Los poemas asumen la mirada y la voz de los contemporáneos del Mesías -este es un libro coral- para componer la imagen de Cristo como la de un vecino extraordinario.
También están otros libros más actuales que no abandonan al autor en esa manera tan contundente de lograr sus versos, La piedra alada (PEISA, Lima 2005), en este texto hay una celebración, un homenaje a la piedra como sujeto de diálogo y de intercambio. Las piedras dejan de ser ajenas y cerradas para entregarle al poeta metáforas sobrias, y éste guarda su memoria en ellas, en su interior sensible, o escucha lo que sueñan ser: madre, cráneo, ave. "Las aguas termales afloran entre bocanadas de vapor blanco y denso. Cuando se disipa deja ver las piedras que rodean la fuente, caprichosas formas erosionadas por el agua hirviente que sólo se muestran un instante, y luego como un grupo de seres extraños vuelven a su territorio brumoso". Uno de sus últimos logros impecables, es este poemario titulado: Banderas detrás de la niebla (Peisa, Lima, 2006) Si bien el poemario encierra temas caros como la muerte –en la primera parte, "Riendo y nublado"–, el gran tema es la poesía y es quien parpadea en cada poema de Banderas... Watanabe con la sutileza con que maneja su lenguaje, describe objetos, seres, en los que existe esa verdad que nos seduce: la poesía. En uno de los poemas de este libro, leemos "La alameda de pinos apareció con un lujo/geométrico/entre los desordenados sembríos de algodón". En otro, "la casa solitaria tiene algo de cráneo abandonado al sol". En ambos textos, la mirada acuciosa y a la vez panorámica es la fuente de su energía poética.
En El guardián del hielo (Norma, Bogotá, 2000), se reúne una selección de poemas de cuatro libros publicados por José Watanabe en treinta años: Álbum de Familia, El Huso de la Palabra, Historia Natural y Cosas del Cuerpo, ahí es donde encontramos la más rigurosa selección de poemas que denuncian una verdadera labor del poeta y aquí, para finalizar, nos suscribimos a las palabras del maestro Hildebrando Pérez Grande cuando señala que: “más allá de las estridencias al uso, más allá de hojarascas y ripios deleznables que a tantas obras artísticas deslucen, el poeta supo estructurar y levantar un sistema poético que le permitió diseñar un discurso inédito, muy poco conocido en nuestro medio: verbalizar su mirada del mundo, atendiendo las bondades alcanzadas de la poesía occidental sin descuidar ni postergar esa extraña mirada que poseía, merced a sus raíces andinas, por parte de la madre y orientales, por parte de su padre. El discurso de Watanabe es ese feliz encuentro de culturas, de poéticas, de resonancias modernas y tradicionales, expresadas a través de una escritura rigurosa, una conciencia del lenguaje que dan como resultado una poesía transparente, fina, delicada profunda y trascendente. Una poesía que está atenta a las infinitas palpitaciones de lo humano y que quiere ser, por otro lado, un homenaje a la naturaleza, al cosmos”
También están otros libros más actuales que no abandonan al autor en esa manera tan contundente de lograr sus versos, La piedra alada (PEISA, Lima 2005), en este texto hay una celebración, un homenaje a la piedra como sujeto de diálogo y de intercambio. Las piedras dejan de ser ajenas y cerradas para entregarle al poeta metáforas sobrias, y éste guarda su memoria en ellas, en su interior sensible, o escucha lo que sueñan ser: madre, cráneo, ave. "Las aguas termales afloran entre bocanadas de vapor blanco y denso. Cuando se disipa deja ver las piedras que rodean la fuente, caprichosas formas erosionadas por el agua hirviente que sólo se muestran un instante, y luego como un grupo de seres extraños vuelven a su territorio brumoso". Uno de sus últimos logros impecables, es este poemario titulado: Banderas detrás de la niebla (Peisa, Lima, 2006) Si bien el poemario encierra temas caros como la muerte –en la primera parte, "Riendo y nublado"–, el gran tema es la poesía y es quien parpadea en cada poema de Banderas... Watanabe con la sutileza con que maneja su lenguaje, describe objetos, seres, en los que existe esa verdad que nos seduce: la poesía. En uno de los poemas de este libro, leemos "La alameda de pinos apareció con un lujo/geométrico/entre los desordenados sembríos de algodón". En otro, "la casa solitaria tiene algo de cráneo abandonado al sol". En ambos textos, la mirada acuciosa y a la vez panorámica es la fuente de su energía poética.
En El guardián del hielo (Norma, Bogotá, 2000), se reúne una selección de poemas de cuatro libros publicados por José Watanabe en treinta años: Álbum de Familia, El Huso de la Palabra, Historia Natural y Cosas del Cuerpo, ahí es donde encontramos la más rigurosa selección de poemas que denuncian una verdadera labor del poeta y aquí, para finalizar, nos suscribimos a las palabras del maestro Hildebrando Pérez Grande cuando señala que: “más allá de las estridencias al uso, más allá de hojarascas y ripios deleznables que a tantas obras artísticas deslucen, el poeta supo estructurar y levantar un sistema poético que le permitió diseñar un discurso inédito, muy poco conocido en nuestro medio: verbalizar su mirada del mundo, atendiendo las bondades alcanzadas de la poesía occidental sin descuidar ni postergar esa extraña mirada que poseía, merced a sus raíces andinas, por parte de la madre y orientales, por parte de su padre. El discurso de Watanabe es ese feliz encuentro de culturas, de poéticas, de resonancias modernas y tradicionales, expresadas a través de una escritura rigurosa, una conciencia del lenguaje que dan como resultado una poesía transparente, fina, delicada profunda y trascendente. Una poesía que está atenta a las infinitas palpitaciones de lo humano y que quiere ser, por otro lado, un homenaje a la naturaleza, al cosmos”
“Yo soy entonces toda la arena, todo el vasto fondo marino. La muerte se me acunó como hijo”
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