Fuente: La rama torcida
Revista de literatura y otros desvaríos
Año 1 - Nº 1 - 2007
Pág. 54
Juliaca - Perú.
Revista de literatura y otros desvaríos
Año 1 - Nº 1 - 2007
Pág. 54
Juliaca - Perú.
Escribe: Darwin Bedoya
“El poeta es un ebrio lector de sus propias metáforas: veo un oscuro extraño, un viaje, un revés de la fortuna”
Charles Simic.
A menos que ocurra una improbable sorpresa, en Puno, desde Oquendo, Peralta o Miranda, hasta hoy no se ha escrito una poesía representativa o que trasunte nuestras fronteras de departamento. Si hacemos un balance, en líneas generales ya se ha dicho-escrito desde los más pretenciosos intentos hasta algunos logros que definitivamente no confirman nada. Por supuesto que atravesando por publicaciones vacías, textos sin un sustento valedero, demostrando que sus autores no saben ni una pizca de poesía o de aquellos dinosaurios que piensan que el tiempo se ha detenido y de a poco escriben poesía con métrica, rima y esas estancias que son del pasado, (evidentemente que la métrica y la rima no significan antipoesía, pero ¿quién escribiría con la maestría rítmica, técnica depurada y espíritu clásico como lo hacían Góngora o Garcilazo?) o lo que es más insólito todavía, existen "poetas" que saben de poesía y escriben vastos "prólogos", empero, publican lo mismo de lo mismo, poesía barata, imitación descarada, poesía que no soporta una sola lectura pues, se cae de las manos. Parece ser que las ideas se han agotado, que quienes han escrito ya no tienen más que decir y están dando vueltas en el mismo sitio, se han vuelto repetitivos pues nos dicen lo mismo desde otra perspectiva, con variaciones mínimas y muchas veces con la monotonía de las reiteradas metáforas. Sin embargo, hay que ser hidalgos y al menos mencionar que existen algunos textos (sólo algunos poemas o versos) escritos en los años 90 que valen por sí solos y merecen figurar en cualquier antología seria de la poesía peruana reciente; pero son solamente poemas, que no se confunda, sólo poemas que brillan entre espinas, no una obra plena, un libro ambicioso que nos pueda hablar de una propuesta, de un nuevo canon poético basado en la experimentación o nacido de ella. Está quedando sólo en esperanza remota la poesía o el libro de quienes se aguardaba mucho. No hay virtuosismos o versos que merezcan mayores atenciones, todo parece estar perdido, pues, solamente se puede ver a diestra y siniestra una increíble abolición de técnica, estilo y concreción estética, manejo de discurso y construcción de las estructuras, trabajo del lenguaje y formulación de los ritmos como parte de un auténtico proceso creativo. Parece ser que quienes escriben poesía han pensado o están absolutamente seguros de que haciendo trocitos de un texto escrito en prosa se puede encontrar un gran poema. Estos síntomas nos hacen pensar en la existencia de una epidemia verdadera y silenciosa que delata a un empobrecimiento y consecuente desfallecimiento del arte de factura en Puno, en este caso de la poesía.
Hemos olvidado que las cosas serias requieren fuertes dosis de rigor, profundidad y esencialmente originalidad, elementos que a toda obra de arte se le exige. Éste sea tal vez el momento de quemar todo, de encender la gran hoguera y echar los libros con curvas, los poemas curvos, los versos curvos que amamos, al fuego; en una despedida con muchísimo amor, a pesar aún de las altas cenizas, y olvidarnos de todo cuanto hemos sobreamado para empezar a escribir la verdadera poesía.
Lejos y al margen de todo descontento y lamentación que a estas alturas del partido no tendrían mucho significado, estos apuntes sólo pretenden (sin ser pretenciosos) destacar algunas líneas sobre la poesía puneña actual y, además, poner en la vitrina un registro mínimo de lo más reciente que se está produciendo, en el contexto poético, aquí en el sur del Perú.
No es que la poesía les sonría únicamente a los poetas de la Capital y a nosotros nos espere distante, arriba, después de la cuesta. Lo que ocurre es simplemente que a la poesía escrita en el interior del país no se la conoce o no se la quiere conocer. Es por eso que se publican reseñas, artículos, ensayos, libros, antologías, etc., con el rótulo erróneo de “poesía peruana” con nombres de autores limeños y limeñistas, sin atender la gruesa factura de la verdadera poesía peruana lograda en provincias. Evidentemente que no desdeñamos para nada los laureles alcanzados por los grupos, generaciones, promociones e insularidades de poetas capitalinos (premios COPÉ, MENCIONES EN REVISTAS INTERNACIONALES, APUNTES EN ANTOLOGÍAS LATINOAMERICANAS, etc.) que han forjado un buen trabajo y se han hecho conocer por mayor cantidad de lectores, esto sin duda tiene que ver con los medios que de algún modo les han facilitado las universidades de Lima, sino a todos, a la gran mayoría; a esto hay que agregarle el papel que juega el acceso que ellos tienen al uso del mass media, buen instrumento de comunicación y difusión.
En la poesía puneña actual no hay grupos ni generaciones. El trabajo colectivo parece ser sólo una idea. En los años 90 y lo que va del 2000, los poetas del altiplano han venido realizando su labor escrituraria de una manera muy independiente, insular o marginal si se quiere. Es verdad que la mayoría de los poetas se conocen por haber sido partícipes de dos o tres recitales celebrados en Juliaca y Puno. El primero se realizó en Juliaca a finales de los 90, mientras que los dos últimos se realizaron en Puno, uno a inicios del nuevo siglo y el tercero hace poco. Pero solamente fueron recitales en donde tal vez algunos se conocieron por primera vez o se supo de algunos que eran aún inéditos, sin embargo, de ahí a formar un grupo, un colectivo o emplear un presupuesto estético como “generación”, no ha sucedido, tampoco escribieron ni firmaron un manifiesto ni cosa por el estilo, precisamente porque sus congregaciones no fueron tales. Alguien de los poetas inscritos en los 90 ha señalado, creemos con certeza, que la escritura al igual que la lectura se desarrollan mejor en una absoluta soledad y que los grupos o generaciones son solamente denominaciones, clichés.
Una manera de conocer y evaluar el proceso y evolución de los poetas de esta zona del Perú, ha sido la diversidad de concursos no sólo departamentales, sino también regionales y nacionales. Además de las variadas revistas que siempre incluyen, aunque no todas, una sección poética. Pero cabe anotar que existen publicaciones especializadas en el tema. Los textos que se vienen mostrando mediante las revistas que no sólo circulan en nuestro medio, pues son leídas más allá de nuestras fronteras de departamento y de país (léase: Consejero del Lobo, Pez de Oro, Lágrimas de Cocodrilo, El Boletín Oquendo, etc.) son publicaciones que han logrado hacer conocer que los cultores de poesía circunden un cosmos en el que fulge la revitalización y la reivindicación del espacio andino, pero no con ánimos de continuar el canon poético de antaño, sino más bien con la intención de hacer conocer una propuesta estética de innovación, tal vez considerando algo de lo contemporáneo, pero de una manera muy singular, muy propia de cada autor y siempre en busca de alcanzar un espacio propio.
En la actualidad el espectro de la poesía puneña está mostrando muchas posibilidades de dedicación, los versos denuncian que sus autores no son de aquellos que escriben los sábados cuando cae la tarde o los domingos cuando todos se han ido de casa. Esto, obviamente tiene un matiz con los exageradamente novísimos que recién hacen sus pininos poéticos y con los que parece ser que serán toda una vida novísimos. Cada vez aparecen nuevas voces, nuevos libros, nuevas tendencias que aunque siempre tienen un mismo punto de partida y están inmersas aún dentro de ciertos márgenes de los cuales paulatinamente se irán alejando, porque estamos seguros que como toda voz nueva, la permanente búsqueda entre cambio y evolución no ocupará mucho tiempo para dejarnos leer la poesía que esperamos si hablamos especialmente de Juliaca y Puno como epicentros poéticos. Además, debemos considerar que en Puno desde hace un buen tiempo viene desarrollándose el taller de creación literaria ANCLAS EN EL CIELO y en Juliaca, desde hace poco, el taller LA TRIBU DE LOS ESPANTAPÁJAROS, ambos grupos seguramente requerirán del transcurso del tiempo, como todo taller, para mostrar su producción; aunque el propio anhelo de los participantes está permitiendo que ya se conozcan algunos textos de estas noveles agrupaciones que no necesariamente significan generación.
Sin embargo, un testimonio, no sólo de evolución poética sino, hasta cierto punto de laboriosidad, es la cada vez más seria poesía que vienen escribiendo los poetas que se hicieron conocer en los 90, ese grupo sin grupo que aludimos líneas arriba, en ellos hay una absoluta diversidad de técnica, estilo y propuesta estética, entendiéndose que son pocos los aspectos que tienen en común. La individualidad los ha llevado, a algunos, por un camino del que han salido airosos y con textos que dicen bastante del trabajo de sus autores. En tanto que otros aún están desplazándose por territorios que no dejan de ser interesantes justamente porque continúan produciendo buena poesía desde allí.
En los poemas creados por esta hornada que prefiere el individualismo, entre sus pocas convergencias, podemos hallar o notar que ciertos textos, y en algunos poetas, su poesía está signada por una inclinación especial hacia la metáfora, además de un profundo lirismo que rebasa el reino de la sensibilidad. Luego, una especie de expansión que se da en esta poesía es su ininteligibilidad enunciativa, partiendo de una consideración singular hacia el lector, es decir, hacia el destino final de la poesía y un tanto escuchando lo que decía Ian Banks: “Uno escribe para ser leído, de qué te sirve obtener maravillosas críticas y muchos premios si luego te leen cuatro gatos o estás cogiendo polvo en las estanterías”, y un modo de acercarse y estar al lado de esta idea es la transfiguración y transparencia que la poética nueva de Puno debería mostrar. Es evidente de que no se trata de tomar un vocablo extirpado de alguna frase para luego insertarlo en algún verso del poema, lo que seguramente creará una calamidad musical y una incongruencia textual, tal como hemos leído en las recientes publicaciones. Aquí hay que añadir también que las lecturas previas, aparte de su vital importancia, para la formación del escritor, también suelen ser mortales en el sentido de que cuando se escribe se parece mucho al padre, al autor del texto original y eso va en desmedro de la originalidad, de la capacidad del autor, hay que, como decía Eduardo Chirinos, saber matar al padre, a la influencia. A lo mencionado hay que añadir que la mayoría de estos autores desarrollan un élam vital casi recurrente en sus textos: la reivindicación de lo andino, utilizando para ello una apelación a la terminología del quechua y el aymara en algunos casos, no como eje temático, sino como un acto de identificación y anhelo de universalizar su entorno telúrico, sin caer en viejas “fórmulas”, ni en la necesidad de forzar el tema. La poesía de Puno de estos últimos catorce años, si consideramos como el inicio de la poesía Puneña reciente a la publicación, en 1992, de DESATANDO PENAS de Simón Samuel Rodríguez Cruz que, a la vez fue, en cierta medida, el cierre del capítulo que marcó la poesía de los 80; ha tenido y sigue teniendo todavía un buen número de cultores. Y si se trata de mencionarlos, podemos citar que luego de DESATANDO PENAS, un poemario de honda belleza y un derroche de lirismo elegiaco desmesurado, nos muestra a un osado poeta que conoce de poesía, de nivel estructural y aprovechamiento temático, al margen de que se pueda ver en el texto la univocidad del yo poético y las alusiones al mundo terrígena con la inclusión de vocablos quechuas y la persistencia de la amada diótima y, por supuesto, el motivo de fondo, los anhelos de libertad que nos canta Simón desde los rincones de su pensamiento. Hasta ahora no encontramos a ese Simón de DESATANDO PENAS, sin la necesidad de que sea repetitivo.
En Juliaca, hacia 1996 se publica HEREJÍAS de Fidel Mendoza Paredes, quien previamente había publicado IMPRESA TACITURNA (1993), algunas plaquetas y la trascendental colección de poesía puneña ANTOLOGÍA DEL CINERARIO que acogió a los poetas que por esa época se iniciaban en este “difícil trabajo”. En HEREJÍAS está el poeta que nos canta ese inicio de cierto erotismo condensado dentro de un malditismo bukowskiano que en la actualidad se puede leer en sus versos. Pero, con ese disloque de orden temático, también asomó una ardua labor con el lenguaje, que por cierto parece ser el punto de mayor relieve en sus coetáneos cuando escriben poesía. Con sus poemas breves y su ritmo cansino. Su poesía habitada de versos con ecos muy claros de un canto un poco atardecido y sin el aprovechamiento de los temas, le han quitado su valía pretendida; por ello Fidel ha buscado otros espacios en la literatura pues, ahora parece sentirse más cómodo en la narrativa luego de haber publicado una novela y estar actualmente terminando su segundo texto narrativo que no será sino otra novela.
Posteriormente, un año más tarde a la publicación de HEREJÍAS, 1997, se presentó en Juliaca el poemario VALLE INTERIOR (DABEFRY Editores) del poeta Rudy Augusto Frisancho Gallegos, quien ya había publicado POEMAS SILVESTRES, CANTATA DENTRO DE UNA HEBRA DE SUEÑO y FOGATAS BAJO LA SOMBRA; pero con VALLE INTERIOR (aunque en el 2005 haya publicado CRISÁLIDA), es que se conoce la verdadera labor del poeta, la estancia a la que Rudy ha llegado para mostrarnos su poética llena de alusiones surrealistas y con un lenguaje de cierta relevancia barroca. En los textos poéticos de Rudy, también se notan las cadencias rítmicas y el retorno de las metáforas elocuentes dentro de un florilegio de semblanzas que aluden a un poeta cansado de la retórica. Tal vez su mayor logro esté en algunos poemas de VALLE INTERIOR; los demás textos parecen ser sólo espejos continuos.
Luego, iniciado ya el nuevo siglo, aparece APORÍA, LA DUDA DE LA LUCIÉRNAGA O SUS HERIDAS DESHOJADAS (Consejero del Lobo Editores) de Gabriel Apaza, eminente promotor cultural que entre otras revistas dirige CONSEJERO DEL LOBO, revista de literatura. Pero con la publicación de APORÍA (2001) Gabriel nos muestra un nuevo cauce en la poesía puneña, una impronta que nos remite a otros lugares, a unos espacios donde la sola imaginación es capaz de llegar. Sus versos cortos tienen la magia de la instantánea imagen y la aplicación de su mirada incesante al verbo, por eso es que tal vez Gabriel sea una voz que trasunta entre la vanguardia y un cierto neosimbolismo con claras alusiones estéticas, además de sus detenimientos en el lenguaje elegiaco que seguramente pronto será tomado en cuenta. Sin embargo, el lado oscuro de su poesía está en la no responsabilidad del ritmo y la idea vertebral de sus poemas, hay un cierto caos inadvertido que destruye la ambigüedad pretendida.
En Puno nos sorprendió la aparición de GEOGRAFÍA DE LA DISTANCIA (Arteidea editores 2004) de Luis Pacho Poma, también amante de la cultura, además de dirigir la revista de Literatura PEZ DE ORO, Luis Pacho edita otras revistas culturales. Su poesía es una muestra de lo serio que se viene escribiendo en Puno. Cuando se lee GEOGRAFÍA DE LA DISTANCIA a la vez se responden varias exigencias que algunos reclamaban, unos un libro orgánico, otros un texto sólido y otros una buena colección de poemas. Pacho es la viva voz que ligada a una gran tradición de hombres de letras puneños, alcanza una voz propia, poseedora de la pureza de la palabra y la contundencia de las imágenes que no son otra cosa que la poesía trabajada. Es notorio también el conjuro lírico, espíritu de la poesía, que hace posible su ritmo cadencioso y el vibrante espacio terrígena que a veces se torna nostálgico y a veces muy explícito gracias a los símiles empleados con bastante frecuencia; pero también están los versos ininteligibles que hacen posible la variedad de lecturas y en consecuencia el logro de un poema recurrente y antológico como el caso del titulado UNA DIABLESA EN LA FIESTA. Habría que reparar en la poesía de Luis, el halo mediático y su constante textura de nostalgias inenarrables.
Dentro de este concierto de voces un tanto conocidas para los profusos lectores, se debe considerar también los libros de Luis Rodríguez (Filonilo Catalina), especialmente JANAÍ O PARA CANTAR BAJO LA LLUVIA (2005), un conjunto de poemas que confirman la madurez de su autor, es en este poemario en donde hay que resaltar su lenguaje coloquial que ya es característico en él, además, por supuesto, la dimensión de su lirismo sonoro y las variantes léxicas del lenguaje consuetudinario, que son empleados con exactitud en sus versos, al final hacen una suma poética de relieves mayores y actuales que permiten ubicar su estro en un lugar muy envidiable. En JANAÍ…el autor recurre a la metáfora y a las imágenes elocuentes, al verso relativamente breve pero, de gran dimensión y contenido, sin embargo, también está la poesía acompañada de un cántico en prosa (texto final) donde sigue persistiendo el quiebre melancólico y la alusión al consabido verso amatorio-erótico, como ocurre en casi todos los textos que conforman su poesía. El quiebre lo pone, sin duda, su desesperada visión de lo lejano, su nulidad de silencio.
En el 2006 hace su intempestiva aparición ISTALLA (Cascahuesos Editores) de Rubén Soto, con versos cortos y bastante elaborados haciéndonos recordar, por momentos, la brevedad de los haykus de Basho, pero hay que tomar nota del discurso textual que hace Rubén en sus micropoemas. Partiendo desde los títulos escritos en quechua y la disposición caligráfica de los versos que nos remiten a épocas precedentes cuando empezó la renovación poética; hasta llegar al corazón mismo de la idea que el autor quiere expresar con su incursión en el uso de la terminología quechua y el acercamiento que hace desde su yo poético hacia esa amada, que no es otra que la poesía vestida de una dama sumisa y tranquila, transparente y escondida detrás de sus formas verbales. La poesía de Soto es el camino hacia un nuevo estilo, un nuevo cosmos que se debe abordar considerando los caracteres terrígenas, no como una simple utilización de la palabra andina, sino más bien como una reelaboración de las vivencias, sentimientos y desilusiones desde el otro lado, desde el mismo lado.
Además de estos libros publicados, podemos mencionar toda una colección de poemas sueltos publicados por autores que todavía no han publicado un conjunto, un libro; pero que sí están en un nivel que va más allá del poemario. Cada cual ha destacado de algún modo con un trabajo propio o con las influencias que les han procurado sus libros de cabecera, y ahora, en estos tiempos, la globalización de la información.
Si en Simón Rodríguez encontramos un aliento de Heraud, Eguren, Oquendo y Shelley; en Fidel encontraremos a Bukowsky, Octavio Paz, Eielson, Ayala, Pound, Keats, Hölderlin; mientras que en Rudy estará Eielson y Nava; en tanto que en Gabriel podremos encontrar a Borges, Huidobro, Shelley; Luis Pacho tendrá a Juan Cristóbal, Oquendo, Eielson, Paz; por su lado en Edwin Ticona encontraremos a Hölderlin Neruda, Martos, Oquendo, T.S. Eliot, Pound, Peralta y Shelley. Hugo Lipa tendrá a Rilke, Bukowsky y Nava; Fernando Terral tendrá a Vallejo; en Walter Paz veremos a Oquendo, Paz, Eielson y Westphalen; y en Edy Oliver estará Vallejo y Neruda además de Xavier Abril. En Luis Rodríguez latirá Oquendo, T.S. Eliot, Pound, Vallejo, Verástegui y Shelley, Aleixandre y Octavio Paz, mientras que en Rubén Soto encontraremos a Mallarmé, T.S. Eliot, Pound, Apollinaire, Oquendo y al mismo Octavio Paz, sin llegar a ningún encasillamiento, copia, ni consideraciones de padres, por supuesto.
Ahora bien, si tendríamos que hablar del registro, de los rasgos distintivos y los espacios propios de cada poeta, necesariamente tendríamos que mencionar: la despaciosa melodía, la impronta andina – telúrica, el discurso amatorio, la sensación de ausencias y olvidos, la dimensión de la soledad, el tono épico, el extremado registro elegiaco, el ritmo fragmentado, la reinvención de la metáfora; entre otras pronunciadas sensibilidades que acompasan el texto poético de los inscritos en los 90’. De otro lado están los otros tipos de espacios y registros, entre ellos no sólo están los vanguardistas, los conservadores de la tradición, sino que también podemos citar a los extremadamente líricos, a los del lenguaje coloquial, a los del lenguaje metafórico, a los urbanos, a los del lenguaje elaborado, a los post modernistas, a los innovadores, menos a los lúdicos.
Por todo ello es que podríamos decir que la poesía de esos años se definiría por su indefinición, por esa combinación rizomática de voces que saliendo de ese ambiente infectado con una notoria desesperación o deprimencia poemática, deberían generar un discurso con la articulación de un proceso que irrigue fuerzas estéticas y no solamente poéticas. A raíz precisamente de la no consecución de esto último es que nos hemos podido dar cuenta de que para estos años, de los nombres señalados, solamente dos o tres siguen escribiendo, y es que el grueso del conjunto ha optado por otros menesteres que poco o nada tienen que ver con el ejercicio del poeta. Entendemos que el extatismo los ha ido llevando al abandono de esa primigenia incursión de polifónicos versos con cierta riqueza textual y exorbitancias de atemporalidad vestida de anacronismo que fueron el centro de su atención y de nocturnas horas de desconsuelo.
Así, el universo de la poética puneña contemporánea ha ido extinguiéndose cual ave mitológica, sin haber entrado o abandonado recursos, estilos y alguna que otra técnica, para ubicarse en un nuevo estado de creación como en el que hoy se debería encontrar. Parece que los manierismos romanticotes y el abuso o uso exclusivo del yo poético y el sempiterno subjetivismo los ha conducido a elucubrar poemas de un tono reiterativo y que se han perdido en el polvo de las tardes ventisqueras de nuestro ande.
Sin ningún ánimo de bifurcar la verdad, rien n´est beau que le vrai, y esto hay que mencionarlo, los grandes, los peces gordos de la poesía puneña nos remiten, qué duda cabe, a ANDE (1926), 5 METROS DE POEMAS (1927) y CHOZA (1978) como la poesía cúspide que a la promoción del 90 ( a los pocos sobrevivientes) les corresponde destronar, porque todos escribimos apuntando hacia un norte, hacia un objetivo.
Por lo demás, como en cualquier lugar, existe la publicación indiscriminada de libros, folletos, plaquetas, fanzines, pasquines, etc. que están distantes de ser tomados en cuenta y, que tampoco podemos llamar esfuerzo literario, en este caso: poético. Tal vez tenga mucho que ver en esto el hecho de que en Puno haya un espacio que no ha sido ocupado por nadie, un espacio que de haber sido instaurado o desarrollado en el altiplano, hubiese ayudado bastante en la formación y las pretensiones de quienes están involucrados en este arte: la crítica literaria, este espacio no ha sido visitado por ningún osado lector, pero no esa crítica de aullidos trasnochados que no dicen nada ni se sustentan en un argumento o discurso sólido atendiendo lo estrictamente literario; sino más bien una crítica especializada, “[una] crítica [que], ante todo, [sea] estimulante. [Que] sea una cortina que repentinamente se corre y nos [permita] mirar lejos y profundamente. [Porque] la crítica no es belleza, pero nos permite verla con otros ojos, gozarla de otra manera. La crítica comparte, no impone”, palabras de Vírhuez Villafane que hacemos nuestras. Debería abrirse un espacio para una crítica que tenga una buena vista, que vea más allá del autor o la factura del texto sin esas mezclas de política y poder; se requiere una crítica con proyecciones explicativas y perspicaces, que deje su lirismo literario y se arme con herramientas como corrientes teóricas, estéticas, filosóficas, semióticas, etc. para ampliar horizontes y ahuyentar los conocidos resquemores y las huidas a las polémicas alturadas que atiendan con exclusividad al texto, no a su autor; éso es lo que le falta a la literatura puneña en general, para que de alguna manera se le pueda otorgar márgenes a la creación no elaborada, para que sea tal vez una lámpara en esta avenida de casi una completa columna de ciegos, para que esa crítica sirva como un timón y, pueda también resumir el lapso de ensimismamiento que un tanto extiende todo proceso literario. Porque estamos convencidos de que la nueva poesía debe emerger de la experimentación, como si se tratara de un arduo trabajo en el interior de un laboratorio, pero esta vez trabajando en un ambiente de fenómenos que ocurran dentro de la alquimia verbal, considerando los elementos lingüísticos que se someterán a la sensibilidad y poderío imaginativo de quien escribe. El poeta utiliza las palabras, las converge y dispersa atendiendo su sentido significativo para aprovechar las bondades del lenguaje. Y así, la poesía actual deberá dejar atrás esas tesituras de resemantización y asumir una variable discursiva en busca de un nivel poetológico que tenga su propia firma para que el verso nuevo ocupe más espacio y llegue a una cima donde pueda posarse.
Si bien es cierto que para esta labor artística no existen recetas mágicas ni reglas ni fórmulas; en cambio, sabemos, existen deseos plenos de subvertir todo lo ya escrito, pero con una nueva voz. Probablemente se podría hilar más fino la poesía puneña sin entrar a ningún contraste y sin llegar a ningún dejavou o esos reiterados kitsch que se pueden percibir en algunos poemas de autores de la Capital, porque no todo es color de rosas. La poesía puneña actual se encuentra en un estadio especial de consolidación estética y asimilación, de cada autor, a un discurso más elaborado que debe encontrar la solidez argumentativa y en consecuencia una mejor explotación del tema, especialmente el trabajo con la palabra, no con la emoción. Aspectos que a la larga serán de uso común pues la escritura constante es un nexo vital para que lo mencionado suceda, y es que a la cima se llega entre caídas y pasos dobles e inclusive saltos bien pensados, pero no con tirar la toalla y ya.
Un poco para reordenar la danza y también para terminar estos apuntes, debemos señalar que de pronto no ha aparecido ningún novísimo, uno o dos, que deberían copar el espacio y los silencios en este post dos mil, no hay un solo nombre que pueda tomar la posta, (sin que esto implique la no escritura de los del 90’) no hay ninguna soberbia, sólo una carencia de phatos innegable. Es la hora de poner las cosas en su lugar, este florero aquí, este olvido allá, ese ruido ahí, esa cantina detrás, esa muchacha en su esquina, esos chiquillos lejos, esos espejos debajo y, especialmente, esta poesía encima del silencio; con un replanteamiento de la perspectiva crítica. Hay que reorganizar la danza con una poesía absoluta de combinaciones, de elementos, de brillos en el cuerpo técnico, de alimentos teóricos, de ideas metatextuales, y, sobre todo, tener la idea encendida de adentrarse en esa transversalidad que no es otra cosa que un nuevo y exclusivo recorrido poético. Finalmente, con los logros (poemarios editados) plasmados por la “promoción” aludida, podemos afirmar que la pervivencia del género no sólo está asegurada, sino que también ocupa un lugar, aunque minúsculo, pero propio, en el contexto de la literatura puneña.
Fuente:La rama torcida
revista de literatura y otros desvaríos.
Nº 1, Año 1.
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