Por Darwin Bedoya
Una ciudad como Juliaca no puede ni va a esperar las peras del olmo. Es decir la rectificación de las “impresiones” de un olmo que no merece tener el nombre ni el apellido de uno de los poetas más celebrados de la madre patria. Pero supongamos que lo de su nombre y apellido haya sido solamente una crasa coincidencia de homonimia y nada más. Lo que cuenta es la osadía, el huachafismo y chavacanismo con que escribe un periodista como el olmo al que hacemos referencia. No se puede hablar de
La exacerbación de la bajeza léxica con que el periodista Pedro Salinas se ha referido a un pueblo que ni siquiera conoce bien (que no podrá conocer de ahora en adelante), no solamente han afectado a un Alcalde, a un Procurador o “algunos ciudadanos” como él escribe, sino más bien a toda una población de más de 300 mil habitantes (y en el censo de octubre se confirmará que son más). No se puede injuriar y seguir tocando el asunto (como lo está haciendo), a través de un diario que él cree que nadie lee. No se puede pretender ser el dueño de la palabra o de “los juegos de palabras”. Sus vocablos están muy lejos de la mesura y la objetividad, ¿se olvidó de las enseñanzas periodísticas?
Isócrates, ese gran filósofo griego, parece haber escrito esta máxima pensando en algún bribón parecido al periodista desubicado del que hablamos: “Solamente en dos ocasiones has de decir algo: cuando sepas de fijo lo que vas a decir, y cuando no lo puedas excusar. Fuera de estos dos casos, es mejor el silencio que las palabras mal dichas o mal escritas”. ¿Cómo se concibe que alguien que no conozca bien este pueblo ancestral y con una tradición harto cultivada, pueda hablar de él y, todavía de un muy iracundo y agraviante modo? ¿Desde dónde cree que escribe el señor olmo; desde el parque de las leyendas?
Existe un olmo que encajaría bien en esta frase de Ramón y Cajal: “Muchos habladores pasan por listos, cuando en realidad no son sino cabezas descansadas. Su cháchara brilla y molesta como rayo de sol reflejado en caldero vacío”. O esta máxima de Foción, es tan buena que podría ser considerada de antología, y hasta podría dar la impresión que se tratara de un anillo en cierto dedo, porque va de la mano con los lenguaraces, porque dice: “Los grandes habladores son como los vasos vacíos, que hacen más ruido que los que están llenos”. Por eso, creemos que es bueno e inteligente proceder de acuerdo a ciertas normas, al menos del espacio periodístico que ese tal olmo debe conocer o, finalmente actuar conforme reza este proverbio: “Si queréis que vuestra pluma no yerre, observad cuidadosamente cinco cosas: a quién habláis, de quién habláis y cómo y cuándo y dónde”.
Si bien es cierto, Juliaca no puede ser
Ahora que no podrá pisar este terrestre suelo juliaqueño, sería bueno que sepa de lo que se ha perdido: primero un aire inefable por su pureza y singularidad (y era gratuito), segundo, nunca podrá contemplar la belleza del Convento de los padres franciscanos, un templo arquitectónico de estilo greco-romano (donde tal vez se le hubiesen perdonado sus pecados); tercero, en la cúspide del cerro Huaynarroque, hubiese disfrutado de la imponencia de El Cristo Blanco (allí tal vez hubiese alcanzado ser humano); cuarto, en la estación ferroviaria está una de las primeras locomotoras de la historia de los trenes llegados al Perú (de repente se habría tomado allí una fotito, y nadie le hubiese cobrado un solo centavo). Finalmente, en la plaza más céntrica, se halla la artesanía de las calceteras cantadas magistralmente por el poeta Benavente Calla (versos que no podrá leer jamás, y eran, también, gratuitos); y así es como olímpica y gratuitamente se perdió la fascinación de poder contemplar varias formas estéticas y muestras de genialidad creativa, de igual modo, se perdió también el poder ver instrumentos singulares y autóctonos de música como el inmenso y generoso tokoro (donde lo harían sentar si asomara sus narices por aquí), y así podemos seguir enumerando otros atractivos más que, por supuesto, no serán de su deleite jamás.
No se trata de gallear ni nada referido a gallineros, porque en todo caso, el olmo en mención estaría cacareando. Tampoco se trata de enfermedades que se curan con el tiempo, pues estamos frente a alguien que siempre estuvo enfermo, y por eso sugerimos que se cure de las cosas que dice, de las que elucubra sin razonar y que renuncie de una vez a su manía de hacer perder la seriedad a ese Diario que no sabemos cómo le puede dar cabida, es un ¿columnista? o saboteador de ese medio de comunicación. Sugerimos que dedique su tiempo a otros asuntos pues, como periodista es una vergüenza para sus colegas, para sus lectores (si aún los tiene) y, para los versos del gran poeta español Pedro Salinas; al menos por llevar su nombre debería escribir textos coherentes, discursos culturales: le recomendamos que relea ese poemario único: La voz a ti debida, especialmente las páginas finales, eso es estética, lirismo y trabajo con la palabra. ¿Lo suyo…? Y encima considera, al físicamente extinto Paco Umbral, como su maestro, y quiere hacerle un homenaje, ¡con qué moral! Seguro que al menos habrá leído: Los males sagrados, La bestia rosa, Las ánimas del purgatorio y Un ser de lejanías textos narrativos de Umbral que por los títulos podrían hacer rima con sus estados de desvarío.
Mientras tanto, aquí en Juliaca, lo hemos inscrito (ha pedido suyo y por mayoría de votos) en el mejor obituario reclamado por él en su columna. Y, finalmente, si en el agravio que escribió (y sigue escribiendo) hay una idea que se salva por ser coherente, ésa debe ser la que se refiere a
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